31 de julio de 2019

B-17G

B-17G. Pierre Bergounioux. Ediciones Alfabia, 2011
Postfacio de Pierre Michon. Traducción de Paula Cifuentes
Los tres segundos que transcurren entre que un caza alemán encuadra en su punto de mira a la Fortaleza Volante perteneciente al ejército del aire norteamericano y cuando este, alcanzado por las balas del atacante, empieza a desplomarse envuelto en una nuble de humo y llamas: la perfección de la técnica, la máquina imbatible cuyas líneas, puras y definidas, habían de convertirlo en el indiscutible amo de los cielos, es sojuzgada por un ingenio más pequeño y menos potente pero con más capacidad de maniobra; la definición de su contorno pierde el foco con el ataque del caza, su silueta se desdibuja y su vuelo arrogante finaliza con un aterrador fundido a blanco; el cachalote sucumbiendo a las dentelladas del tiburón o, como apunta Pierre Michon en el postfacio de la edición, Ahab dando improbable caza, por fin, a Moby Dick. Esa ínfima grabación en primera persona con la cámara que filma desde la ametralladora alemana es el desencadenante a partir del cual Pierre Bergounioux escribe B-17G (B-17G, 2001).

Fuente: http://afhra.maxwell.af.mil/photo_galleries/aaf_wwii_vol_vi/Captions/012_B-17.htm
En todo caso, y a pesar de la aparente superioridad en la lucha cuerpo a cuerpo del caza alemán —seguramente un Focke-Wulf—, intriga la falta de respuesta, por más desesperada que fuera, del B-17. Se les supone en medio del campo de batalla e inmersos en un conflicto cruel y duradero; se espera que la tripulación permaneciera alerta —existían ya mecanismos que advertían de la proximidad del enemigo antes del contacto visual—, y a los ocupantes de las torretas con ametralladoras preparados para repeler el ataque. Sin embargo, del B-17 no sale ni una sola bala, ningún proyectil disparado a la desesperada, ningún amago de evasión, nada; con la pasividad de un blanco móvil paralizado, la aeronave parece despertada de su letargo a traición y, sin oportunidad de réplica —la escapatoria es, técnicamente, inviable—, se precipita, vencida, envuelta en llamas.
"El piloto del caza ha de ser seguramente un virtuoso con multitud de víctimas a sus espaldas; todas aquellas que hizo entre las filas inglesas, francesas, polacas y, antes, puede que incluso entre los Polikarpov soviéticos de la aviación republicana, cuando servía a Franco en la Legión Cóndor. Comenzó por destrizar la carlinga, masacró a sus ocupantes y después —como se puede comprobar en los cambios aparentes de inclinación del bombardeo— giró ligeramente hacia la izquierda para incendiar los motores."
Bergounioux especula acerca de ese incidente acerca de la tripulación de la aeronave, rebuscando en sus probables orígenes y sus aspiraciones, y en la cadena de errores que llevaron a esos pobres desgraciados a surcar los cielos en busca de una muerte segura.
"La tripulación del 8º regimiento del Air Force tendría que haber sido reclutada en las costas del este o en las grandes ciudades y no en el sur rural, lleno de iletrados ignorantes y borrachos y de negros aterrorizados."
Un conjunto de desconocidos, unidos por el azar, obligados a establecer una relación parecida a la familiar, en la que todos dependen de cada uno, y a mostrar una confianza y una responsabilidad que, recién alcanzada la veintena, nunca han tenido que experimentar, carne de cañón poco acostumbrada al peligro y, mucho menos aún, a la vecindad de la propia muerte.
"Se conocen desde hace semanas. No hacía falta tanto para que las afinidades surgieran, como sucede cuando se reúne a jóvenes que provienen de las mismas tribus urbanas, relativamente cultos. Las enemistades espontáneas no obstante se atenúan, se neutralizan por el exilio, por la solidaridad vital que les produce el que tengan que enfrentarse conjuntamente a la muerte; una unión mucho mayor que la que pueden suscitar un mismo origen o el trabajo en equipo."
A medida que los instrumentos de destrucción se han hecho más potentes y eficientes, los conflictos bélicos han reducido su duración —la Guerra de los Cien Años se ha convertido en la Guerra de Los Seis Días—, pero el número de víctimas ha crecido de forma exponencial. La guerra se ha profesionalizado —todo el mundo es capaz de lanzar una piedra con más o menos acierto, muy pocos pueden pilotar un F-117 Nighthawk—, pero en ningún conflicto antiguo hubo tantas víctimas como en las guerras del siglo pasado, que, en su mayor parte, no fueron agentes bélicos profesionales. Entre ellos, esos jóvenes que cambiaron su destino y, desligándose de la tierra a la que estuvieron atados durante generaciones, trucaron su mono de trabajo por la vestimenta de piloto y el volante de su cosechadora por los cuernos de un bombardero.
"Son diez los miembros de la tripulación que llevan el miedo agarrado en la tripa y el temor a no saber cómo controlarlo. Temen tener que negarle la menor libertad a ese chico que eran tan solo unas horas antes. Son también los chicos que si conocieran el capítulo que sigue, dirían que no, rodarían por la hierba mientras lloran, se escaparían pesadamente, sin esperanza, con las grandes botas que hunden sus pies en la hierba. Respiran de nuevo el olor a verde, se les sube a la cabeza y asciende también por el prado como el año precedente en un valle de Wyoming o a lo largo de las verjas de Central Park, cuando iban al trabajo, hacia la sucursal del banco, a la pequeña fábrica de electrodomésticos y al instituto."
La realidad existe, con independencia de las palabras que usamos para revelarla. La existencia del pasado, de forma parecida, es independiente de la oportunidad o el acierto de nuestra evocación. A los tres segundos del ataque del caza alemán al B-17G les otorgamos estatuto de realidad porque quedaron registrados por una cámara y podemos reproducirlos a voluntad; pero no son menos reales las recreaciones literarias de Bergounioux referentes a las vidas particulares de la tripulación, a la puesta en marcha del escuadrón y a su periplo desde las llanuras inglesas hasta los cielos franceses y más allá, sobrevolando el nido de la serpiente; también el registro por escrito de esas especulaciones convierte una conjetura en realidad. Acaso sea este uno de los efectos colaterales de la escritura, la creación de realidades simultáneas a las realidades existentes; la mayor parte de la obra de Bergounioux está centrada en la creación de una Corrèze alternativa a la que figura en los mapas y en las descripciones físicas de esa región; en B-17G, en cambio, la invención no se dirige a objetos sino a hechos.
"La realidad, mientras pulveriza la imagen que nos hemos hecho de ella, nos recuerda su existencia, su realeza y su poder a través de la pérdida y del fracaso. Para poder comprenderla, y si se desea proyectarla a través del lenguaje articulado sobre el papel, hacen falta dos premisas: el vivirlo en carne propia y el que no se tenga ninguna prevención ni fin preciso, ni un pasado ni proyectos para el futuro, tener entonces menos de veinte años. De esas primeras experiencias es de donde las historias obtienen sus núcleos. Después uno se sosiega. La vista baja. Las arterias se coagulan. Gana el anquilosamiento. Y se abandonan los lugares extraños y peligrosos en los que la vida se inventa, donde el presente enseña una sola cara, como son las orillas de Troya, el aire caliente y lleno de espejismos de la Mancha y de Castilla que se reflejan en las aspas capciosas de los molinos. Uno busca refugio, la sombra de un terebinto, una habitación de corcho en el bulevar Haussman en París en donde poder estar hasta el fin de los días, o de las noches, mientras se intenta ver algo en claro. Es allí donde el hombre disminuido y envejecido, asmático, manco, ciego, habrá de preguntar que sucedió a esta versión matinal, mal esbozada de sí mismo que se vio mezclada en sucesos que no supo en su momento ni comprender ni pensar."
El procedimiento, pues, está fijado: primero experimentar, después escribir. Lo primero, únicamente en la juventud; lo segundo, solo en la vejez. Y no puede haber intercambio, el curso del proceso es innegociable. Como dice Pierre Michon en el postfacio, "Pierre B. escribe lo que otros escritores escribieron antes que él con las palabras justas, de un modo diferente, una actividad que se practica desde hace tres o cuatro mil años con el nombre de literatura. Encuentra unas nuevas palabras justas, tritura la cuchilla segadora. Cambia el ángulo de corte."

Pero Bergounioux se busca también sus cómplices, en el terreno literario, a los que reconoce su protagonismo: Saint-Exupéry, el piloto de guerra que comprendió su tarea como escritor; Hemingway, el escritor que escribió como si la escritura fuera una guerra; Faulkner, el escritor que no pudo ser soldado y convirtió sus novelas en un campo de batalla; y, finalmente, Shakespeare, el autor que, a tres siglos de distancia, lo comprendió todo porque no se centró en los hechos sino que analizó la naturaleza humana; y esta, a diferencia de la tecnología, no ha experimentado ningún cambio desde el garrote hasta la bomba atómica.


Calificación: *****/*****

Otros recursos relativos al autor en este blog:
Notas de Lectura de Le grand sylvain
Notas de Lectura de El río de las edades
Notas de Lectura de La huella
Notas de Lectura de Un poco de azul en el paisaje
Notas de Lectura de Una habitación en Holanda
Notas de Lectura de Carnet de notes 1980-1990
Notas de Lectura de Carnet de notes 1991-2000
Notas de Lectura de Carnet de Notes 2001-2010

No hay comentarios: