3 de mayo de 2021

La anomalía

 

La anomalía. Hervé Le Tellier. Seix Barral, 2021
Traducción de Pablo Martín Sánchez

El 24 de junio de 2021, un Boeing 787 de Air France procedente de París con más de 200 personas a bordo, recién salido de una formidable tormenta que ha afectado a sus instrumentos, es interceptado por las fuerzas aéreas estadounidenses y desviado al aeropuerto de una base militar. La razón es que tres meses antes, el 10 de marzo, ese mismo avión, con la misma tripulación e idéntico pasaje, después de atravesar una tormenta parecida, aterrizó en el aeropuerto JFK de Nueva York. El propio incidente y las consecuencias en la vida de los viajeros de ambos vuelos son el objeto de La anomalía (L'anomalie, 2020), última novela publicada del oulipiano Hervé Le Tellier, víctima del Premio Goncourt 2020, y traducida por el también oulipiano Pablo Martín Sánchez.

Esa anomalía afecta de formas diferentes al pasaje; pero las consecuencias de esta inaudita situación ―materializada en la narración de los encuentros, un falso final de la novela que, de hecho, es el verdadero principio, la situación en la que la tensión narrativa es más sólida, cuando la trama despega realmente― abarcan un amplio espectro de posibilidades en cuyo planteamiento asoma la formación matemática del autor: Blake, un asesino a sueldo minucioso y calculador, se carga a su doble para evitarse problemas; Slimboy, un rapero nigeriano que le ha dado un vuelco a su carrera alineándose con los defensores de la libertad sexual, forma un dúo con el suyo; Joanna, una brillante abogada negra, se encuentra a la suya casada, embarazada y con un sustancioso contrato; Lucie, una madura y contrariada montadora cinematográfica que había conocido y despechado a un arquitecto tan solitario y desengañado como ella, le declara la guerra a su otro yo, que solo logrará detener la determinación de su hijo, un preadolescente aficionado a Dungeons & DragonsDavid, el piloto del vuelo, asiste a la muerte de su doble, afectado por un cáncer, que, debido a ese fallecimiento y a la prueba a la que se somete, acaban de diagnosticarle, anticipándole una pronta e inaplazable condena a muerte; otro par de dobles se pasean por los platós televisivos explotando su efímera fama; una pareja enfrenta la ruptura definitiva, incapaz de asumir la duplicación; en general, la sensación de la mayoría de los viajeros es que se les está brindando una segunda oportunidad, caída del cielo, que debe permitirles rectificar los errores cometidos en la primera versión de la historia.

Mención aparte merece otro de los pasajeros, el más singular, el personaje central, por varias razones. En el pasado, Miesel es un escritor mediocre que sobrevive a base de traducciones de olvidados autores eslavos y algún bestseller ocasional. Como consecuencia del accidentado viaje de marzo, y más como colofón a una vida desaprovechada que por motivos literarios, ya que su intención es contar la historia pero duda acerca de "cuántos relatos simultáneos puede aceptar un lector", escribe un libro titulado La anomalía ―algunas citas del cual son utilizadas como epígrafes por Le Tellier en su propia Anomalía―, tras cuya ejecución se suicida; el individuo que ha aterrizado el 24 de junio se encuentra, pues, sin doble con el que relacionarse y debe enfrentarse, solo, a las consecuencias de su obra.

El hecho de que sea un vuelo internacional provoca un caos diplomático; en los Estados Unidos, destino del vuelo, se crea un comité de expertos para valorar la situación, que aporta tres hipótesis de trabajo: la existencia de un agujero de gusano que desdobló el vuelo; la de la copia en 3D de material biológico y la que parece más plausible, o, al menos, la que cuenta con más partidarios: la que sustenta que somos el producto de un experimento, llevado a cabo por una conciencia superior o una civilización más avanzada tecnológicamente, que nos convierte en seres virtuales; tres hipótesis, por cierto, teóricamente plausibles ―incluida la tercera―, formuladas a lo largo del siglo XX bajo criterios científicos y publicadas en revistas especializadas.

Hasta aquí la trama, pero la lectura que se detuviera en este punto, y considerara La anomalía un puro juego intelectual que trata de responder al clásico "¿qué pasaría si...?" con más o menos originalidad y mediante los recursos que la ya prolongada historia de la novela, y particularmente los que aportó el siglo XX desde el movimiento modernista, ha dotado al género, sería una lectura superficial que no ahondaría en la multiplicidad de facetas que pone en juego Le Tellier y que merecen una atención más minuciosa que trascienda lo que aparece a simple vista; La anomalía es una novela de novelas y, como tal, llena de recovecos que merecen ser visitados.

Para empezar, y como no podría ser de otra manera tratándose del presidente del Oulipo, los numerosos referentes literarios y paraliterarios: el propio libro, La anomalía, es el título también del libro que ha escrito Miesel y que le ha llevado al suicidio; la alusión al azar en la frase de Mallarmé "un coup de dés jamais n'abolira le hasard", conceptualmente emparejado con Sartre; la referencia a El hombre de los dados, tan oulipiano en el fondo y en la forma; y las citas camufladas de  Queneau, Perec, Boris Vian y Tolstoi. Hace poco, comentaba en este mismo lugar que Mathias Enard, probablemente el escritor menos francés de los escritores franceses vivos, había escrito uno de los libros más franceses que es posible escribir (El banquete anual de la Cofradía de Enterradores); según ese mismo rasero, podría decirse que Le Tellier, un escritor plenamente francés, ha escrito, en su intento triunfante de deslocalización paródica, el libro menos francés de los publicados recientemente en el hexágono ―tanto, que aventuro la hipótesis de que si La anomalía se llamara The anomaly y estuviera escrito en inglés, podría pasar, formalmente, como una novela americana―.

Probablemente, el núcleo de la novela lo constituye la paradoja ―no será la única― de la confrontación con uno mismo y las consecuencias de ese enfrentamiento; en este caso, y debido al hueco temporal entre ambos vuelos, volver a vivir esos tres meses contaría con la ventaja de conocer el desenlace si no fuera por la inconcebible existencia, en paralelo, de ese doble que es, en realidad, quien los ha vivido; se podría aprovechar la experiencia acumulada por este, pero solo relativamente porque ese lapso temporal ha duplicado la identidad, y el doble, a pesar de no ser una copia del individuo, tampoco es él ―no existe un original y una copia, ambos individuos son, a la vez, reales y verdaderos―. Como consecuencia de esa paradoja, Le Tellier especula acerca de la capacidad del ser humano para reaccionar ante lo inverosímil y de las trampas cognitivas que hacen falta para aceptar esa inverosimilitud sin asumirla completamente, como la ceguera voluntaria ante lo evidente, el recurso a las respuestas religiosas o, directamente, la amnesia.

Está en juego la naturaleza de la realidad, las interacciones de esta con nuestra percepción y las consecuencias de las distintas ubicaciones posibles, verosímiles y congruentes en el eje de coordenadas objetividad-subjetividad y realidad-irrealidad; la redefinición, en ese sistema, de los conceptos de intención, voluntad y libre albedrío.

Si el ser humano se ve obligado a aceptar realidades alternativas, ¿dónde debe buscarse la verdad? Cuando la realidad y la virtualidad coinciden en el tiempo y en el espacio, ¿cómo puede distinguirse lo real de lo virtual? Aún más, ¿hasta qué punto importa esa distinción? ¿Puede existir una verdad para cada realidad, o la Verdad Absoluta es indomeñable y siempre debe prevalecer por encima de la realidad? ¿Cómo responde el entendimiento a esa multiplicidad? ¿Y la identidad, en el caso de la duplicación, cuál de los sujetos la sustenta, teniendo en cuenta que no existen personajes verdaderos y personajes falsos?

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