18 de marzo de 2019

14 de julio

14 de julio. Éric Vuillard. Tusquets Editores, 2019
Traducción de Javier Albiñana
"Hay que escribir lo que se ignora. En puridad, se desconoce lo que ocurrió el 14 de Julio. Los relatos que poseemos son encorsetados o descabalados. Hay que plantearse las cosas a partir de la multitud sin nombre. Y debe relatarse lo que no está escrito."
En el mes de abril de 1789, aparentemente de forma coordinada -aunque en realidad no es así, lo único coordinado es el hambre, las pésimas condiciones de vida y la pobreza- estallan a lo largo de toda Francia una retahíla de revueltas de la gente más desfavorecida. Incapaces de deducir las razones de tanta desigualdad, no exigen propuestas que les favorezcan, pero sí que conocen a los beneficiarios y causantes de esa situación. Los Estados Generales ignoran ya no sus peticiones sino su misma existencia, así que no tienen más remedio que tomarse la justicia por su mano y, en ausencia de sus dueños -bien refugiados en alguna otra residencia a salvo de las hordas famélicas-, la toman contra los palacetes y domicilios fruto de la especulación y la explotación. Las esquilman de todos los bienes allí acumulados por sus propietarios -sobre todo los de primera necesidad: grano, vino...-, pero el verdadero símbolo de esas revueltas no es el robo ni el saqueo -muchos de los objetos que encuentran ni siquiera saben para qué sirven, si es que sirven para algo más que para la ostentación- sino la destrucción.
"Sí, aquí, en la casa de Réveillon, todo se troca en lujo, telas, espejos, pequeños útiles para peinarse, maquillarse, rizarse el pelo entre gentiles amorcillos. Sí, todo se transforma en todo, el cordel en cordón de cortinas, la hoz en lindas tijeras, el calzón en batín, los orines del penco en hilera de frascos de perfume. Sí, aquí la mosca es una abeja pintada en el dintel, el pozo es una fuente, la madera cariada un parterre, la turba pringosa un bonito parqué, los desesperos de cada día una clase de piano, el tejado con goteras se convierte en otro piso, y un amasijo de miles de barracas se metaforsea en folie. Sí, era hermosísima la folie Titon. Pero ahora, sus colchones iban a vomitar sus tripas de lana y sus zapatos a perder los tacones."
Pero en el caso de la manufactura Réveillon, el fabricante del papel pintado que puso de moda María Antonieta, la represión es feroz: los soldados acaban con la vida de más de trescientos saqueadores en su intento de restablecer la normalidad; lo que no saben, ni ellos ni los desconsolados familiares de los desaparecidos es que la semilla, lejos de ser eliminada, ha quedado depositada en suelo fértil.

Los barrios populares de París, los muelles del Sena y los caóticos asentamientos de chozas precarias guardan el duelo por los caídos; se echa en falta a los ausentes y se reconoce a los caídos; su ausencia pasará desapercibida excepto, si acaso, para sus parientes más allegados. Mientras tanto, en la folie Réveillon se confecciona el inventario de los desperfectos y se valora su reposición.

Versalles es el lugar donde la desigualdad se muestra con más crudeza: el lujo de la construcción, los pasatiempos onerosos de sus habitantes, la esquisitez de las viandas que, desde el campo, llegan a sus cocinas, contrastan con la pobreza, la suciedad y la ruina de los empleados en su construcción, viviendo en insalubres chabolas de tablones y barro, jugándose un cuartillo por unos céntimos, sobreviviendo a costa de las sobras del banquete de los poderosos.

Con una deuda pública incalculable, el caldo de la revolución está en marcha, solo hace falta que el descontento del pueblo llano encuentre una vía de escape, y los diputados del Tercer Estado, en realidad tan ajenos a las demandas de la población como los otros dos, pero viendo el peligro para sus propias posiciones, van a prestar legitimidad política a aquellas demandas.
"París pertenece ahora al pueblo. Todo está trastocado. Agudizado. La gente se baña en las fuentes. Ha caído la noche. Pequeños grupos llegan hasta las barreras. Son cuadrillas de obreros, carpinteros, sastres, gente normal, pero también mozos de cuerda, desempleados, menesterosos, salidos directamente de su tenderete o del puerto del Trigo. Y, en la noche de la gran ciudad, saltó entonces una chispa, un grito fulgurante. La oficina de tasas de entrada fue incendiada. Luego otra. Y otra más. Las barreras ardían. Lo que arde proyecta sobre lo que nos rodea algo fascinante. Bailamos en torno al mundo que se trastorna, la mirada se pierde en el fuego. Somos paja."
Como una mancha de aceite que se extiende en silencio a lo largo del Sena, la revuelta toma París y, defendiéndose de las cargas de la guardia tras improvisadas barricadas de sillas y escobas, la determinación de los sin nombre prende la mecha de la revuelta.
"Durante la noche del 13 al 14 de julio, que es, yo creo, la noche de las noches, la Natividad, la más terrible noche de Navidad, el Acontecimiento, la chusma, como suele decirse, los más pobres, en suma, aquellos a los que la Historia dejó hasta ese momento pudrirse en el arroyo, armados con fusiles, espetones, picas, hacen que les abran las puertas de las casas y que les sirvan comida y bebida. En lo sucesivo, la caridad no bastará. Son vagabundos de aspecto aterrador, cuentan las crónicas. Bandas de burgueses circulan por las calles para restablecer el orden; colgaron de las farolas a cuatro desgraciados, aquí y allá, a los que remataban a tiros de fusil."
Los requerimientos del pueblo no son muy exigentes, comer, engendrar hijos, vivir, pero la sombra del poder absoluto es ambiciosa y se adueña también de lo que no va a usar con el solo fin de que nadie pueda aprovecharse. Esa ambición desmedida lo llevará a su perdición cuando los que no tienen nada que perder hagan su apuesta.
"De minuto en minuto, la multitud iba haciéndose más densa. Las verjas comenzaron a temblar en su zócalo de piedra. Al poco, había allí decenas de miles. Y miles de personas no son una manifestación estudiantil, no pueden dispersarse a porrazos. Versalles había enmudecido, el anciano marqués no sabía ya qué hacer. Los grandes acontecimientos sobrevienen con frecuencia así, el poder ha quedado vacío, guarda silencio, acaso por prudencia, y los altos funcionarios dudan mientras los dados ruedan sobre la mesa."
El edificio más grande de París, considerada la capital como una entidad política, no solo como una ciudad, es el palacio de Versalles; el segundo, la cárcel de la Bastilla.
"Dicen que aquel día se juntaron cerca de doscientas mil personas en torno al monstruo, lo que representa la mitad de la ciudad, sin contar a los recién nacidos, los ancianos y los enfermos; es decir, que está todo el mundo. Debe ser un gentío fabuloso, una especie de totalidad. Lo nunca visto. La totalidad se nos escapa siempre. Pero allí, aquella mañana, aquel 14 de julio, hay hombres, mujeres, obreros, pequeños comerciantes, artesanos, incluso burgueses, estudiantes, pobres; y no faltarán numerosos rufianes de París, atraídos por el desorden y por la increíble ocasión, pero quizá también, como todo el mundo, por algo más difícil de expresar, más imposible de perderse, más gozoso."
Vuillard encuentra nombres, pero no encuentra más protagonistas que aquellos que han trascendido, y expresa sus dudas acerca de su relevancia en los acontecimientos sucedidos ese 14 de julio de 1789 (14 juillet, 2016); así que cede ese incógnito protagonismo a las multitudes sin nombre, sin cualificación, sin objetivo concreto, convencido de que esa nómina no recoge los nombres de la multitud sino la multitud sin nombre, los olvidados en todos los grandes hechos, los que parece que solo sufren las consecuencias. 14 de julio es el homenaje a esa multitud de quien solo se conoce, si acaso, el nombre y la procedencia o la profesión, identidades volátiles, recreadas o inventadas, procedentes de listas de dudosa fiabilidad, cuya fuerza tiene sentiudo únicamente como turba, como conjunto, ingobernable en su complejidad, presentes por casualidad, homogéneos en su disparidad.
"Resulta curioso cómo lo trivial se entrevera en la historia del hombre, cómo lo común se codea con lo ideal. Aquí estamos muy lejos del Antiguo Régimen, muy lejos de la retórica del honor, que nada tiene de ideal, y de los grandes episodios relumbrantes de la monarquía, muy lejos de Bayard y del Rey Sol. En el momento en que el tiempo está a punto de quebrarse, en que la voluntad humana debe franquear una etapa descabellada, un tipo se rompe tontamente la crisma. Pero lo sublime vuelve a imponerse."
La ola, transformada en marea por acumulación y sin guía que la dirija, diríase que sin objeto definido, inunda las calles adyacentes a la fortaleza y, como un solo hombre, se dirige a las puertas. No es la fe sino la inconsciencia, la voluntad sin propósito, lo que hace sospechar que más que una ciudadela, la prisión es un símbolo, y que quien se adueña del símbolo se apropia del significado. La Bastilla, aparte de unos pocos presos, alberga en su interior y en su concepción los elementos que van a permitir su destrucción.
"El 14 de Julio hubo varios gigantes. Delorme. Hulin. Y ahí está Réol. Tiene un nombre de dios. En realidad se llama Mercier, es vinatero. Lo llaman también Vive l'Amour. El humo no va con él. Pierden el tiempo. No se ve nada, imposible luchar. Hay que apartar esas dos carretas que arden en medio del patio. Grita que le ayuden; levantan los varales; ¡oh!, quitan de ahí la gran barbacoa, la izan, avanzan medio paso; ¡y luego, soltad, soltad! Un tipo se ha chamuscado el pelo. Le pegan un puntapié a Canivet; el chiquillo se esconde bajo la carreta. La caravana de ceniza y humo bordea los cuarteles en llamas."
Hace falta un asedio en toda regla para tomar la prisión; un cerco preceptivo o un cúmulo de casualidades, el azar favorable, una pizca de imaginación y mucha suerte. Todo ello coincide en un mismo momento y lugar, ante, primero, la incredulidad y, después, la sorpresa de los mismos asediadores. La marea se ha transformado en ciclón.
"Pero aquello fue también muy serio. Se hicieron por fin con la pólvora. Cada cual cogió la que quiso. Aquella misma noche el pueblo entero estaba en armas. En las cuatro esquinas de la ciudad, la gente repetía que se había tomado la Bastilla, que sus puertas estaban abiertas. El júbilo prendió en todo el mundo. Descargas de artillería celebraban la victoria. Hubo una semana de festejos públicos, de abrazos fraternales. Y la noche del 14 de julio fue sin duda la más agitada, la más feliz, pero también la más atormentada que haya conocido ciudad alguna."
Al dar voz a los sin voz, Vuillard hace descender los hechos históricos del pedestal de la academia a pie de calle; no cambia a los protagonistas, que siguen siendo los grandes hombres inmortalizados por las crónicas -y que si aparecen en el texto lo hacen de forma fugaz, acaso con vergüenza, subrepticiamente-, sino que centra el foco de atención en la revolución subyacente, sin la cual los grandes movimientos históricos tal vez no hubieran tenido lugar.
"Corrían en todas direcciones. Cada uno tomaba el camino más corto hacia la verdad."
"14 de julio, oú le peuple entre pour première fois sur la scène du monde", escribió Vuillard en la dedicatoria de mi ejemplar; se trata precisamente de eso, no tanto de un cambio de protagonista como de la asunción, por parte del pueblo, del carácter de sujeto.
"Sí, a veces, cuando el tiempo es demasiado gris, cuando el horizonte es demasiado mortecino, deberíamos abrir los cajones, romper los cristales a pedradas y arrojar los documentos por la ventana. Los decretos, las leyes, los atestados, ¡todo! Y todo eso caería, se vendría abajo lentamente, llovería sobre la calle. Y revolotearía en la noche, como esos papeles grasientos que, después de la feria, se arremolinan bajo el tiovivo. Sería bonito, y divertido, y regocijante. Los miraríamos caer, felices, y deshacerse, hojas volantes, muy lejos de su temblor de tinieblas."
Calificación: ****/*****

Por cierto, un comentario dirigido a los editores en general y a los de Tusquets y Edicions 62 en particular: el cuadro de Eugène Delacroix "La libertad guiando al pueblo" representa una escena de la revolución de julio de 1830 contra Carlos X; sería de agradecer que, a pesar del carácter icónico del lienzo, dejara de utilizarse para las portadas de los libros relativos a la revolución de 1789. 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Con la ayuda de un hombre llamado Dr.Ogbes pude quedar embarazada. Tengo 56 años de edad, fue muy difícil para mí quedar embarazada, aunque mi esposo me ama, pero realmente me dolió no tener mi propio hijo, pero después de muchos años me encontré con el Dr. Agbes cuya dirección de correo electrónico es Landofanswer@hotmail.com o puede contactarlo directamente en su número de teléfono +2347050270227. Me dijo que me enviaría unas Hierbas para que las bebiera, y que quedaría embarazada una semana después de las Hierbas. Tengo 7 meses de embarazo y también me gustaría Aconseje a todos los que busquen ayuda para quedar embarazada que se pongan en contacto con este hombre a través de su dirección de correo electrónico en Landofanswer@hotmail.com o llamen a su número de teléfono celular +2347050270227.