25 de marzo de 2019

La única historia

La única historia. Julian Barnes. Editorial Anagrama, 2019
Traducción de Jaime Zulaika
"¿Preferirías amar más y sufrir más o amar menos y sufrir menos? Creo que, en definitiva, esa es la única cuestión."
Julian Barnes no es, probablemente, el escritor más dotado de su generación -esa generación británica que un editor avispado bautizó como el Dream Team-; tal vez no alcance la perfección técnica y la amplitud de registros de Ian McEwan, pero es indudable  que es el escritor más elegante -Barnes es, en este sentido, el autor británico más francés- y que, sin grandes aspavientos y evitando técnicas dudosas, saca más partido del estudio psicológico de sus personajes. También es, sin duda, el autor más clásico, dicha sea esta característica con el sentido más respetuoso. La única historia (The Only Story, 2018) es una de sus mejores novelas de madurez y viene a corroborar con creces todo lo anterior.
"Estoy rememorando el pasado, no reconstruyéndolo [...]. No intento tejer una historia, estoy tratando de contar la verdad."
Paul, el protagonista y narrador -en primera instancia-, es un personaje que replica el ambiente cómicamente british, una muestra de las rarezas implícitas a los habitantes canónicos de las islas; cómodamente ubicado en una serena madurez, no evita la ironía con que la sensatez de la edad dota a los recuerdos a la hora de descubrir a ese Paul casi vienteañero y universitario. Ese ese inexperto Paul quien, en un club de tenis -y sin la más mínima intención- conoce y cae perdidamente enamorado de Susan, una mujer de cuarenta y ocho años rutinariamente casada y madre de dos hijas mayores que él. La historia de su relación, sobre todo en sus primeros compases, es el núcleo de la novela.
"Espero que se entienda que lo estoy contando todo tal como lo recuerdo. Nunca he llevado un diario, y la mayoría de los protagonistas de mi historia -¡mi historia! ¡mi vida!- han muerto o están desperdigados. Así que no necesariamente estoy relatando las cosas en el orden en que sucedieron. Creo que existe una autenticidad distinta de la memoria, y que no es inferior. La memoria clasifica y criba con arreglo a las exigencias de quien rememora. ¿Tenemos acceso al algoritmo de sus prioridades? Probablemente no. Pero yo presumiría que la memoria prioriza lo más útil para orientar al poseedor de estos recuerdos. De modo que habría un interés personal en que los más felices sean los que afloren antes. Pero es solo una conjetura."
La situación teórica que se plantea es una relación entre un mozalbete sexualmente imparable pero emocionalmente inmaduro con una mujer sensata en el plano afectivo aunque con una vida sexual ya liquidada. Eso, en teoría, porque en esos casos, al igual que en otros parecidos, nada es como se supone.

El hecho que presta vida literaria al retrato de Paul no es tanto el contenido de la historia que relata como el hecho de que lo haga desde la perspectiva de sus setenta años.
"-Sí y no. Pero no lo olvides nunca, señorito Paul. Todo el mundo tiene su historia de amor. Todo el mundo. Puede haber sido un fiasco o no, puede haberse quedado en agua de borrajas, hasta puede ser que ni siquiera haya existido, que haya sido puramente mental, pero no por eso es menos real. A veces ves a una pareja que parece morirse de aburrimiento juntos y no te imaginas que puedan tener algo en común o por qué siguen viviendo juntos. Es porque en su día tuvieron su historia de amor. Todo el mundo la tiene. Es la única historia."
En cuanto al contenido profundo de la historia, es sorprendente cómo, desde la madurez, Paul es capaz de ponerse en la piel del Paul adolescente, de reproducir sus deseos y sus pensamientos, separando estos de las actualizaciones posteriores, las ejecutadas en su edad adulta, en el tiempo comprendido entre la ruptura con Susan y la actualidad, unas actualizaciones que solo podemos deducir por sus efectos, ya que, como meros espectadores pasivos, no podemos saber nada de ese período.
"Siempre recordaba lo que ella le había dicho cuando se fueron de la casa de Joan aquel día. Como la mayoría de los hombres jóvenes, en especial los que vivían su primer amor, había visto la vida -y el amor- como una contienda entre los que ganaban y los que perdían. Él, por supuesto, era un ganador; Joan, suponía, era una perdedora o, más probablemente, ni siquiera competía. Susan le había corregido. Le había señalado que todo el mundo tiene su historia de amor. Aunque fuese un fiasco, aunque se quedara en nada y nunca funcionase, aunque de entrada todo hubiera sido puramente mental: no por eso era menos real. Y era la única historia." 
Calificación: ****/***** 

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