Traducción de Simona Okrabec
"El mal es fuerte, es una savia pútrida que continua envenenando la historia". Del prólogo de Claudio Magris.
Boris Pahor enfrenta al lector al horror; es cierto que existen multitud de textos escritos por supervivientes de los campos de concentración y de exterminio nazis -en este caso, Natzweiler Struthof, pero aunque los hechos sean los mismos, o parecidos, las experiencias de los protagonistas no tienen por qué ser repetidas, porque ese horror se ejerció sobre individuos, por más que los verdugos, a medias como justificación y a medias como tesis, intentaran por todos los medios la aniquilación del sentimiento de individualidad.
La tesis de Pahor es sencilla: para poder sobrevivir, el horror debe ser relativizado, pero nunca domesticado hasta el extremo de acostumbrarse a él: para disfrutar del seguir viviendo es necesario tener la muerte siempre presente.
"Hoy día somos pobres por el exceso de imágenes y de impresiones."
Se pregunta Magris si es lícito utilizar juicios estéticos para un testimonio del mal absoluto; tal vez no sea ésta la cuestión. Aparte de sus méritos literarios, estéticos, por tanto, es posible que la lectura de Necrópolis deba hacerse desde la asepsia con la que se lee, por ejemplo, un manual de instrucciones de un aparato electrónico, porque en el caso de que sea el alma lo que pone el lector es posible que la herida resultante sea incurable.
"Sobre la muerte, como también sobre el amor, uno puede hablar sólo consigo mismo y con la persona amada con la que se ha unido. Ni la muerte ni el amor soportan testigos."
La diferencia entre morir y sobrevivir puede estar en la facilidad para aprender un idioma o en el cuidado procurado a una venda que había envuelto una pequeña herida en un dedo, y que mientras fuera conservada podía ocultar la curación e impedir el traslado del preso a los trabajos forzados. Tan leve e insustancial es esa diferencia, y tan poco poder tiene el preso sobre su destino.
"... las adversidades... estaban ya tan unidas a nuestro ser que nos movíamos dentro de ellas como sonámbulos."
Necrópolis es, una vez más, una lección que la humanidad no debería olvidar, no sólo para que no se repitiese jamás -aunque tal vez ya llegamos tarde...-, sino también para aprender a sobrevivir a una experiencia como aquella.
"Porque la condición más importante para tener alguna posibilidad de sobrevivir es la eliminación de todas las imágenes que no pertenecen al reino del mal."
Vídeo: Entrevista a Boris Pahor
Boris Pahor enfrenta al lector al horror; es cierto que existen multitud de textos escritos por supervivientes de los campos de concentración y de exterminio nazis -en este caso, Natzweiler Struthof, pero aunque los hechos sean los mismos, o parecidos, las experiencias de los protagonistas no tienen por qué ser repetidas, porque ese horror se ejerció sobre individuos, por más que los verdugos, a medias como justificación y a medias como tesis, intentaran por todos los medios la aniquilación del sentimiento de individualidad.
La tesis de Pahor es sencilla: para poder sobrevivir, el horror debe ser relativizado, pero nunca domesticado hasta el extremo de acostumbrarse a él: para disfrutar del seguir viviendo es necesario tener la muerte siempre presente.
"Hoy día somos pobres por el exceso de imágenes y de impresiones."
Se pregunta Magris si es lícito utilizar juicios estéticos para un testimonio del mal absoluto; tal vez no sea ésta la cuestión. Aparte de sus méritos literarios, estéticos, por tanto, es posible que la lectura de Necrópolis deba hacerse desde la asepsia con la que se lee, por ejemplo, un manual de instrucciones de un aparato electrónico, porque en el caso de que sea el alma lo que pone el lector es posible que la herida resultante sea incurable.
"Sobre la muerte, como también sobre el amor, uno puede hablar sólo consigo mismo y con la persona amada con la que se ha unido. Ni la muerte ni el amor soportan testigos."
La diferencia entre morir y sobrevivir puede estar en la facilidad para aprender un idioma o en el cuidado procurado a una venda que había envuelto una pequeña herida en un dedo, y que mientras fuera conservada podía ocultar la curación e impedir el traslado del preso a los trabajos forzados. Tan leve e insustancial es esa diferencia, y tan poco poder tiene el preso sobre su destino.
"... las adversidades... estaban ya tan unidas a nuestro ser que nos movíamos dentro de ellas como sonámbulos."
Necrópolis es, una vez más, una lección que la humanidad no debería olvidar, no sólo para que no se repitiese jamás -aunque tal vez ya llegamos tarde...-, sino también para aprender a sobrevivir a una experiencia como aquella.
"Porque la condición más importante para tener alguna posibilidad de sobrevivir es la eliminación de todas las imágenes que no pertenecen al reino del mal."
Vídeo: Entrevista a Boris Pahor
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