30 de abril de 2018

Shakespeare IV


Con motivo del cuarto centenario de la muerte de William Shakespeare, el mes de octubre de 2015, Hogarth Press, la editorial fundada en 1917 por Leonard y Virginia Woolf y reactivada en 2012, anunció el proyecto Hogarth Shakespeare, que consistía en proponer a ocho escritores contemporáneos la reeescritura de otras tantas obras de teatro de Shakespeare en forma de novela; ignoro cuál fue el criterio de los encargos, aunque algunos son fácilmente deducibles. Esta arriesgada apuesta, de cuyo éxito o fracaso darán cumplida cuenta los textos a medida que vayan publicándose -el último está previsto para mayo de 2021-, alcanza su cuarta entrega con Macbeth (Macbeth, 2018) por parte del escritor noruego de novela negra Jo Nesbo, una revisión de la obra del mismo título, la más corta y una de las más intensas de las obras del bardo.

Como en otras ocasiones, esta inmersión shakespeareana constará de la relectura de la obra original, la de una traducción al castellano y de la versión contemporánea de Hogarth Shakespeare; también, para ampliar el ángulo de visión, incluiré algunos recursos extras, de entre la infinitud existente, para hacer más completo el chapuzón.



Macbeth. William Shakespeare.  Bloomsbury Publishing, 1997
Edición de Kenneth Muir
La versión original que he escogido, como en otras ocasiones, es la que ha llevado a cabo el  sello editorial Bloomsbury en su colección Arden Shakespeare, fiel y cuidada, y con un armazón de comentarios y notas al pie muy útil, al menos, para los lectores no anglosajones.
Macbeth. William Shakespeare. Ediciones Cátedra, 2005
Edición bilingüe del Instituto Shakespeare dirigida por Miguel Ángel Conejero
Las traducciones al castellano del Instituto Shakespeare tienen la garantía de la fidelidad al original, aunque algunas veces una traducción tan académica pueda llegar a comprometer la interpretación del texto; en este caso, la edición bilingüe permite, en los pasajes más comprometidos, ir a la fuente sin tener que cambiar de libro, una facilidad a tener en cuenta.

Macbeth, general del ejército de Duncan, rey de Escocia, es informado por unas augures de los designios que le esperan en el futuro: la gloria en la batalla, los títulos de Glamis y Cawdor, y la corona del reino. Al ver el cumplimiento de las dos primeras profecías, hará todo lo posible, con la complicidad de su esposa, por hacer cumplir la tercera sin detener su ambición ante dificultad alguna. 

"The raven himself is hoarse
That croaks the fatal entrance of Duncan
Under my battlements. Come, you spirits
That tend on mortal thoughts, unsex me here,
And fill me from the crown to the toe top-full
Of direst cruelty! make thick my blood;
Stop up the access and passage to remorse,
That no compunctious visitings of nature
Shake my fell purpose, nor keep peace between
The effect and it! Come to my woman's breasts,
And take my milk for gall, you murdering ministers,
Wherever in your sightless substances
You wait on nature's mischief! Come, thick night,
And pall thee in the dunnest smoke of hell,
That my keen knife see not the wound it makes,
Nor heaven peep through the blanket of the dark,
To cry 'Hold, hold!'"
Siguiendo esa senda, asesina a Duncan provocando la huida de los hijos de este y su inculpación; y encarga la muerte de Banquo, que fue testigo de la profecía, y de Fleance, su hijo, anunciado heredero del trono; pero despierta la desconfianza de Macduff, un noble escocés fiel a Duncan, que conspira para matarle.
"Methought I heard a voice cry 'Sleep no more!
Macbeth does murder sleep', the innocent sleep,
Sleep that knits up the ravell'd sleeve of care,
The death of each day's life, sore labour's bath,
Balm of hurt minds, great nature's second course,
Chief nourisher in life's feast."
Una segunda aparición le da las tres claves para su futuro: el aviso de que se cuide de Macduff; el anuncio de que nadie nacido de mujer le hará ningún daño; y la aseveración de que permanecerá invicto hasta que el bosque de Birnam avance contra él. Ante el asesinato de su esposa e hijos, Macduff, con la ayuda de algunos nobles enemistados con Macbeth, de Malcolm, el hijo de Duncan, y el rey de Inglaterra, planea regresar a Escocia y acabar con el tirano.
"Yet here a spot [...] Out, damned spot! out, I say!--One: two: why,
then, 'tis time to do't. Hell is murky! Fie, my
lord, fie! a soldier, and afeard? What need we
fear who knows it, when none can call our power to
account? Yet who would have thought the old man
to have had so much blood in him."
Pero las profecías -recuérdese la imprecisión de los oráculos clásicos, por ejemplo- han sido mal interpretadas y Macbeth, después del fallecimiento de su esposa, es derrotado y muerto por Macduff.
"To-morrow, and to-morrow, and to-morrow,
Creeps in this petty pace from day to day
To the last syllable of recorded time,
And all our yesterdays have lighted fools
The way to dusty death. Out, out, brief candle!
Life's but a walking shadow, a poor player
That struts and frets his hour upon the stage
And then is heard no more: it is a tale
Told by an idiot, full of sound and fury,
Signifying nothing."


Macbeth. Jo Nesbo. Editorial Lumen, 2018
Traducción de Lotte Katrine Tollefsen
El escenario de este Macbeth de Jo Nesbo es una ciudad postindustral, situada en un enigmático norte de Europa, azotada por la crisis y la descomposición social y regida, como verdaderos poderes fácticos, por los dueños de los casinos, los magnates del tráfico de estupefacientes y los políticos corruptos. Hekate posee el monopolio de la droga, protegido por los Norse Riders; Duncan es el jefe de la policía antidroga; y Macbeth, el comandante de la Guardia Real, un cuerpo policíaco extraoficial. Después de una exitosa operación antidroga, Macbeth es nombrado jefe de la sección de Crimen Organizado en detrimento de Duff, su colega y amigo desde una turbulenta infancia de orfanato, que se cree más capacitado para el puesto.

Macbeth es un individuo ambicioso pero leal, pero su esposa, Lady, dueña de un casino y con un pasado difícil, no tiene reparos morales para conminarle a ayudar que las profecías se acaben cumpliendo; su primer movimiento será, pues, asesinar a Duncan mientras duerme en el casino, después de una multitudinaria fiesta. Pero la muerte de Duncan, en contra de las apariencias, no significa el final de una estrategia para escalar puestos en la jerarquía policial sino un movimiento táctico que desencadenará la verdadera tragedia; en esa clave avanza la novela, sin concesiones, hasta un final preparado con mucha solemnidad pero que acaba resultando, al igual que en el modelo que se trata de seguir, la resolución del conflicto que expone Shakespeare, poco verosímil, forzado y algo acelerado.


Macbeth es la primera y única participación de un autor de lengua no inglesa en el Hogarth Shakespeare Project; si bien esa elección puede parecer poco convincente para un lector anglosajón, también es cierto que el método de elección de la editorial justifica que la obra más sanguinaria de Shakespeare le sea concedida a un escritor especialista en tramas oscuras y acciones siniestras.


Puesto ante un desafío como este, Nesbo amplía las escenas originales y efectúa algunos cambios en la nómina de personajes para adaptarlos a una situación bastante más compleja que la que tiene lugar en Dunsinane; otorga más protagonismo a algún personaje secundario -aunque imprescindible-, y se ve forzado a modificar algunos parámetros -no hay bosque de Birnam en la ciudad nórdica sino una vieja locomotora fuera de servicio-. A pesar de conocer lo más elemental de la trama, el desafío consiste en dar contenido al material nuevo, al no puramente shakespeariano, para lo cual, por ejemplo, intercala flashbacks en los que detalla los antecedentes de los personajes principales, pequeñas historias dentro de la misma historia que introducen a los protagonistas y anticipan sus acciones en la trama.

El cambio de formato -la novela es más polivalente que el teatro- también es aprovechado por el noruego para dibujar personajes más complejos, más contrastados y menos arquetípicos, y para explotar las ambivalencias en que se mueven algunos de ellos; en un juego dialéctico que es raro en Shakespeare, Nesbo expone las zonas oscuras que poseen todos los personajes humanitarios, confrontando maldad y virtud, y pone en evidencia que incluso los personajes más perversos pueden llegar a poseer razones si no para disculparles sí al menos para poder comprenderles.


Como no podía ser de otro modo, teniendo en cuenta el género en el que se mueve Nesbo, el noruego maneja a la perfección la tensión narrativa y la progresión de la acción, extremos  que consiguen interesar incluso a un lector no bragado en estas lides, aun cuando el desenlace sea sobradamente conocido. Sin embargo, da la impresión de que avanza algo forzado cuando tiene que ajustarse a la tragedia original -esos puntos de referencia, las diversas cimas dramáticas de la obra de Shakespeare que no se pueden obviar, igual que tampoco puede hacerlo en aquellos pasajes con las intervenciones más conocidas que, excepto en una ocasión, reformula para adecuarlas a la acción-, pero que se desenvuelve con mayor soltura cuando se libra de esa constricción, cuando avanza libre hasta el próximo punto de referencia.
"¿Y qué si la muerte hacía acto de presencia? Sería un final sin sentido, claro, pero ¿acaso no lo eran todos los finales? Nos interrumpen en mitad de una frase de nuestro relato, se queda colgado en el aire, sin significado, sin conclusión, sin un acto final aclaratorio. Un breve eco de la última palabra que dejaste a medio pronunciar y te habrán olvidado. Olvidado, olvidado, ni la más impresionante de las estatuas puede cambiar eso. Quien fuiste, quien eras de verdad, desaparece más deprisa que las ondas en un lago. ¿Cuál era el sentido de esta breve, interrumpida actuación como secundario? ¿Seguir el juego lo mejor que se pueda, aferrarse a las diversiones y los placeres que la vida ofrece mientras dura? ¿O dejar huella, cambiar el orden de las cosas, hacer del mundo un lugar un poco mejor antes de que tengas que abandonarlo? ¿O tal vez el sentido esté en reproducirse, traer al mundo pequeñas criaturas mejor preparadas con la esperanza de que los seres humanos en algún momento lleguen a ser los semidioses que han imaginado que son? O tal vez nada tenga sentido, tal vez solo somos frases sueltas en un murmullo eterno y caótico en que todos hablan y nadie escucha, y nuestra peor premonición resulta ser cierta: estamos solos. Completamente solos."
Calificación: ****/***** 

Macbeth. William Shakespeare.
Versió per a escena adaptada per Joan Flores Constans
Fa uns pocs anys, un company, Abel Coll, actor i director d'escena, amb qui hem compartit algunes adaptacions, em va demanar si podia reformular Macbeth per a una representació teatral per a vuit actors; l'espectacle no es poder dur mai a terme, però a l'enllaç anterior hi trobareu el resultat de l'intent.

Otros recursos relativos al Hogarth Shakespeare Project en este blog:
Shakespeare I: El cuento de invierno y El hueco del tiempo
Shakespeare II: La fierecilla domada y Corazón de vinagre
Shakespeare III: La Tempestad y La semilla de la bruja

24 de abril de 2018

Vuelo a Canadá

Vuelo a Canadá. Ishmael Reed. La Fuga Ediciones, 2018
Traducción de Inga Pellisa
Swille, el coprotagonista de Vuelo a Canadá, es un terrateniente de Virginia que rige su vida y su hacienda según los principios de Camelot, convencido de que su tarea es traer a los Estados Unidos de América el esplendor de los tiempos de Arturo. Un grupo de esclavos de su hacienda, encabezado por Rave Quickskill, el antagonista, se han fugado de la plantación con el propósito de exiliarse en Canadá; Rave, para escarnio de su amo, ha hecho público un poema satírico, llamado también "Vuelo a Canadá", mofándose de Swille y de la esclavitud; ese poema, en la misma medida que la propia fuga, despierta la ira del amo, decidido a tomar medidas para castigar a los esclavos fugitivos y mantener el orden en sus dominios.

Reed acompaña a Quickskill en su periplo a través de Estados Unidos, siempre hacia el norte, de etapa en etapa, en busca la complicidad de los esclavos liberados -poco de fiar debido a esa especie de resentimiento en su relación con quien les hace presente un pasado que pone en evidencia a su presente-; de los blancos abolicionistas -esnobs convencidos de la importancia de su misión, tanto, que esa máxima preocupación puede estar sujeta a cambios a la vista del último conflicto que se ponga de moda-; e intentando escapar de los cazadores de esclavos fugados que le persiguen por orden de Swille. Todo ello con la presencia puntual de vistosos anacronismos y de desternillantes escenas como la de la negociación entre Swille y Abraham Lincoln con respecto a la marcha de la guerra o el atentado contra el presidente visto por televisión desde un sofá con los televidentes en una actitud poco solemne ante el magnicidio.

Los lectores que hayan pasado por la experiencia de leer la obra cumbre de Reed, Mumbo Jumbo, sabrán que más allá de la originalidad de sus tramas y de lo insólito de sus personajes, el verdadero protagonista de sus novelas es la escritura. Vuelo a Canadá (Flight to Canada, 1976, publicado cuatro años después de Mumbo Jumbo) es otra vuelta de tuerca en el conjunto de una obra que más que un cúmulo de textos es una visión del mundo. Si Vuelo a Canadá es el reverso humorístico de La cabaña del Tío Tom, una presencia constante, como una advocación, que actúa como desencadenante de la conducta de los esclavos fugados, como inspiración para sus ansias de libertad y como aglutinante para favorecer la represión de los amos, Reed sería la némesis de Harriet Beecher Stowe.

Reed no desarrolla una acción en el sentido clásico sino que funciona por acumulación: de personajes, que aparecen y desaparecen dejando un rastro que es imposible seguir -y cuya identidad, en el sentido psicológico del término, será trazada a lo largo de cada episodio-; de situaciones, en apariencia inconexas, que irán recolocándose y adquiriendo significación a medida que avanza la acción; y de datos, muchos datos aislados e independientes, que irán configurando la acción, como en un despliegue militar, aunque de forma en apariencia caótica e incluyendo elementos que acaban desperdigados por el campo de batalla, sin un objeto definido, pero que acaban formando parte inseparable del paisaje.

Calificación: ****/*****

20 de abril de 2018

La muerte de Napoleón

La muerte de Napoleón. Simon Leys.  Acantilado, 2018
Traducción de José Ramón Monreal
La muerte de Napoleón (La Mort de Napoléon, 1986), única novela en la extensa obra del escritor belga, es una recreación de los últimos años de la vida del Emperador y podría considerarse una ucronía siempre y cuando aceptáramos que la historia sucedió tal y como nos han contado y no como relata Leys, extremo difícilmente verificable, y ahí reside la singularidad de la novela, porque esa diferencia en el desenlace pudiera haber pasado por alto incluso al observador más atento.

Napoleón Bonaparte consigue escapar de su confinamiento en Santa Elena, con la ayuda de una organización secreta, camuflado como veterano de guerra y dejando en su lugar a un doble, un anónimo sargento de marina; de regreso a Francia en un largo y accidentado periplo de varias etapas, viaja bajo la identidad de Eugène Lenormand, sin ningún contratiempo hasta que en el último trayecto su parecido con el Emperador es percibido por parte de la tripulación, semejanza que conlleva soportar estoicamente las bromas de los marinos que le dan el sobrenombre de Napoleón.

El Napoleón de Leys no es ya el Emperador poderoso que tuvo a Europa a sus pies; la derrota y el exilio le han convertido en un ser solitario, obligado a evitar a la tripulación, y aunque en su ánimo esté recrear su grandeza -y la de Francia, por supuesto-, parece reconocer de forma tácita la imposibilidad de tal proyecto.
"El papel del águila fulminada, del prisionero solitario, del exiliado pensativo, lo interpretaba en aquel momento un oscuro sargento de marina, mientras que el nuevo Emperador no era aún más que un sueño del futuro. Mientras tanto, entre el personaje del que se había despojado y el que aún no había creado, no era nadie. Eugène iba tirando en este intervalo neutro: se había sentido incapaz de creerse con derecho a un destino propio; a lo sumo, podía concederle pequeñas desgracias poco gloriosas y algunos mezquinos momentos de felicidad."
Su papel es ahora el del guardia nocturno que, a bordo, languidece esperando el alba por el simple hecho de que haya luz porque, en realidad, tampoco tiene ningún quehacer con que ocupar las esperadas horas diurnas.

Los malos augurios que parecían ir parejos a la travesía se confirman cuando, en lugar de desembarcar en el puerto acordado, el buque prosigue viaje hasta los Países Bajos. Una vez en tierra, abandonado por sus mecenas y falto de efectivo, el Emperador se siente más Eugène que Napoleón y maldice la suerte de haber cambiado una isla por tierra firme pero que su situación de exiliado, en cambio, siga imponiéndose sobre la esperanza de libertad.
"Piensa. Siempre ha estado poseído del inquebrantable convencimiento de que todos los accidentes de su existencia, hasta los más penosos o fútiles, tenían que contribuir necesariamente de un modo u otro a la forja de su destino. No duda de que el extraño peregrinar de esta mañana tiene que ver también con ese misterioso designio, pero por el momento renuncia a sondear su oscuro significado. Tal vez era necesario revolver aquí la vana sombra de un pasado que se le escapa, para mejor descubrir que ahora el único Napoleón verdadero es ya el que le espera en la cita del futurto, ¡en París, en París!"
Viajar de incógnito permite ser testigo de acontecimientos excepcionales, incluso a algunos a los que la propia identidad impediría asistir; sería semejante, por ejemplo, a la fantasía de la invisibilidad, pero la supera porque permite, al mismo tiempo que la implicación, la participación de forma anónima en los sucesos. Aunque ese incógnito sea para visitar el teatro de la Gran Derrota, la definitiva, el último lugar al que hubiese deseado volver, pues los fantasmas de todos aquellos que murieron por su causa, a pesar de su disfraz, le pueden reconocer a la perfección.
"En una Europa incapaz de imponerle un solo adversario de su talla, el desmembrar estados, dividir imperios, destronar reyes, todo eso en el fondo no era nada para él... Pero he aquí que un oscuro suboficial, simplemente por morir como un loco en un desértico peñasco en el otro extremo del mundo, había conseguido que se alzara en su camino el rival más formidable e inesperado que cupiera pensar: ¡él mismo! Peor aún; no era solamente contra Napoleón contra quien Napoleón debía abrirse camino de ahora en adelante, sino contra un Napoleón más grande que el que era en vida: ¡el recuerdo de Napoleón!"
Sin embargo, el juego del gato y el ratón iniciado con la suplantación de la identidad toma un cariz peligroso cuando uno de los intervinientes, obligado por las circunstancias, deja de dar cobertura a la apuesta y, como consecuencia, o deja sin máscara al desconocido o, en el peor de los casos, compromete su mera existencia.
"Comenzaba a percibir mejor hasta qué punto debe guardarse la grandeza de las añagazas de la felicidad. Lo más brillante de su carrera pasada no era sino un sueño del que por fin despertaba. Sólo ahora entraba en la madurez de su genio; la epopeya de su pasado no era aún más que un embarullado y confuso impulso de juventud en relación con lo que podía llevar a cabo ahora que ninguna emoción, ningún apego se interpondría ya en él entre la inteligencia que concibe y la voluntad que ejecuta. Accedía a un nivel superior de vida, y en estas cimas respiraba a largas bocanadas un aire de una pureza tal que habría abrasado los pulmones del vulgo."
Una vez traspasada la identidad, el presente deja de estar en posesión de un solo individuo para abrir un sendero temporal simultáneo y divergente del que nadie -ni el que ya no es quien era ni el que es el que no era- puede apropiarse en exclusiva. Pero ese es el menor de los conflictos que se desatan, pues su alcance es inmediato y poco compartimentable; el problema verdaderamente importante, decisivo, el que alcanza y determina lo que ha de suceder de ahí en adelante, es hallar la respuesta a la pregunta : ¿a quién pertenece el futuro?

Alta literatura concentrada en poco más de cien páginas; soberbio.

Calificación: *****/*****

16 de abril de 2018

Lincoln en el Bardo. Lincoln al bardo

Lincoln al bardo. George Saunders. Edicions de 1984, 2018
Traducció de Yannick Garcia

Lincoln en el Bardo. George Saunders. Seix Barral, 2018
Traducción de Javier Calvo
Sobradamente reconocido como autor de relatos, Lincoln en el Bardo (Lincoln in the Bardo, 2017) es la primera novela de George Saunders, ganadora del Booker Prize for Fiction  de 2017.

Quien inventó la expresión novela coral seguramente no pensó en una novela en la que intervienen más de ciento cincuenta voces narradoras; por un lado, los vivos, que han dejado por escrito sus impresiones de aquella aciaga noche de la muerte del hijo de Abraham Lincoln; por el otro, los muertos, ávidos de novedades, aburridos de su existencia sin la más mínima variación, incapaces de aceptar su situación y elaborando una serie de eufemismos en apoyo  a su autoengaño -"aquel otro lugar" por el mundo de los vivos, "enfermos" y "caja de enfermos" por muerto y ataúd, "casa para enfermos" por panteón-, cada una contando su historia, la de su muerte y la de lo que les sucedió después; ambos grupos configurando, complementándose, acotándose y, a menudo, contradiciéndose, con aportaciones a veces acertadas, a menudo disparatadas, un relato obsesivo en el que, a través de intervenciones de dudosa veracidad, se intenta llegar a construir una verdad, la historia en sí misma.

La historia se localiza en el cementerio -el hospital para enfermos- de Oak Hill en el transcurso de una sola noche, y bebe tanto de la tradición budista -el Bardo es una especie de purgatorio en el que las almas de los muertos está a la espera de su resolución- como de la occidental, especialmente del episodio de la visita de Ulises al Hades en la Odisea. Abraham Lincoln, desconsolado por la pérdida, vuelve a la tumba de su hijo Willie, fallecido a los once años; Willie se encuentra en el Bardo en compañía de las almas en tránsito, algunas esperando la migración, otras negándose a seguir el proceso habitual, otras incluso impugnando el hecho de su propia muerte. Es en ese abigarrado y dispar grupo de almas, un yo en cambio constante, en quien descansa la voz narrativa que se hará cargo de la historia.
 "Som aquí per gràcia divina, va dir el pastor. La nostra capacitat de persistir està lluny de ser garantida. Per tant, cal que conservem la força, que limitem les nostres activitats a les que ens ajudin estrictament a assolir el propòsit fonamental. No voldríem que, per culpa d'una activitat llibertina, se'ns titllés de desagraïts davant la misteriosa benedicció de la nostra persistència continuada. Puix que som aquí, però quant de temps, o per quina dispensa especial, no ens pertoca pas a nosaltres de..."
Pero también los momentos previos al fallecimiento de Willie, en plena fiesta multitudinaria en la Casa Blanca, tienen su reflejo en la novela; aquí, la voz narrativa se compone de infinidad de citas -¿reales? ¿inventadas? La mayoría de citas que suelen usarse, incluso en publicaciones serias, son manipulaciones, tergiversaciones o atribuciones que no buscan más que dejar el buen lugar al citador; las que no reúnen ninguna de estas características, son directamente falsas-, que fragmentan la acción -como un misaico, pero de teselas rotas-, ofreciendo, también aquí, puntos de vista irreconciliables dada su disparidad.
 "Us espera un judici esfereïdor, em deleixo per dir-los. Mentre sigueu aquí, només feu temps. Sou morts, i mai no recuperareu aquell lloc d'abans. A trenc d'alba, quan us toca tornar als vostres cossos, ¿no us heu adonat del seu estat deplorable? ¿Realment us penseu que aquelles desferres espantoses seran capaces de portar-vos enlloc mai més? És més (diria, si em deixessin): no us permetran que us quedeu aquí fent el ronsa eternament. A ningú de nosaltres. Ens hem revoltat contra la voluntad de Nostre Senyor i arribará el moment en què se'ns subjugarà i marxarem."
Cada intervención, cada una de las voces, mantiene su idiosincracia; las de los vivos, de acuerdo con su procedencia, sean criados, amigos de la familia, periodistas, amas de casa o señoras de la alta sociedad; los muertos -es decir, los enfermos- parodian, lenguaje mediante, la personalidad de su poseedor, y si bien existen algunas voces principales, las de los que acompañan a Willie en su nuevo estado -el pastor Everly Thomas, un anciano víctima de muerte natural, que huyó del Juicio al creer que sería condenado al infierno; Hans Vollman, muerto en un accidente doméstico justo antes de consumar su tardío matrimonio, con graves consecuencias priápicas en la otra vida; y Roger Bevins III, un suicida que se cortó las venas y a quien nadie auxilió-, que, además de  recibir orientar a los recién llegados, se ven obligados a resistir las acometidas de los que ya viven en la eternidad, que intentan convencerles, con buenas o con malas artes, para que abandonen su estado transitorio, concluyen en un múltiple y heterogéneo conjunto que refleja todo lo que tiene de democrático la muerte.
"Digueu-los que estem cansats de no ser res, i de no fer res, i de no importar gens a ningú, i de viure en un estat de por constant, va dir el pastor."
Más que un experimento formal, una estupenda novela.

Calificación: *****/*****

13 de abril de 2018

Els desposseïts

Els desposseïts. Ursula K. Le Guin. Raig Verd Editorial, 2018
Traducció de Blanca Busquets
“-Mai abans no havia pensat -va prosseguir en Tirin, impertorbable- en el fet que hi ha persones assegudes en un turó, a Urras, que miren cap a Anarres, cap a nosaltres, i diuen “Mira, allí hi ha la lluna”. La nostra terra és la seva lluna; la nostra lluna és la seva terra.
-On hi ha, doncs, la Veritat? -va declamar en Bedap, i va badallar.
-Al turó on un estigui assegut -va dir en Tirin.”
Camuflada rere la tramoya de la fantasia des d’una particular literatura de societat-ficció, Le Guin especula sobre les diverses paradoxes a les que està exposada la vida humana si es trasllada al final del camí d’un inqüestionat progrés i l’efecte de les inevitables zones d’ombra de les ideologies, anarquistes o dictatorials, tan s’hi val, sobre les interaccions entre els éssers sotmesos als seus designis. En comptes d’inventar móns, explora el revers de la realitat del món conegut per descobrir les contradiccions del desenvolupament i els efectes sobre la naturalesa humana, posant en evidència les mancances d’una civilització orgullosa de les seves conquestes però massa complaent per valorar-ne el preu. Satisfets de la nostra superioritat, recolzada en una moral indulgent creada a la nostra mida, ens sentim legitimats per atribuïr a un improbable altre tot allò que som incapaços d’assumir, totes les nostres baixeses i carències, un retrat de Dorian Grey rebutjat i condemnat per la incapacitat d’autocrítica i la complaença de qui es creu posseïdor de La Veritat Inqüestionable; mentrestant, Dorian, a l’altre costat del llenç, observa, indulgent, la imatge d’un monstre que és la nostra.

Calificació: *****/*****

9 de abril de 2018

La fiebre del heno

La fiebre del henoStanislaw LemImpedimenta, 2018
Traducción de Pilar Giralt y Jadwiga Maurizio
Un astronauta norteamericano -"un astronauta alérgico en viaje de negocios, y que realizaba labores detectivescas de manera puntual"- retirado prematuramente de su profesión por razones médicas, inicia una curiosa investigación, suplantando la personalidad de un compatriota fallecido, en una especie de insólita reconstrucción judicial de unos hechos rodeados de un desconcertante misterio: una serie de suicidios ocurridos en Europa, con víctimas de diversas nacionalidades, algunos rasgos físicos particulares, su afición a los balnearios y afectados por ciertas alergias; pocos días antes de su muerte, todos parecen haber padecido algún tipo de transtorno psíquico, súbito e inexplicable. La investigación parece desvelar algún motivo oculto de orden político, pero los indicios no son suficientemente claros, aunque las conexiones entre la mayoría de los casos parecen descartar que sean fruto del azar.

Que Stanislaw Lem sea uno de los escritores fundamentales de la ciencia-ficción europea es un hecho indiscutible; sin embargo, no es menos cierto que lo que lo distingue de sus colegas de género es que sus novelas transitan más allá de los caminos trillados de la literatura de género. Inseparable de su condición de ciudadano sujeto a la órbita del imperio soviético, sus escritos, forzosamente contenidos por la amenaza de una censura radical, lograron poner en evidencia la estupidez de los comisarios políticos, esos guardianes de las esencias de ojo avizor pero de exigua mirada, al ofrecer casi siempre al menos una lectura subyacente que, haciendo un uso heterogéneo de los clichés, ofrecía una visión no tan paradisíaca del Edén socialista.

De transgredir los géneros, pero con el uso, sin embargo, de las herramientas que estos procuran, es de lo que trata La fiebre del heno, una novela publicada en 1976, en plena madurez creativa, y con reconocido prestigio internacional, del autor, empeñado en conseguir escribir menos desde y más para. Una novela de ciencia-ficción, de misterio, policíaca, que bucea en las procelosas aguas de la fatalidad para descubrirnos, aun más desnudos de lo que temíamos, enfrentados a las inextricables leyes que, suponemos, rigen el destino.

¿Quién gobierna los acontecimientos inesperados, la intencionalidad o el azar? ¿En qué medida ambos parámetros actúan de manera aislada? ¿Es posible anticipar la contaminación de uno sobre el otro? En definitiva, ¿se pueden aislar sus efectos? Las leyes de la probabilidad, ¿son intentos de ordenar el mundo, o solo la expresión de nuestra incapacidad para explicar la razón última de correlaciones que no podemos comprender?

Calificación: ****/*****

Otros recursos relativos al autor en este blog:
Notas de Lectura de Astronautas
Notas de Lectura de La Voz del Amo
Fe de Lectura de Máscara

6 de abril de 2018

Nueva amazonia

Nueva Amazonia. Elizabeth Burgoyne-Corbett. Defausta Editorial, 2018
Traducción de Susana Prieto Mori
Desde principios del siglo pasado, coincidiendo con el auge del movimiento sufragista, puede hablarse de la existencia de un subgénero de la literatura de anticipación formado por aquellos libros, en general aunque no únicamente escritos por mujeres, que explotan la mena de las utopías de signo feminista.

Nueva Amazonia (New Amazonia. A Foretaste of the Future, 1889) forma parte de ese grupo de novelas, y se inscribe entre aquellas cuya trama deriva del sueño de un personaje que despierta en un futuro no demasiado remoto y descubre -utopía- la existencia de una sociedad más justa, igualitaria y democrática; y, en este caso, cumplidora de los supuestos teóricos del incipiente feminismo contemporáneo a su autora.

Sin entrar en la cuestión de su validez literaria, la novela extiende su radio de acción cuando refleja, con más transparencia incluso que en intentos posteriores, el estado de la cuestión feminista en su época y las aspiraciones de perfección que se incubaba en el seno de una de las sociedades  más avanzadas políticamente del período histórico -lo que no impedía, por cierto, y seguramente debido a ese progresismo, que fuera también una de las más discriminatorias-.

Una lectura ilustradora no solo, evidentemente, para mujeres.

Calificación: ***/*****

2 de abril de 2018

El vértigo de la fuerza

El vértigo de la fuerza. Étienne Barilier. Acantilado, 2018
Traducción de Manuel Arranz
El vértigo de la fuerza (Vertige de la force, 2016) es un pequeño pero exquisito ensayo inspirado por los atentados islamistas acaecidos en Francia en 2015, en el que Barilier examina las relaciones entre el fundamentalismo (en este caso, islámico, pero extensible a cualquier religión) y la fuerza bruta. En este sentido, distingue tres tipos de crímenes: el pasional, que es individual y singular; el lógico, que es colectivo y universal; y aquel que deriva de un deber divino, ordenado por una instancia suprema, que suma las características de los anteriores, un crimen sagrado que se justifica deshumanizando al oponente e impidiendo, así, cualquier atisbo de cuestionamiento moral. La destrucción física es accesoria, es sólo el síntoma visible de la devastación moral: convertir al ser humano en una cosa como preámbulo para poder aniquilarlo; el arte, como obra del espíritu, es una muestra de civilización; no se trata solamente de representación, es forma en sí mismo y baluarte contra la irracionalidad invasiva, la "forma de expresión de las fuerzas irracionales sin someterse a ellas".

La religión socava la escala de valores manteniendo en el punto de mira la conducta humana pero cambiando el marco de referencia: el juez es Dios, inapelable e indiferente al razonamiento; la pena es la muerte, única forma de redención; el brazo ejecutor es el fiel,  movido por el celo religioso y por una recompensa extraterrena y eterna. El fanatismo islamista bebe, a partes iguales, del fervor religioso -o furor místico- y de la embriagante fogosidad bélica. No se trata de una guerra santa sino de la conversión de las creencias en guerra total; no se defiende a la religión de amenazas externas ni de herejías, sino que desata una guerra de exterminio tomando al dogma -como podría ser cualquier otra cosa en un contexto diferente- como rehén de una belicosidad radical, total.

A diferencia del poder terrenal, siempre susceptible de cuestionamiento -aunque con graves consecuencias en función del régimen político-, el poder divino y su derivación, las órdenes dictadas a la comunidad de fieles, son de cumplimiento obligado y no admiten ni discusión ni réplica.

El hecho de que en el pasado el occidente cristiano cometiera los mismos crímenes que el islam actual no valida su conducta ni nos inhabilita a los occidentales para censurarla. Las versiones rigoristas de las religiones, de todas ellas en todas las épocas, se justifican a través de las interpretaciones literales de los libros sagrados; es decir, pretenden rescatar las lecturas de la época en que fueron escritos sin tener en cuenta que esa recuperación, miles de años después, también es, además de una interpretación, una tradición obsoleta.

Un texto espléndido que mueve a la reflexión.