Hasta que el día os separe, o Una cuestión de luz. Peter Handke. Ediciones Casus Belli, 2019. Traducción de Fruela Fernández. Edición bilingüe. |
¿Monólogo dramático? ¿Escolio a un texto inexistente? Una mujer, viva, se dirige, sin mencionarlo ni interpelarlo directamente, a lo que parece el cadáver de un hombre; la simultaneidad de esta presencia del cuerpo y ausencia del individuo condiciona el tono y el tema de la intervención, que combina el reproche con una velada expresión de reconocimiento. La referencia a Krapp, al principio del texto, parece sugerir una relación, real o imaginaria, con la obra dramática de Samuel Beckett, aunque, de hecho, parece más una cita especulativa que algo que sugiera un vínculo directo con el monólogo del irlandés.
El nombre propio como expresión de la individualidad, de la distinción del resto, de reconocimiento de la ausencia. La etiqueta de una personalidad asumida, condicionante, limitadora; una frontera lingüística que nos separa de los otros. En valenciano, en lugar de preguntar "¿cómo te llamas?", dicen "¿cómo te llaman?"
La noche como movimiento de reinicio, cíclico, habitual pero indomable, que nos transporta a un lugar conocido pero imprevisible que aborrece las diferencias y sepulta e iguala bajo el insoportable peso de la oscuridad. La existencia invisible, la huida de la realidad, la metáfora que se adueña de la supervivencia. El momento en que el mundo aprovecha para reprogramarse con el fin de hacérsenos irreconocible el próximo amanecer.
El silencio como negación del ruido externo. La quietud necesaria para escuchar las voces interiores, la reserva creativa. Pero también la ocultación impuesta, la orden que manda callar, la ausencia de respuesta, el descrédito, el desprecio, la indiferencia.
La muerte como liberación, como cese del sufrimiento. Pero también la aniquilación del sujeto, de todas las relaciones mantenidas con sus semejantes; la desaparición de los nexos conlleva la aniquilación de aquellos con los que nos unían. Cada muerte es un recurrente comienzo de una obra con actores nuevos e inexpertos.
El vacío como máxima expresión del espacio, la ausencia de objetos que oculten una dimensión física, que desplacen su porción de existencia inmanente a su ubicación que los hace distinguibles del resto, situados en otra porción de lo que era espacio vacío, limitándose a desplazar a este: ¿es el objeto que cambia de ubicación o es el vacío el que se desplaza?
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