30 de abril de 2021

El Día del Ajuste

El Día del Ajuste. Chuck Palahniuk. PRH, 2021
Traducción de Javier Calvo

El Día del Ajuste (Adjustment Day, 2018), una novela en la que, después de algunos trabajos dubitativos y de un mortecino nivel literario, Palahniuk despliega sus dotes inventivas a la altura de sus mejores trabajos, se impulsa en las más desternillantes teorías de la conspiración y se sustenta en la tesis de que las grandes revoluciones han ocurrido siempre en épocas de superpoblación de hombres de menos de treinta años. Y es que la fantasía de la regeneración, una presunción recurrente en tiempos de crisis, siempre encuentra iluminados con ansias de llevar a término un movimiento de tabula rasa y la ilusión de recomenzar tras la implantación de unas nuevas coordenadas. La solución a esa superpoblación, tan antigua como el mundo, es desatar una guerra, con cualquier excusa y contra un país con el mismo problema, mandar a la confrontación a ese excedente y, de común acuerdo con el supuesto enemigo, acabar con él.

Pero esa es una solución antigua, anterior a la inmediatez de las comunicaciones actuales, del poder real de la televisión y de los medios digitales, del carácter viral de las redes sociales. Lo que antes se solucionaba con el recurso a una larga y costosa, económicamente hablando, y compleja, en el campo logístico, guerra abierta, puede concentrarse, si se ha llevado a término el trabajo de planificación adecuado, en una sola jornada; o, mejor aún, en una sola acción: El Ajuste. Además, no es imprescindible ningún gobierno para llevarla a cabo; es más, ese gobierno, todos los gobiernos, son, precisamente, el principal objetivo de esa revolución. 

El Ajuste provoca una nueva organización política, una especie de dictadura aristocrática en la que los más favorecidos son los pioneros de la nueva reformulación, y una flamante organización territorial que designa un circunscripción específica para cada grupo ―Caucasia para los blancos, Negrotopía para los negros, Gaysia para los homosexuales―, con la prohibición expresa de residir en el lugar que no corresponde. Las consecuencias imprevisibles de la nueva política y de la acción revolucionaria ―individualmente, la presunta liberación acaba esclavizando a los sujetos; y, colectivamente, cada grupo se encarga de unas tareas específicas, y solo estas, que el nuevo Estado les exige, son apenas daños colaterales que deben subordinarse a la acción principal.

A pesar de que la disidencia, en el marco de un país tan heterogéneo y excesivo como los Estados Unidos de América, ha alcanzado ya el nivel de tendencia, y la incorrección política se ha convertido en un fenómeno mainstream que, después de las exageraciones pasadas y presentes de la political correctness, es visto incluso con simpatía ―aunque con escaso humor, de forma parecida a como se ve a un excéntrico en un grupo de extravagantes―, Palahniuk ostenta ―es decir, disfruta de la posesión y se jacta de ello― la extraña virtud, no ya personificar el verso suelto en una composición reglamentaria, sino de ofender a todo el mundo ―el ofendible, claro―. Y es que la sátira, como bien sabe Palahniuk, está más próxima a la verdad que la apología.

26 de abril de 2021

Cómo ordenar una biblioteca

 

Cómo ordenar una biblioteca. Roberto Calasso. Editorial Anagrama, 2021
Traducción de Edgardo Dobry

Anagrama, el habitual editor de las obras mayores de Roberto Calasso en castellano, reúne, bajo  el título de uno de ellos, Cómo ordenar una biblioteca (Come ordinare una biblioteca, 2020), cuatro escritos breves relativos al orden de los libros, en la biblioteca personal y en la librería, a una de las épocas de auge de las revistas literarias y al nacimiento de la reseña.

En el artículo que da nombre al volumen, Calasso ofrece una serie de consejos, entiendo que no tanto para el bibliófilo como para el lector habitual, que ve, con una mezcla de horror y satisfacción, crecer su biblioteca personal al mismo tiempo que el desorden y la anarquía entre sus libros: la "regla del buen vecino" aconseja colocar los libros por afinidad, que dicta y percibe el propietario de la biblioteca; la ubicación por colecciones, que, si son de ensayo, sirven para definir al propietario de entre una amplia multiplicidad de rangos. Tal vez la biblioteca personal debería reproducir las conexiones neuronales que cada libro provoca en el cerebro del lector, pero, en este caso, las tres dimensiones del espacio no son suficientes, como tampoco un solo ejemplar de cada libro. En todo caso, el orden de una biblioteca debe ser un proceso en continuo desarrollo, siempre susceptible de cambio y evolución, y nunca finalizado. Asimismo, aconseja comprar  primeras ediciones no corregidas, porque son el contacto más directo con el autor, sin mediación del editor ni de la crítica; adquirir libros que no van a ser leídos inmediatamente, para poder disfrutar, tiempo después, del descubrimiento; y escribir, anotar, emborronar, aunque sea únicamente para dejar constancia de la lectura.

23 de abril de 2021

Bluets

 

Bluets. Maggie Nelson. Tres Puntos Ediciones, 2021
Traducción de Lawrence Schimel

Maggie Nelson, conocida en lengua castellana por la traducción de su ensayo Los argonautas, escribió este pequeño volumen, Bluets (Bluets, 2009) seis años antes, y lo tituló, debido a su apego por el color azul ―siguiendo la senda de William H. Gass―, con el nombre de la flor del aciano ―aunque, como en aquel caso, en castellano se pierde la copiosa polisemia del término inglés blue―.

Ideas, propias o ajenas, pertinentes o espontáneas, que provocan reflexiones, que tejen conexiones con otras ideas ―en algunas de estas conexiones es posible seguir el rastro; en otras, solo podemos intuirlo y nos vemos obligados a confiar en la palabra de la autora―, expandiéndose en forma de telaraña, imbrincándose y deteniéndose justo en la frontera de la improbable e infrecuente solidez de las tesis. Todo ello, desde la espontaneidad de la sensación y la inefabilidad de la escritura aferrada a la experiencia, a las sensaciones y al propio pasado.

19 de abril de 2021

Manifiesto Incierto 3. La muerte de Walter Benjamin y la jaula de Ezra Pound

 

Manifiesto incierto 3. La muerte de Walter Benjamin y la jaula de Ezra Pound. Frédéric Pajak. Errata Naturae, 2021. Traducción de Regina López Muñoz

El proyecto Manifiesto incierto de Frédéric Pajak, un intento de comprensión del siglo XX desde una perspectiva no historicista, llega, tras los volúmenes subtitulados Con Walter Benjamin, soñador abismado en el paisaje Volumen I) y Nadja, André Breton y Walter Benjamin bajo el cielo de París a su tercera entrega, La muerte de Walter Benjamin y la jaula de Ezra Pound (Manifeste incertain. Volume III, 2013).

«Bosquecillos parduzcos desperdigados por campos de tierra, arañados por el arado de los tractores. A lo lejos parpadean las turbinas eólicas, la envidia de los pilones encorvados, y de los viejos postes también, tirando de sus cordeles fatigados. A veces, y de pronto, vistos desde el tren a toda velocidad, conglomerados de chalés nuevos, la punta de una fábrica, un almacén, y luego, otra vez, por encima de un reborde de fango, árboles en hibernación, dedos descuartizados bajo el cielo comido de guata usada en la linde del mes de enero. El mundo se calla y nosotros esculpimos su silencio. Escayolas informes, esqueletos de la elocuencia, contamos nuestras palabras muertas, aglutinadas en la puerta de la boca».

Siguiendo el método establecido en los volúmenes anteriores y con esa sabia mezcla de texto y dibujo, Pajak estructura su relato mediante tres planos narrativos: los últimos meses de vida de Walter Benjamin; la personalidad excesiva, en todos los sentidos, de Ezra Pound; y, sobrevolando a ambos pero con idéntico protagonismo, las intervenciones del narrador.

A mediados de 1940, Hitler deja de contemporizar y lanza la ofensiva; la solución americana desaparece. Después de deambular por Francia, Walter Benjamin se acerca a la frontera de Banyuls y, en compañía de otros refugiados, emprende el camino hacia España. En Port Bou son retenidos por las autoridades en el Hotel de Francia y conminados a volver. Decidido a no regresar al país ocupado, toma una sobredosis de morfina y muere a las pocas horas, el 26 de septiembre de 1940.

Pound lleva media vida vagabundeando por Europa, incapaz de encontrar una ubicación definitiva. En Italia, cae bajo el hechizo de Mussolini, con el que comparte un agrio y furibundo antisemitismo, y medra por convertirse en su consejero áulico. Finalizada la guerra, es recluido en un campo de concentración (encerrado en la jaula del título), acusado de traición; de la cárcel al sanatorio, es trasladado a Estados Unidos; una vez liberado, regresa inmediatamente a Italia.

Pajak lleva a cabo un hiriente ajuste de cuentas con la sociedad del espectáculo, de la búsqueda de la satisfacción inmediata y del enterramiento de la autoexigencia.

«Somos los herederos, muy a nuestro pesar, de las ideologías del siglo XX. Nos parecemos a sus internos alelados, estancados en la negación de sus ilusiones aún tibias. No queremos aceptar esas creencias caducadas, porque sabemos de sobra la plaga que fueron, todas, sin excepción: nacionalistas, comunistas, fascistas. De ese montón de dogmas esfumados subsiste, no obstante, una ideología moderna. Sin valerse de las ideologías pasadas, lleva sus huellas, ciertas manías, costumbres o estratagemas. Pero esa ideología moderna se prohíbe ser una ideología. Se esfuerza por parecer libre de todo lo que constituía una ideología, y sabe dar el pego. A fuerza de máscaras y negativas logra hacer dudar de su existencia. Podríamos arrancarla de su sombra para hacerla confesar: no fallaría. Aunque declarase alto y claro de qué está hecha, de qué pensamientos inconfesables, de qué ambición, de qué sed de hegemonía, no ganaríamos nada. Porque si la ideología no se manifiesta es porque no le hace falta. A diferencia del cristianismo, del comunismo o del fascismo, se zafa de la pompa y el terror. No nos obliga ni a rezar ni a callarnos. Se ha insinuado por todas partes, hasta en las cosas más insignificantes. Se expresa a retazos, y entre murmullos. No aparece jamás en bloque, de cara. No la identificamos, o la identificamos mal. Tergiversa, trapacea, se engalana con la mayor confusión posible. Se siente como en casa entre el bullicio. Imperceptible, insidiosa, se ha colado en nuestro lenguaje, en nuestros hábitos, en nuestros juicios y en nuestra percepción de la realidad, empezando por la Historia. Sin embargo, es precisamente de esa Historia, de ese movimiento entre pasado, presente y futuro, de lo que quiere privarnos la ideología moderna. Omite a propósito el pasado para revolcarse mejor en el presente, un presente que debe hacer olvidar el futuro, cueste lo que cueste. El futuro: no olvidemos que las ideologías del siglo XX se empeñaron en olvidar el presente para olvidarse en la promesa de un futuro, forzosamente mejor, forzosamente radiante».

Mezcla de escritura y dibujo en mutua interdependencia: la volatilidad de la palabra, maleable, inconcreta, manipulable, interpretable, soberbia, y la persistencia del dibujo, resistente, preciso, independiente, categórico y humilde.

Otros recursos relativos al ciclo en este blog:

Notas de Lectura de Manifiesto incierto 1

Notas de Lectura de Manifiesto incierto 2

16 de abril de 2021

Le corps de la lettre

 

Le corps de la lettre. Pierre Bergounioux. Éditions Fata Morgana, 2019
Ilustraciones de Jacquie Barral

El indiscutible podio de los autores franceses contemporáneos vivos ―a los que puede añadirse, sin cuestionamiento, un cuarto ex aequo et bono― han disfrutado de diversa atención editorial en el ámbito de la lengua castellana: Pascal Quignard, tal vez el más mediático, cuenta con gran parte de su extensa obra mayor traducida entre editoriales españolas e hispanoamericanas; Pierre Michon, mucho más frugal, ha visto la práctica totalidad de su obra traducida, aunque parte de ella se encuentra fuera de catálogo; Antoine Volodine, el más excéntrico y, tal vez, el más inaccesible, pero igual de prolífico que Quignard, ni siquiera ha sido traducido en sus obras principales; y, finalmente, Pierre Bergounioux, el más productivo y accesible, cuenta apenas con cuatro o cinco traducciones, gracias principalmente al empeño de pequeñas editoriales (Minúscula, Días Contados, la desaparecida Alfabia), pero la mayor parte de su obra de ficción y memorialística sigue inexplorada en nuestra lengua.

Muy pocas veces este blog ha registrado Notas de Lectura de libros no escritos en castellano o catalán, pero siendo, o como quiere ser, un espacio de divulgación de algunos de los libros que va leyendo el redactor, quiero seguir dejando constancia de la inmensidad, cuantitativa y cualitativa, de la obra del corrézien, aunque sea de forma breve, para estimular a los lectores en francés de la importancia de incluirlo en sus lecturas; en cuanto a exhortar a las editoriales en castellano ―ignoro la audiencia que tiene este blog en el mundo editorial, pero presumo que nula o casi nula―, es un trabajo que doy por perdido.

Le corps de la lettre es un pequeño volumen de veintiséis páginas escritas y veintisiete ilustraciones en el que Bergounioux vierte su interpretación de la historia de la letra desde la escritura cuneiforme hasta las versiones contemporáneas del alfabeto latino y su progresión desde el registro de la contabilidad en la Mesopotamia del siglo XXV a.e.c. hasta la novela moderna.

Una de las tesis que sostiene el autor es la inequívoca relación entre la materialización de la escritura y el abanico de posibilidades que esta puede abarcar; la transformación del corps de la lettre es una señal del paso del tiempo, y su simplificación formal el paso progresivo, imprescindible y decisivo hacia una mayor complejidad del discurso, y, con toda probabilidad, de la evolución progresiva del pensamiento. 

La relación de Bergounioux con el fenómeno de la escritura es transversal a lo largo de su obra; sobre ese vinculo redactó la conferencia "L'écriture comme révélation et libération", disponible, en francés, en este enlace

El mismo autor introduce su obra en la grabación "Et l'homme inventa l'alphabet", disponible en YouTube:


Con más extensión y detalle, Language & Meaning registró una entrevista al autor con motivo de la publicación de Le corps de la lettre titulada "L'histoire de l'alphabet et de la pensée", disponible en YouTube:



Otros recursos relativos al autor en este blog:

Notas de Lectura de Le grand sylvain

Notas de Lectura de El río de las edades

Notas de Lectura de La huella

Notas de Lectura de Un poco de azul en el paisaje

Notas de Lectura de Cuaderno de Notas. Diario 1980-1985

Notas de Lectura de Una habitación en Holanda

Notas de Lectura de Carnet de notes 1980-1990

Notas de Lectura de Carnet de notes 1991-2000

Notas de Lectura de Carnet de Notes 2001-2010

Notas de Lectura de Carnet de Notes 2011-2015

Notas de Lectura de B-17G

Notas de Lectura de La casse

12 de abril de 2021

La parábola del sembrador

 

La parábola del sembrador. Octavia E. Butler. Capitán Swing, 2021
Traducción de Silvia Moreno Parrado. Prólogo de Gloria Steinem 

 «Salió un sembrador a sembrar su simiente y, al sembrar, una parte cayó a lo largo del camino, fue pisada y las aves del cielo se la comieron; otra cayó sobre piedra y, después de brotar, se secó, por no tener humedad; otra cayó en medio de abrojos y, creciendo los abrojos con ella, la ahogaron. Y otra cayó en tierra buena y, creciendo, dio fruto centuplicado." Dicho esto, exclamó: "El que tenga oídos para oír, que oiga."» Lucas, 8, 5-8

Octavia Butler, la primera autora de ciencia-ficción de raza negra reconocida mundialmente y acreedora de los premios literarios más prestigiosos en el campo de la anticipación, plantea en La parábola del sembrador (Parable of the Sower, 1993, primera parte de una inacabada trilogía cuyo segundo volumen es Parable of the Talents, 1998, y cuya conclusión quedó  incompleta debido al fallecimiento de la autora en 2006), una distopía que, transcurridos casi treinta años de su publicación, la realidad existente desvela como amenazantemente verosímil.

Ubicada en el estado de California en un futuro cercano, Butler muestra una sociedad  estratificada en tres niveles prácticamente estancos: los poderosos, dueños del agua ―el agua es un bien de primera necesidad; su posesión es un signo de poder y dinero― y de los recursos; la clase media, autoprotegidos, que intentan reivindicar antiguas leyes en desuso; y la clase baja, delincuentes debido a sus adicciones o por pura necesidad.

La voz narradora corre a cargo de Lauren, una chica de origen mestizo perteneciente a la degradada clase media, hija de un pastor baptista y de una madre cuya drogadicción le costó la vida en su parto y le transfirió el síndrome de hiperempatía. Su educación se llevó a cabo en un entorno de religiosidad primitiva y fe acomodaticia, pero con rastros de cierto escepticismo.

En los estratos inferiores, la vida se limita a la supervivencia; dada la endogamia intragrupal, se hace imposible ascender de capa, y la hostilidad vecinal, consecuencia del instinto de autoprotección, ha provocado una sobrepoblación doméstica que ha facilitado un patriarcado transversal, con violaciones intrafamiliares frecuentes, y una esclavitud de baja intensidad en las clases altas y medio-altas. Las comunidades son interraciales, pero presentan muestras de segregación por etnias y atisbos, generalmente entre los mayores, de discriminación por géneros.  Las propuestas políticas, extremas y populistas y, por tanto, poco efectivas para los que necesitarían la protección de la ley, han conllevado una progresiva degradación de la política y una gran abstención electoral, mientras que la degeneración de la convivencia ha obligado a organizar patrullas de vigilancia y al uso generalizado de armas de fuego para la autodefensa.

Pero la degeneración no es solamente social; el caos climático ha provocado que pasen años sin llover y que se desaten, de forma inesperada, tormentas tropicales que arrasan con el modo de vida de la población más desfavorecida. Ese efecto ha sido más importante en el mundo fuera de las grandes ciudades, pero nadie lo conoce ni está preparado para sobrevivir en él; aunque todo el mundo sabe que la única forma de subsistir realmente pasa por huir de las peligrosas y superpobladas ciudades. 

Ante esa situación, Lauren concibe una alternativa a la saturación poblacional y a la degradación del planeta; la llama "Semilla Terrestre" ―deja escrito un libro llamado así, "Semilla Terrestre. El Libro de los Vivos", en contraposición a los Libros de los Muertos tibetano y egipcio―, e, inspirándose en las semillas vegetales, que viajan hasta encontrar suelo fértil, imagina para los seres humanos un destino parecido, que podría incluir en el futuro otros planetas y otros sistemas solares. La idea de Lauren de largarse de la comunidad en busca de un legendario norte civilizado le ronda desde que comprende su situación, pero la muerte de su padre, el asalto y destrucción de su barrio y la desaparición de su familia la ponen en camino, acompañada por dos de sus vecinos y más elementos que recogerá a lo largo su viaje. Lauren sigue redactando "Semilla Terrestre", que pasa de ser una especie de poema a ser un manual de supervivencia espiritual, una nueva Biblia para un tiempo nuevo, origen de una variedad de fe y de una visión de la trascendencia adaptada a su tiempo, y bajo cuya inspiración ella misma y sus acompañantes siguen un viaje que pretende ser mucho más que un traslado hacia otras tierras. 

9 de abril de 2021

Manual para destinos defraudados

 

Manual para destinos defraudados. Anne Boyer. Editorial Kriller 71
Traducción de Adalber Salas Hernández

Anne Boyer, que cultiva dos facetas ubicadas en extremos opuestos del espectro formal y conceptual de la literatura, la poesía y el ensayo, agrupa bajo el título de Manual para destinos defraudados (A Handbook of Disappointed Fate, 2018) un conjunto de escritos de variada longitud e intensidad, relativos a su trabajo y a su posicionamiento político, junto con algunas referencias a la enfermedad que padeció y sobre la que escribió en su Desmorir.

En el aspecto más general, Boyer fija su atención en detalles aparentemente irrelevantes para extraerlos de su contexto y otorgarles un nuevo protagonismo, y huye de las metáforas y de los recursos retóricos para detenerse en la búsqueda de su esencia. El mismo proceso es utilizado para el tratamiento de las personas, cuando hace falta dar con el individuo adecuado, en busca de una unicidad que va más allá de las características físicas o psíquicas, y que excluya cualquier idealización.

Políticamente, Boyer adopta un posicionamiento radical de compromiso con los menos favorecidos y aboga por una apología de la poesía como elemento crítico contra el enquistamiento; la transgresión del orden impuesto no se consigue solo rompiendo las inercias,  es imprescindible subvertir la lógica para que se generen inercias nuevas.

Incluso en la enfermedad Boyer registra la posibilidad de cambio de perspectiva, desde el punto de vista personal, y lo refleja en el proceso que se manifiesta desde el pasivo no puedo hasta el decisorio no quiero.

De la veintena larga de ensayos que componen el volumen, me parecen especialmente remarcables "Maneras difíciles de publicar poesía"; "Hacia una vanguardia provisional";  "Preguntas para los poetas" ,en el que despliega un sentido del humor cáustico e irónico, especialmente mordaz cuando la protagonista es la poesía o su propia persona; y "Tómalo y léelo, una memorable e ingeniosa elegía sobre los libros.

5 de abril de 2021

Desmorir

 

Desmorir. Anne Boyer. Editorial Sexto Piso, 2021
Traducción de Patricia Gonzalo de Jesús

Recién cumplidos los cuarenta y un años, a Anne Boyer le diagnosticaron una variedad de cáncer de mama de pronóstico muy grave y que requería un tratamiento muy agresivo. Anne sobrevivió y reflexionó acerca del proceso de su enfermedad, tratamiento y curación en Desmorir (The Undying: Pain, Vulnerability, Mortality, Medicine, Art, Time, Dreams, Data, Exhaustion, Cancer, and Care, 2019).

Boyer, una persona con un admirable espíritu crítico, también con sí misma, advierte que la literatura de la superación del cáncer pasa invariablemente por el fenómeno de la concienciación, y la superación de las enfermedad se convierte en un proceso de raíz neoliberal: autogestión, individualismo, pensamiento positivo, preponderancia del proceso personal y omisión del mundo exterior, considerado como un mero escenario. Parte de ese procedimiento se basa en la ficción de pensar que aquello que no se nombra no existe; contra esa aniquilación de lo real, Boyer resume el proceso en dos pasos, tan alejados de la autocomplacencia como de la autocompasión: la negación de la enfermedad, no citar nunca en una misma frase las palabras yo  y cáncer; y la aceptación, no evitar hacerlo.

«Los que subestiman la belleza y el lujo de la supervivencia lo hacen porque rara vez han estado casi muertos».

El diagnóstico, el primer escalón ―el más terrible, tal vez no por ser el más alto, sino el primero― no añade ni sustrae nada al individuo, sino que lo convierte en otra cosa, de persona a enfermo: "una persona que recibe un diagnóstico se ve liberada de lo que una vez pensó que era". Inmediatamente después, la entrada en el proceso de tratamiento coloca al paciente en un doble circuito simultáneo: el puramente médico ―"¿cuánto te duele? Valora la intensidad del dolor en una escala de cero a diez―, profesional de alto nivel, de registro, evaluación y contraste de datos, en el que el paciente se convierte en un código de barras impreso en una pulsera; y el de atención y cuidados ―"¿te duele mucho?"―, prestado por individuos poco cualificados y peor pagados, en el que lo más importante es el nombre del enfermo.

«Un paciente es un objeto que contiene un sistema, dentro de una serie de sistemas entrelazados llenos de otros objetos que contienen sistemas. Como objeto, un paciente puede funcionar (cumplir) o romperse (incumplir). El "incumplimiento" puede significar "mostrar cualquier agencia potencial", hacer, quizá, demasiadas preguntas, aportar investigaciones discrepantes, negarse a un procedimiento, aparecer por norma al menos quince minutos tarde en la sala de espera [...] Un paciente con cáncer podría creer que el incumplimiento terapéutico es una rebelión contra la forma en que el sistema médico lo ha cosificado, pero probablemente se equivoca. El incumplimiento de un paciente no es, para ese sistema, prueba de que una persona exista como ente autónomo y reflexivo y capaz de un no consentimiento inteligente, sino que es visto como una interferencia de otros sistemas contaminantes, como "desinformación" o "superstición».

Ese doble trayecto no es exclusivo de la enfermedad, sino que puede extrapolarse a otras circunstancias si se acierta en adaptar cada una de las opciones a otros itinerarios. En general, el circuito médico profesional representaría la creación de un mundo, y el de los cuidados las tareas necesarias para su mantenimiento; la importancia y relevancia de ambos la marca su perentoriedad y mutua interdependencia.

«No quiero contar la historia del cáncer de la manera en que me han enseñado a hacerlo. La manera en que me han enseñado a contar la historia es que una persona recibe un diagnóstico, un tratamiento, vive o muere. Si vive, será una heroína. Si muere, tendrá un propósito argumental. Si vive, dirá algo vehemente y se aplaudirá su vehemencia, o cumplirá con las absoluciones de la gratitud y se elogiará entonces su gratitud. Si vive, será el ángel de la epifanía. Si muere, será el ángel de la epifanía. O, si se le concede una voz, puede lamentarse en un chorreo fragmentario y enigmático o con circunstanciales clichés defensivos y/o sensiblería televisiva y/o patopornografía para ofrecer una buena historia. La literatura nada como pez en el agua en todo tipo de prejuicio existente».

El abandono progresivo que padece el ciudadano en el paraíso capitalista mediante la eliminación gradual de los servicios públicos es directamente proporcional a las posibilidades de censura a través de los medios de interacción social que esos mismos organismos han ideado. Sin embargo, existe una diferencia importante entre quedarse sin un servicio público universal y gratuito y poder quejarse por ello.

«Quien muere a causa de ese florilegio de enfermedades denominadas "cáncer de mama" lo hace condicionado por sus ingresos, su educación, su género, su estado civil, su acceso a asistencia médica, su raza y su edad. Las mujeres negras tienen un menor índice de diagnóstico de cáncer de mama y mayor índice de mortalidad. Las mujeres solteras también tienen un mayor riesgo de muerte por cáncer de mama y de no recibir los cuidados adecuados. Los pacientes de cáncer de mama que viven en barrios pobres tienen un índice de supervivencia menor en cualquier estadio del diagnóstico. Los pacientes solteros que viven en barrios pobres tienen el menor índice de supervivencia de todos. En el momento de escribir este libro, algunas personas con cáncer, como quienes son transgénero o progenitores solteros, aún no han conseguido tener su propia categoría epidemiológica».

Anne no sobrevive, desmuere: el diagnóstico es la muerte, una muerte que queda en suspenso; si superas la enfermedad, haces retroceder el proceso, desmueres. Sin embargo, la huella que deja la muerte suspendida en nuestra conciencia es indeleble, pero mediante el recuerdo solo podemos evocar una circunstancia derivada, el dolor; aunque esa posibilidad de evocación no facilita el hecho de su incomunicabilidad: el dolor es inefable, pero no es susceptible de empatía.

«Cualquier palabra para el dolor está siempre en un idioma que aún no podemos entender». 

2 de abril de 2021

Norteamericanas ilustres

Norteamericanas ilustres. Ben Marcus. Malas Tierras, 2021
Traducción de Rubén Martín Giráldez

«Comprender está sobrevalorado».
El año 2016, la improbable e independiente editorial zaragozana Jekyll & Jill publicó un insólito texto, de título Magistral, debido al polígrafo Rubén Martín Giráldez; en ese libro, cuyo protagonismo real corría a cargo de la lengua, el incontinente narrador parecía sufrir una fijación por la primera novela de un tal Ben Marcus, inédito en castellano. Cinco años después, otra editorial, con las mismas dosis de improbabilidad e independencia, publica esa novela, Norteamericanas ilustres (Notable American Women, 2002) y, en un demostración de la no menos improbable justicia literaria, le encarga la traducción al autor de Magistral. Por cierto, Notable American Women, 1607-1950, es también el nombre del diccionario biográfico en tres volúmenes publicado en 1971, con el cual un grupo de bibliotecarios, archivistas y profesores del Radcliffe College quisieron equilibrar la carencia de biografías femeninas en el Dictionary of American Biography, un diccionario de referencia en veinte volúmenes publicado en la primera mitad del siglo XX.

Americanas notables ―el libro de Ben Marcus, no el Diccionario―cuenta con tres voces narrativas que, en tiempos indeterminados pero fácilmente deducibles por el contenido de las intervenciones, cargan con el peso de la historia: Michael Marcus, el padre del protagonista; el propio personaje, de nombre Ben Marcus; y la madre de este.

El padre de Ben, recluido en una habitación por sus "supuestos seres queridos", "enterrado en un compartimento subterráneo donde el idioma se le inocula por un canal ominoso un hombre, contratado para cebar el cuerpo del padre con palabras", advierte al lector y le pone en antecedentes con respecto al nudo de la historia, en un escrito cuyo origen se ignora. Resentido con su hijo por haberlo abandonado a su suerte, quiere reivindicar su versión de lo acaecido para defenderse de futuras inculpaciones y para contrarrestar lo que Ben va a, supuestamente, explicar en este mismo libro, del que es "improbable autor", bajo la premisa de que si su padre es autor de su hijo, también lo es, en cierto modo, de todo lo que este produzca. 

Michael descarga la responsabilidad de la desgracia en que ha caído en las silentistas, una secta femenina radical de vida comunitaria que reivindica el poder para la mujer, a quien quiere convertir en medida de todas las cosas, el silencio absoluto y la quietud total. Su esposa y madre de Ben pertenece a esa facción, y también se halla bajo su poder el propio Ben, con respecto del cual Michael apercibe de su inferioridad mental y de su dependencia intelectual, al mismo tiempo que reivindica la importancia de la paternidad, aunque su lenguaje roza el ridículo.

Ben Marcus ―el personaje, no el autor― toma el relevo para contar, desde su punto de vista, su historia reciente, que comenzó cuando Jane Dark, la iniciadora del culto, se mudó a su casa con algunas de las silentistas, acogida por la madre de Ben, y comenzó a implantar su forma de vida alternativa ante el horror del padre, que se ausentaba con frecuencia, y de Ben, que vio alterada su cotidianidad por tantos cambios.

La implantación del programa silentista parece seguir un método paródicamente conductista de condicionamiento ininterrumpido, patrones fijados e inamovibles y toda una parafernalia de conceptos incomprensibles, pomposamente escritos con mayúscula y citados por sus iniciales, con el fin de conseguir un mundo sin movimientos y sin ruido; todo ello, siempre bajo la atenta mirada y la supervisión de Jane Dark, la cabecilla del grupo. El primer contacto que hace consciente a Ben de la naturaleza del ideario silentista coincide con la expulsión de su padre y muerte de su amigo Pal. La parodia de las sectas milenaristas y las nuevas religiones de las décadas poshippies de inspiración new age es más que evidente.
«Es probable que yo sea Ben Marcus. A lo mejor soy una persona. Puede que haya vivido en una granja dedicado a sofocar los cuerpos altisonantes de este mundo, un idílico paraje de Ohio llamado Hogar, donde las mujeres de nuestra nación tienden hacia una nueva conducta, hacia lo que llaman una Jane Definitiva. Allí podríamos haber tenido agua especial, una televisión de conducta, una tercera frecuencia (aparte de la AM y la FM) para la transmisión entre mujeres, para que las mujeres robaran el aire y lo atestaran de su código privado».

El discurso de Ben está compuesto por intrincadas divagaciones de comprometida verosimilitud en las que se erige como único protagonista y único objeto de atención, que abarcan multitud de aspectos de su vida, con especial insistencia en la cuestión sexual y en la preparación del propio escrito, y que hacen temer por la integridad mental del sujeto.

«Se pidió a este autor que cumpliese atención corporal sobre seis mujeres durante el período de escritura del libro. De aquellas seis mujeres, cuatro emplearon sin saberlo un vocabulario parecido para describir los defectos del autor, tildado de: impaciente, distraído, egoísta, egocéntrico y soso. Las otras dos mujeres coincidieron en no emplear prácticamente vocabulario para describir al autor, absteniéndose casi por completo de la retórica de la descripción o de cualquier tipo de lenguaje que pudiera indicar perspicacia o interés alguno en cosas relacionadas con el autor o con cualquier otra cosa, si es que estos eran los dos únicos temas de conversación posibles ―el autor o cualquier otra cosa―, dado que dicotomías como esa tienden a ofrecer una estampa demasiado completa y alientan la peor clase de decepción, la de conocer todas las opciones con las que contamos».

Ben, al que se le implanta el condicionamiento también a través de la dieta, debe cumplir sus obligaciones copulativas con las silentistas. Para ello, y para estar siempre localizable, es obligado a llevar ceñida al cuello una campanilla, un Localizador Ben Marcus. Para mantenerlo  en forma física y oralmente, lo someten a prolongados períodos de ayuno, alimenticio y conversacional, tras los cuales sale reforzado y predispuesto a nuevas privaciones y a nuevas escaladas en el nivel de condicionamiento; un ayuno imprescindible para regular la ingesta de palabras y la multiplicidad de significados que el empacho puede conllevar, ya que existen productos cuya ingesta o privación afecta a multitud de funciones, como los frutos secos a la capacidad de comprender la lengua francesa o la leche a los problemas de credulidad.

El objetivo de las silentistas con respecto a Ben, un individuo al que odian pero necesitan, es llevar a cabo su feminización como recurso intermedio para alcanzar la quietud y el silencio absolutos; uno de métodos indirectos más eficaces es la supresión de las emociones, ya que estas acostumbran a conllevar largos e inútiles discursos y reacciones físicas pletóricas de este movimiento.

«La estrategia de supresión de emociones, por lo tanto, consiste en atajar sentimientos pertinaces antes de que se inicien a base de emparedar el espacio no utilizable de la cabeza con varios rellenos, bártulos y pegamentos, para atrapar, taponar o desviar los aparejos de conducta entrantes hacia otra persona o animal. Una mujer cuidadosa puede usar su cabeza como una pelota de rebote o un "espejo de aflicción" y hacer que sus sentimientos reboten sobre su familia para relentizar su desarrollo o sobrecargarla con una emoción debilitadora».

La principal tesis de las silentistas sostiene que la lengua hablada provoca turbulencias en el aire que modifican la atmósfera y pueden provocar efectos indeseados:

«Las hembras silentistas son silentes fundamentalmente para sanar o impedir el clima, puesto que creen que el habla es la causa directa de las tormentas y debería reprimirse para siempre».

De forma parecida, el simple movimiento, con sus desplazamientos del aire circundante a los cuerpos que se mueven, altera el equilibrio existente en el aire en reposo, provocando graves perturbaciones de efectos potencialmente devastadores. El habla, incluido el grito, se reserva para ocasiones especiales como el enfrentamiento contra un enemigo poderoso cuya derrota es imprescindible para mantener con vida al grupo.

La obligación de silencio convierte en relevante el recurso de la mímica ―de hecho, los anales del silentismo registran un episodio denominado "los hechos del grupo Pantomima Nacional Femenina", durante cuyo transcurso se definieron algunos de los dogmas de la organización―, como sustitución silenciosa, aunque no siempre quieta, de las interacciones habladas. Algunas miembros del grupo han alcanzado la excelencia en estas mímicas, como el zurcido, o mímica del coito; la mímica del adiós; el carpintero, o mímica del suicidio; o la emboscada, que consiste en mimificar a un miembro de la propia familia.

«Se da una mímica de camuflaje cuando varios miembros de la familia mimifican a una sola persona (diana), como cuando los padres mimifican a su hijo, por ejemplo, y no ceden ni admiten que lo estén haciendo; a esto también se llama "sobremimificar" o "amar", y puede ocasionar un déficit de conducta muy duradero en el chico cuya conducta se imita, sobre todo si este lleva el nombre de Ben Marcus. La sobremimificación dispensa al chico de ser él mismo, dado que su conducta ya la cubren sobradamente las acciones del resto. Puede contemplar a sus padres actuando como lo haría él, imitándolo, hasta que su cabeza y su corazón se quedan tan callados y empequeñecidos que prácticamente nadie pueda verlo y haga mutis de toda la vida visible inadvertidamente».

Entre otros recursos utilizados para no transgredir el silencio o la inmovilidad se encuentra el desmayo, polivalente y fácilmente ensayable, y que sirve también para derrotar cualquier ataque de sentimientos o emociones. Es un recurso tan socorrido que existe una considerable variedad de métodos para conseguirlo.   

Finalmente, toma la palabra la madre de Ben a través de una carta que dirige al padre, en la que comienza por censurarle que se la haya follado y haber engendrado a su hijo, en contra de su voluntad última; le reprende por su influencia en la educación mundana de Ben, le amenaza con quitarle su parte de la patria potestad, y se ceba en puntos débiles y su inutilidad ―en parte debida, por supuesto, a su sexo, cuyos caracteres externos son constantemente desdeñados―.

«Mi problema: la maternidad no debería percibirse como caridad. Ben está resultando ser especial en el peor sentido. Mi debilidad por los cretinos se ha convertido en intolerancia. Sin embargo, me decepciona ver a Ben pasando tan rápido por el aro de la mediocridad, la fácil asimilación de otras personas y de su teatro ordinario de decepciones, en apariencia, a pesar de nuestros denodados esfuerzos por originalizarlo».

Censura al padre que no haya muerto y haya privado a Ben la exuberante experiencia de la pérdida del padre; una experiencia imprescindible para hacerse un hombre de provecho, un tipo duro capaz de enfrentarse a los desafíos de la vida sin salir huyendo y sin llorar. Dada la escasa y errónea contribución de Ben, hubiese sido más positiva la desaparición definitiva del padre que mantenerse con vida. Al fin y al cabo, su valor principal en la sociedad, la capacidad reproductiva, ya ha terminado y sería conveniente que traspasara esta competencia a su hijo, que no parece estar preparado ni especialmente interesado ―de hecho, todos los intentos reproductivos de Ben con las muchachas del grupo han resultado infructuosos―.

«Dominar un lanzamiento, como tratan de hacer todos los padres, exige también ceder el control, por duro que resulte; fragmentar tareas y delegarlas, por débiles que puedan ser tus ayudantes; otorgar autoridad total o parcial a Señuelos de Campo (tú) que puedan influir en la trayectoria del sujeto (Ben) en un grado mínimo pero significativo, que se dispongan de formas mínimas pero significativas para complementar el trabajo mucho más complicado de la encargada del lanzamiento, una persona, en este caso, que debe cubrir un abanico tan amplio de problemas y desafíos que su delegación de tareas con el sujeto debe a menudo ser subcontratada a ayudantes con un horizonte más reducido de ambiciones, que puedan tenerla al tanto y describir las sensaciones táctiles de manosear a su niño, interactuar con él, presenciar la conducta que produce a lo largo del día, que es información que ella sigue requiriendo para perfeccionar su trabajo, aunque, dado que ya ha tocado a su hijo y no tiene tiempo ni paciencia para la repetición, solo necesita recordatorios y actualizaciones fácilmente transmisibles por su personal».

Ah, por cierto, que no se me olvide: es imprescindible seguir al pie de la letra las instrucciones para la lectura de Norteamericanas ilustres que dicta el propio Ben: dividir el libro en siete partes iguales y leerlas durante una semana, a razón de una por día. No seguir esas instrucciones puede conllevar graves riesgos para la salud ―yo mismo, un día que sobrepasé la séptima parte, o el seteavo, de la lectura, registré dolores abdominales y alteraciones evacuadoras―, incluso la muerte, en el caso de las violaciones más graves. Están avisados.

Si siguen debidamente las instrucciones y no sufren ningún percance, Norteamericanas ilustres será el más excéntrico y uno de los mejores libros que leerán este año.