4 de marzo de 2024

Chaminadour


Chaminadour. Contes, nouvelles et récits. Chaminadour. Marcel Jouhandeau.
Éditions Gallimard, 2006 y 1953

Marcel Henri Jouhandeau (Guéret, Rueil-Malmaison, 7-4-1979)  es, probablemente, uno de los últimos ejemplares de la extensa lista de escritores franceses malditos. Autor prolífico, su obra, compuesta por más de sesenta libros, se extiende desde 1921 (La Jeunesse de Théophile) hasta 1972, siete años antes de su fallecimiento (Azaël); mención aparte merecen los veintiocho volúmenes de sus Journaliers (desde 1957 hasta 1974). Ese conjunto conforma una de las cumbres de la literatura francesa marginal del siglo XX. El conjunto de esa obra dejó una huella indeleble en la narrativa francesa del siglo pasado, un rastro presente en multitud de autores contemporáneos. 

Una de sus obras más conocidas es el ciclo de Chaminadour, compuesto, originariamente por tres volúmenes (Chaminadour I (1934), Chaminadour II (1936) y Chaminadour III (1941)), posteriormente publicados en un solo volumen, Chaminadour. Contes, nouvelles et récits. En él se recogen distintas obras que tienen en común el escenario ficticio de Chaminadour, una pequeña ciudad de provincias: «Chaminadour es la vida espectral e irradiada, hace cien años, de una pequeña ciudad gris poblada por artesanos, funcionarios y habitantes del campo. Chaminadour es un "árbol de rostros"», expresión extraída de su libro L'Arbre de visages (1941), y parece que está inspirado en Guéret, el municipio de la Creuse, en la región de Nueva Aquitania. Las obras incluidas en el volumen, de 1540 páginas, son: La Jeunesse de Théophile (1921), Les Pincengrain (1924), Les Térébinthe (1926), Prudence Hautechaume (1927), Ximénès Malinjoude (1936), Le Parricide imaginaire (1930), Le Journal du coiffeur (1931), Tite-le-Long (1932), Binche-Ana (1933), Chaminadour (1934), Chaminadour II (1936), Le Saladier (1936), L'Arbre de visages (1941), L'Oncle Henri (1943), Les Funérailles d'Adonis (1948), Un monde (1950), Cocu, pendu et content (1960), Descente aux enfers (1961)y el documento Vie et ouvre, un conjunto de imágenes recogidas por el propio Jouhandeau. Sus Diarios (Journaliers) ocupan veintiocho volúmenes y abarcan el período comprendido entre 1956 y 1974. La atención que ha merecido el autor en España se limita a la meritoria publicación por la Editorial Impedimenta de Tres crímenes rituales (Trois Crimes rituels, 1962). Eso es todo.

Richard Millet, otro autor francés fundamental —también sin traducción al castellano—, dice en el prefacio de este volumen, titulado «Un personaje infernal»:

 «Chaminadour es la vida espectral e irradiada, hace cien años, de una pequeña ciudad gris habitada por artesanos, funcionarios y campesinos. Chaminadour es un "árbol de rostros". Un ramillete de almas puras, una zarza de almas malditas, una proliferación de hechos y gestos, cómicos o trágicos, resplandecientes, infames, arrancados al secreto. 
"Yo necesito las pasiones, las manos amarillas, los corazones rojos de Chaminadour", dijo magníficamente René Crevel. Las necesitamos más que nunca, nosotros que, en estos tiempos sombríos, deprimidos, desencantados, pedimos a la literatura no que nos entretenga, sino que nos libere de las restricciones  sociales, que nos devuelva la memoria de los siglos, que nos dé toda la medida del hombre sin el discurso humanista, insustancial o psicologizante, y que nos llene de asombro en los peores tiempos».

La localidad que Jouhandeau nombra como Chaminadour corresponde, según parece, al barrio de  Guéret, la ciudad de la Creuse, donde nació; precisamente en esa población alberga la Association des Lecteurs de Marcel Jouhandeau et des Amis de Chaminadour.


Esta asociación organiza, anualmente, Les Rencontres de Chaminadour en Guéret. Sus inicios se remontan al año 2006 y se deben a dos creusois notables: un escritor y un lector, Pierre Michon y Hughes Bachelot, a quines se unieron, más tarde, Pascal Quignard, Jean Echenoz, Olivier Rolin, Sylvie Germain, Patrick Deville, Maylis de Kerangal, Mathias Enard, Arno Bertina, Mathieu Riboulet y otros. Cada año, estas jornadas rinden homenaje a un escritor de otro siglo cuyo legado puede apreciarse en los escritores actuales.


Las reglas de los Rencontres dictan que «una vez elegido el escritor, si ha aceptado ser el invitado de honor, y una vez elegido un escritor de otro siglo que pueda servir de ejemplo, comienza la búsqueda de autores, traductores, académicos, editores, críticos, libreros y bibliotecarios que tengan una profunda afinidad con ese escritor. Los organizadores se ocupan de que participe todo el gremio del libro. Esta elección ha dado lugar a un enfoque interdisciplinario que es el sello distintivo de los Rencontres, aportando perspectivas complementarias nuevas y muy enriquecedoras. Los debates surgidos de estos encuentros se recogen en los Cuadernos».

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