16 de noviembre de 2012

Flores de ruina. Perro de primavera

Traducción de Gabriel Hormaechea

Un nuevo Modiano en castellano; efectivamente, parece que el mundo literario español se ha decidido, por fin, a ir saldando, paulatinamente y bajo distintos sellos, la deuda que tenía con el escritor francés, uno de los autores más leídos y reconocidos en el panorama literario de nuestros vecinos del norte. En esta ocasión, la buena noticia es que El Aleph Editores se suma a ese grupo con la edición de dos nouvelles de la década de 1990, Fleus de ruine (1993) y Chien de printemps (1991), inéditas en España, ya que no en castellano.

Promavera de perros, que comparte con la mayor parte de su obra esa obsesión del autor, habla, pormenoriza, especula acerca de la memoria, en cómo afecta ésta, es decir, lo que recordamos, a nuestra versión del pasado, o sea, a lo que ocurrió, cómo queda modificado ese pasado -en un proceso parecido al que sostiene la mecánica cuántica con respecto a la modificación de un suceso por el solo hecho de ser observado- una vez se ha procesado el recuerdo:

"Los años pasaron. Lejos de enturbiar la imagen de Capa y Jensen, tuvieron un efecto inverso: la imagen es mucho más clara en mi memoria de lo que lo era en aquella primavera."

El proceso de la memoria consistiría en una sobreimpresión de recuerdos análogos en su naturaleza o contiguos en el tiempo o en lapsos específicos, de modo que ese convenio que denominados "experiencia" no sería una suma sino un palimpsesto en el que ya no es posible distinguir los distintos textos.

"Al cabo de cierto número de años aceptamos una verdad que presentimos pero que nos ocultamos a nosotros mismos por despreocupación o cobardía: un hermano, un doble, murió en nuestro lugar, en una fecha y un lugar desconocidos, y su sombra termina por confundirse con nosotros."

Flores de ruina planea su entramado en un doble escenario: en 1933, una pareja de jóvenes recién casados, después de una desacostumbrada noche de juerga, se suicida en su apartamento de Montparnasse; por otra parte, en 1965, una insólita pareja de desconocidos invita a cenar a su casa al narrador y a su novia quienes, extrañados por las rarezas de sus anfitriones, escapan en un momento de distracción. La novela se convierte, a partir de estos prolegómenos, en un azaroso peregrinaje por los lugares de París que tal vez la casualidad haya conectado con los hechos acaecidos en el pasado; por los personajes que acaso se relacionaron con la pareja suicida; y también por los recuerdos -¡es Modiano!-, ciertos o falsos, que conectan al narrador con su propio pasado.

"He cruzado los jardines. ¿Era un encuentro con un fantasma? ¿Las alamedas del Luxemburgo por las que no había pasado desde hace una eternidad? Con la luz de la caída de la tarde, me ha parecido que los años se confundían y que el tiempo se volvía transparente."

La reconstrucción de los hechos no se presenta de manera lineal, ya que se diría que aquello que sucedió no sigue necesariamente la concatenación lógica de causa-efecto; más bien parece el desenredo de una inextricable madeja de la que hay que deshacer en primer lugar los nudos: cada lugar del presente como actualización del mismo lugar en el pasado se conecta a, uno diría que sugiere, un personaje implicado directa o indirectamente en los sucesos, pero que sólo constituye una pieza que no tiene ningún valor por sí misma sino como parte del conjunto: indicios, pruebas circunstanciales que necesitan apoyarse, como esas viejas construcciones en las paredes medianeras, unas en otras para adquirir significado.

Los personajes que recorren las páginas de Flores de ruina son dudosos, cambian de nombre según las circunstancias, aparecen y desaparecen de la trama, como esos edificios cuyas partes altas emergen de la niebla, dejando la huella de su participación en los hechos y desapareciendo súbitamente bajo la capa de inversión.

Los orígenes de la trama se alejan hasta -y ésta es, tal vez, la segunda obsesión de Modiano- los tiempos de la ocupación, y los personajes intercambian sus personalidades, adoptando aquéllas de las que pueden sacar partido en cada circunstancia concreta. Avanza la acción hasta la actualidad y retrocede, dubitativamente, hasta los tiempos en que el padre del narrador tuvo trato con "la banda del Lauriston", personajes y circunstancias que pertenecen a otra de sus anteriores novelas, Reducción de condena (Remise de peine, 1988).

"Me pregunto dónde estarán hoy otras personas que conocí en la misma época. Intento imaginar cuál podría ser la ciudad en la que tendría alguna oportunidad de encontrarlas. Estoy seguro de que han abandonado París definitivamente."

El trabajo del escritor, en definitiva, consiste en sacar personajes de la nada, darles un papel, en el mismo sentido que los quince minutos de fama ("En el futuro, todos tendremos 15 minutos de fama") de Andy Warhol, inventar situaciones más o menos verosímiles, y devolverlos a la nada definitivamente.

"En aquel tiempo, todas las puertas de París se hallaban en línea de fuga, la ciudad aflojaba poco a poco su abrazo para perderse en solares. Y aun se podía creer que la aventura se encontraba a la vuelta de la esquina."

Los Modianistas confesos no pueden perderse esta oportunidad de volver a dos de las obras centrales de la producción del francés; y para aquellos que no han probado aun la narrativa de Modiano, estas dos novelas cortas pueden ser un bautizo excelente. Unos y otros, no de las pierdan.


Otros recursos relativos a Patrick Modiano en este blog:

No hay comentarios:

Publicar un comentario