6 de julio de 2011

París insólito

París insólito. Texto de Jean-Paul Clébert, fotografías de Patrice Molinard. Editorial Seix BarralTraducción de Javier Albiñana


"Bohemia. Ese término ahora distorsionado que ya no significa nada, pero que entraña demasiados malentendidos, demasiadas maneras de vivir incompatibles, abarca a demasiados individuos heterogéneos, entre ellos vagabundos auténticos que tan sólo aceptan como valor primordial la noción de libertad, noción que debe conservarse a toda costa y utilizarse al máximo, y entre los cuales los innumerables hijos de papá de Saint-Germain-des-Prés que fingen reventar de hambre, romanticismo podrido y putrefacto, deambulando con los pies sucios (¡y no digamos el resto!), demacrados, de ojos pálidos, melena leonina, y se van a las cuatro de la mañana, abandonan el café donde han aguantado toda la noche ante una copa vacía y tras una conversación estéril, caminan trescientos metros y, ya invisibles para los amiguitos, toman un taxi que los devuelve al hogar, al domicilio paterno, donde los esperan un baño caliente y una cama tibia... hijos de puta."


En el año 1952, un antiguo miembro de la resistencia pero absolutamente desconocido como escritor, Jean-Paul Clébert


"Mi aspecto me preserva por fortuna de la ofensiva denominación de intelectual o, lo que es peor, de existencialista, esa palabra deformada hasta la caricatura por una gilipollez evidente que abarca al calificador y al destinatario", 


publicó en la editorial Denöel un texto inclasificable, entre la cour des miracles y el descenso a los infiernos, (Paris insolite), a medio camino entre el ensayo autobiográfico -aunque Clébert no juzga, describe, por más que en el tono de su discurso asome una indisimulable simpatía por la colección de seres marginales que, apenas enumerados, se convierten en los verdaderos protagonistas de sus páginas-; la guía insólita de la ciudad de París, aunque que no se trataría tanto de una guía de París como de una guía de la vida de París


"Uno podría atravesar París de parte a parte no recorriendo más que calles pintorescas, a condición de saltarse las avenidas y de taparse ojos y oídos en los cruces para dirigir por otro lado el paso de las caravanas, y sin atisbar nunca ninguna curiosidad clasificada, sin necesidad de evocar la historia para animar las viejas piedras y emocionar el corazón de los visitantes mediante recuerdos más o menos artificiales, con emociones de guía Baedeker o Joanne";


y algo a lo que dio en llamarse "novela aleatoria", concepto que fue explotado, con posterioridad, por algunos de los integrantes del OuLiPo. Dos años después, se reeditó el texto, cuya publicación había tenido un éxito relativo pero inesperado, combinado con las fotografías que Patrice Molinard, representante de la corriente de los "photographes humanistes", documentalista e inspirador del realismo social en las artes plásticas, tomó en algunos de los escenarios donde transcurría el texto original, y que recorrió con el autor a tal fin. El resultado fue este excelente -a falta de mejor calificativo- artefacto reeditado en Francia el año 2009 y recién traducido al castellano.


Verdadero reportaje sobre el terreno, exploración de París con la premura del clochard, para quien la velocidad es indispensable -como apología de la carencia y la positividad de la negación: "la gente de mi profesión, apto para nada y dispuesto a todo", aquel que no reconoce ningún lugar como propio,"el tío que se encuentra en casa dondequiera que esté"- ya que su hogar es el vagabundeo, pero a quien nadie le quita esa agradable sensación del regreso, sin pretensiones de exhaustividad ni de objetividad; captación del instante fugaz que constituye por sí solo la acción; sucesión dramática de instantáneas que revelan el mundo que subyace en los márgenes de la gran ciudad en tiempos en que lo que distingue a las urbes modernas no son los populosos centros que han perdido su identidad en manos de los grandes ejes comerciales y el lujo uniformizante, sino los barrios periféricos, verdaderos tensiómetros del pulso de la vida real: "el espectáculo está en la calle"; una Odisea, ¿por qué no?, en la que Ulises no tiene Ítaca a la que regresar ni Penélope que le aguarde... La materia del libro no tendría fin: las instantáneas no pueden reproducirse a lo largo del tiempo porque los lugares cambian con rapidez inusitada y los personajes, por las circunstancias pero también por su propia y peculiar idiosincracia, son irrepetibles. Existe, por supuesto, más poesía en el horror que en la opulencia, más aventura en el vagabundeo que en el tranquilo paseo; sólo donde no existe la historia, o se vive al margen de ella, es posible el cambio.


El campo narrativo es el inclasificable suburbio, tomado este término en su sentido más laxo, pues es difícil su delimitación geográfica. Por una parte, es esa zona que limita con claridad en su interior con el centro de la ciudad, a veces mediante un barrio, otras veces con una sola calle, pero cuyo límite exterior acostumbra a ser más difuso ya que crece por agregación, y este crecimiento nunca es ni planificado ni regular. Por otra parte, existe también todo un mundo oculto en los bulevares más lujosos, en los sótanos, en los intersticios de las terrazas, en las trastiendas, en el cuarto o quinto planos, ocultos, sólo para iniciados, cuyo ejemplo más notorio, la arqueología del cual muestra el texto, sea el barrio de Les Halles, la invasión de la capital por el barrio suburbial, la conquista del centro por el margen, la colonización en la que el cambio del entorno físico no ha podido acabar con el ambiente anterior, puede que debido a que, a veces, los outsiders poseen una extraña persistencia.


Las fotografías no enseñan: dejan ver. No se trata de ilustraciones al uso que complementen el trabajo escrito ni de otro espejo que refleje la misma realidad: constituyen una historia en sí misma, paralela, en la que el lenguaje no es la única diferencia.


París insólito es un libro peculiar, no hay duda, a veces hilarante como una borrachera, a menudo crudo como una ráfaga de cierzo en Enero, pero muy recomendable, y no sólo por su singularidad.

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