Desde dentro. Martin Amis. Editorial Anagrama, 2021 Traducción de Jesús Zulaika |
Después de una época dubitativa marcada por una producción novelística que no está a la altura de los textos de ficción que publicó el siglo pasado, Martin Amis, uno de los enfants terribles ―con las salvedades obligadas para esta calificación teniendo en cuenta su entorno vital― de la literatura británica, vuelve al género ensayístico ―por más que insista, en el texto, en que se trata de una novela― con Desde dentro (Inside Story, 2020, apellidado A Novel; en castellano, se ha añadido un subtítulo que no lleva el original, Cómo escribir; en todo caso, una traducción cuestionable del título), un propósito de recuento en un momento transcendental de la vida, una circunstancia de transición hacia una nueva etapa, ignorada, con notables dosis de incertidumbre. No la escritura o la vida, sino la escritura y la vida, eternamente mezcladas, eternamente indistinguibles, y su relación con el afecto y la pérdida, hasta formar un triángulo axiomático y literariamente apasionante: el amor, el desconsuelo y la muerte. La relación más estrecha de la literatura es con el amor y con la muerte, pero no en el mismo sentido ni con la misma intensidad. «La literatura no sirve para ayudar a nadie en los acontecimientos críticos de una existencia normal»; la utilidad de la literatura sería, pues, únicamente estética y, en contados casos, moral.
El punto de partida de Amis es que un libro sobre la vida no puede limitarse a un solo género, ninguno puede abarcarla en toda su complejidad; la vida es un fenómeno híbrido y solo puede abordarse desde la combinación de aquellos: «esta larga novela es ―casi con certeza― mi última novela larga, y parte de ella ―aproximadamente un 1 por ciento― tiene carácter de antología. El autoplagio no es ningún delito; admitiría, sin embargo, el cargo de mala conducta autoral. En muchas ocasiones me limito a transmitir información necesaria. En las demás, normalmente vuelvo a preguntas sin responder, preguntas que se niegan a dejarme en paz».
De este modo, Desde dentro se sustenta sobre dos pilares principales: la autobiografía, centrada principalmente en el relato de su relación con las mujeres; y el ensayo, representado por la apología de escritores ―un trío imbatible: Saul Bellow, cuya conexión es la admiración; Philip Larkin, una relación que heredó de su padre, Kingsley Amis; y Christopher Hitchens, con quien le unía una larga y cómplice amistad―; además de un tercer apoyo, ocasional y esporádico, con reveladoras opiniones sobre el hecho de escribir y la literatura. La variedad temática es abordada mediante, como mínimo, dos tratamientos: a través de los mecanismos de la ficción y de la no ficción; en principio, parece que el primero estaría asociado a la parte biográfica y el segundo a la ensayística, pero no tiene por qué ser así exactamente; el lector tiene la sensación de que Amis transita por la frontera que separa ambos tratamientos y que pasa de un lado a otro sin avisar en una actitud muy poco normativa, y ese mismo procedimiento doble es el que aplica también en sus incursiones en temas de actualidad o estrictamente personales. Sin embargo, al igual que sucede con otros textos ensayísticos del británico ―aunque ahora, casi por primera vez, se puede observar cierto reconocimiento, si no confesión, de su insolencia y egocentrismo―, su relato alumbra el conflicto entre cierta insociabilidad de carácter pretencioso y la necesaria sociabilidad para el buen empeño de su trabajo periodístico; el mismo conflicto entre su deseo de estar solo ―un deseo teórico, intencional― para explotar su capacidad novelística y la imposibilidad de estar solo ―sin una mujer―.
«El escritor tiene una vida tripartita, que se divide entre escribir, leer y... ah, sí, eso, vivir. No hay que olvidarse de vivir. Eso es algo que también hay que hacer. Si no puedes leer, está claro que no puedes escribir, por tanto, lo único que te queda es vivir. Y después dejar de vivir. Eso no hay manera de evitarlo. En palabras de James Last, el protagonista enfermo de El negro del "Narcissus" de Conrad: "Tengo que vivir hasta que me muera, no?"»
Amis explota la conexión ―plenamente literaria, en formato asimismo literario― entre ciertos hechos históricos ―o de relevancia histórica― y algunos sucesos acaecidos en su vida personal ―o en la vida personal de Martin, el personaje literario― mediante mecanismos que funcionan como un reloj; basta citar, como ejemplo ―que retrotrae al archiconocido problema con su dentadura, que desató en su día ríos de tinta, no siempre navegables sin riesgo, lo que me hace suponer que la cita no está exenta de cierto carácter humorístico―, el momento de feliz conexión entre el estallido del primer avión suicida del 11S y la pequeña herida en su mano; en realidad, esa es una de las propuestas de Desde dentro, este fenómeno de atracción y repulsión entre ficción y no ficción en el que el autor (parece que no) toma partido. Si se acepta la hipótesis de que la forma más efectiva de conocer a un escritor es leyendo sus novelas ―más que sus poemas, su autobiografía o sus memorias―, se debe presuponer que el autor no filtra conceptos ni amaña vivencias; sería como conocer a alguien mediante el relato de su conducta. En este sentido, Desde dentro no sería una confesión, sino una exposición del relato Martin Amis en un formato distinto al de sus novelas, pero usando el género como artefacto: «a diferencia de los poemas, las novelas no tienen límite, son infinitamente mejorables. No es posible terminarlas. Lo único que se puede hacer es dejarlas atrás». Se equivoca quien piensa que la ficción lo puede todo, pero también se equivoca quien cree que su poder no sirve para nada. Es posible que una de las razones por las que insiste en llamar novela a lo que no lo es sea porque "la ficción es libertad".
Precisamente porque la ficción es libertad, la literatura no debe tener límites ―el desasosegante rien n´est sacré, tout peut se dire situacionista aplicado a la escritura―. El tratamiento de una tragedia ―el Holocausto― puede ser tratado por los historiadores y también por los novelistas, pero únicamente de manera escrupulosa, jamás con burla o ironía. Ese constreñimiento no deja de ser una forma de censura ―o autocensura― con efectos maléficos sobre la propia tragedia, a la que se otorga, con ese proceder, un carácter de excepcionalidad que actúa contra el sentido común, le asigna un carácter sagrado que, a todas luces, no merece. El hundimiento y El dictador, las películas, son dos formas distintas de tratar un tema, ambas igualmente éticas.
«Después de cada presentación pública, siempre había uno o dos muchachos que se abrían paso a codazos hasta la mesa donde firmaba libros para airear sus protestas; y me asombró la vehemencia del organizador de la feria cuando me dijo entre dientes: "¿Cómo osa reírse del hitlerismo?" Habría querido responderle: "La burla es un arma. ¿Por qué cree si no que los tiranos la temen y la prohiben y por qué trató Hitler de castigarla con la muerte?" Estoy familiarizado con la teoría de "la excepcionalidad del Holocausto", que tiene una aplicación en literatura: en su forma más rudimentaria mantiene que el Holocausto es un tema que solo los historiadores tienen derecho a abordar. Hay en esto una fuerza emocional: apela a mantener una reserva decorosa. Pero yo estoy convencido de que no hay nada, absolutamente nada, que se deba proteger de la mirada del escritor. Si esa es la perspectiva de un fundamentalista literario, pues eso es lo que soy yo [...] En literatura no cabe la territorialidad. De modo que haz caso omiso de cualquier advertencia sobre la "apropiación cultural" y similares. Ve donde te lleve la pluma. La ficción es libertad y la libertad es indivisible».
La vida, en el extremo opuesto a la ficción, es, artísticamente, un fraude, una condición que no tiene ninguna conexión con el arte ni ningún aprovechamiento, es más corta y mucho más aburrida; esa es la razón por la que el arte es imprescindible, porque cumple funciones que la vida no puede alcanzar: «cuando te haces mayor puedes recordar, por supuesto, lo que hacías cuando eras más joven, puedes recordar lo que hiciste. Lo que no puedes recordar es la temperatura de la volición del yo deseo. Puedes recordar por qué deseabas lo que deseabas. Pero no puedes recordar por qué lo deseabas tanto». Pero siempre puedes inventarlo; se llama autobiografía.
La autobiografía, en ese sentido, se erigiría como alternativa al arte ―tal vez, incluso, como manifestación― en la que recuerdo y verdad no deben coincidir necesariamente; por supuesto, es más importante el primero que la segunda. «Una gran pregunta, una pregunta harto pertinente: ¿Cómo una novela autobiográfica puede intentar ―y menos aún, lograr― abarcar lo universal?». La propuesta de Amis, implícita en el planteamiento y en la ejecución de Desde dentro, es el intento de superar la limitación, no la transgresión de la misma.
«¿Qué es lo bueno de la novela? ¿Qué hace? ¿Para qué es? Sobre tal cuestión hay (como tantas veces) dos escuelas de pensamiento opuestas: en el caso que nos ocupa los estetas frente a los funcionalistas. Los estetas explicarán cansina y sin duda compasivamente que la novela no sirve a ningún propósito en absoluto (es solo un artefacto ―y nada más―). Los funcionalistas la ven como algo resueltamente progresivo en tendencia: la narrativa está (o debería estar) involucrada en la mejora de la condición humana. Bien, los progresivos podrían estar equivocados, así me lo ha parecido siempre; pero es imposible que los estetas estén en lo cierto. Podemos, si queremos, estar sofísticamente de acuerdo en que cierto tipo de novela puede carecer de propósito. Pero ¿puede un novelista carecer de propósito, ser alguien sin propósito durante toda su vida adulta? ¿Puede alguien carecer de propósito?».
Aunque la novela, como género y como intención, no ha estado, en sus cuatrocientos años de historia, exenta de controversias. En los últimos cien, en particular, parece haberse incrementado su desorientación con el paso de la novela difícil a la novela acelerada, tal vez consecuencia de la aceleración del mundo; este cambio de la novela deductiva a la novela dinámica ha revertido en la transformación del lector cómplice en lector inapetente, convirtiendo a este en un individuo progresivamente degradado. Y este es un extremo que jamás debe alcanzarse: el respeto hacia el lector implica no tratarlo como si fuera un cliente al que se vende algo, sino como un invitado.
«Tal vez un día nos gustaron los libros difíciles. Pero ya no nos gustan. Las novelas difíciles están muertas [...] El narrador poco fiable (un día popular y a menudo fructífero artefacto) ha cedido el paso a la era del receptor poco fiable ―¿Por qué leemos lo que leemos?―. El narrador poco fiable ha muerto; la novela "deductiva" está muerta [...] ¿Qué los condenó? ¿El narrador poco fiable, el monólogo interior y todas las otras vetas muertas? ¿Cuál era la morbosidad que compartían? Además de una forma racional, una forma laica y una forma moral, la novela es una forma social. Y esa es la razón por la que el realismo social ―siempre el género dominante― es hoy incuestionablemente hegemónico».
Aunque no todo son inconvenientes: si, como parece, la novela es un género que ha ido perdiendo concreción, como consecuencia, cada vez abarca más modalidades, y esa indefinición hace posible una variedad formal infinita en la que parece valer todo. «El auge del experimentalismo corrió parejo a la revolución sexual, y brotó del mismo eureka colectivo: la fragilidad insospechada de ciertas prohibiciones venerables».
Sin embargo, para Amis, se trata de un falso dilema; para ser un escritor experimentalista es precisa una preparación técnica más exhaustiva que para escribir realismo; la línea que separa originalidad y boutade es muy fina, y la que separa capacidad de sorpresa del lector del rechazo y el hastío es de un grosor parecido.
«Los seres humanos son en esencia animales sociales, y la novela en lengua inglesa es en esencia un género social; es, además, un género racional y un género moral. Por tanto, a nadie debería sorprender el hecho de que, en el pequeño planeta denominado Ficción, el realismo social sea la superpotencia en solitario. Y si bien la mayoría de los escritores modernos, en una o dos ocasiones a lo largo de su vida profesional, querrán deshacerse de su yugo y explorar otros terrenos, el realismo social sigue siendo su primera presidencia: su domicilio estable».
Con independencia de los episodios más autobiográficos en los que la atención se centra en el propio escritor, Desde dentro toma altura en los capítulos dedicados a registrar, desde un punto de vista privado, la degradación y la muerte de esos amigos queridos, por distintas razones, y con los que comparte profesión: Bellow, que "fue el precursor de la literatura judía estadounidense", fallecido en la inconsciencia en que lo sumió el Alzheimer; Larkin, caricatura de sí mismo a lo largo de toda su vida, que falleció de forma vulgar y alborotada; y, finalmente, Hitchens, que se despidió de manera heroica, elegante y silenciosa. Aunque la mayor extensión ―esa es la sensación cuando se termina la lectura― corresponde al espacio dedicado a su amigo del alma ―Christopher Hitchens es el contrapeso desprejuiciado y no reprimido de Martin, una especie de conciencia libre, un concepto no muy alejado del Hitchens real―, con quien compartía edad e irreverencia, es el caso de Bellow el que muestra la verdadera devoción del autor. La britanicidad de Amis es canónica: no compara constantemente, pero su visión de lo extranjero, entendiendo como tal todo lo que se halla fuera del territorio geográfico y mental británico, es fehacientemente externa; en el caso de Bellow, sin embargo ―judío, norteamericano, mayor―, tiene más peso el hecho de compartir profesión que el resto de condicionantes que lo distinguen de los colegas de otra nacionalidad. Amis se asombra de la estrecha conexión entre la obra y la vida de Bellow; tal vez es demasiado joven para comprender que, de forma más o menos explícita, todo escritor ―y, por extensión, todo novelista― construye sus obras con trazos de su vida. Amis reproduce, con una exactitud muy bien calculada, sus conversaciones sobre literatura, política, religión, hasta llegar a la última, en la que se pone de manifiesto, con toda crudeza, el deterioro mental definitivo del escritor, que le obliga a la repetición de la misma pregunta por haber olvidado la respuesta, le imposibilita de leer, pues al final de la oración no recuerda cómo empezaba y, aunque en episodios cada vez menos frecuentes, la percepción del propio enfermo de su deterioro; probablemente, constituyen el pasaje más emocionante del libro.
«Sí, ahora que me preguntas..., sí, pienso en la muerte, casi constantemente en el sentido de que está siempre en mis pensamientos, como una cantinela... Por eso aprecio tanto que seas tan joven. Porque me leerás de cuando en cuando hasta quizá 2080 ―si llegas a vivir hasta esas fechas―. Y cuando tú te vayas, mi posteridad también llegará a su fin, mi fama póstuma de las palabras. Y me reuniré con el soldado alemán desconocido de 1918. Porque por mi júbilo muchos hombres han reído, / y de mis lágrimas ha quedado algo / que ahora debe morir. Y será mi tercera muerte: la primera mi deseo ardiente, luego mi vida, y luego mis palabras escritas».
«Según señalaba Auden, lo más probable es que no haya muchos novelistas y poetas que deseen ser el único novelista o poeta que haya existido jamás, pero a la mayoría no les importaría ser el único novelista o poeta que existe ahora».
Booknus Track
Una buena ocasión para leer o releer alguna obra de los autores más citados y admirados por Amis; esta es mi propuesta:
Herzog. Saul Bellow. PRH, 2009 Traducción de Rafael Vázquez |
Hitch-22. Christopher Hitchens. PRH, 2011 Traducción de Daniel Gascón |
La vida amb un forat a dins. Poesia escollida (Edición bilingüe). Philip Larkin Pròleg de Francesc Parcerisas. Selecció i traducció de Marcel Riera |
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