Klara y el Sol. Kazuo Ishiguro. Editorial Anagrama, 2021 Traducción de Mauricio Bach |
Klara, la protagonista y narradora de Klara y el Sol (Klara and the Sun, 2021), es una AA, una Amiga Artificial, una variedad de androide especializada en acompañar y cuidar de niños, y que tiene la particularidad de cargarse con la luz solar. Después de pasar cierto tiempo expuesta en el escaparate de una tienda, Klara, a pesar de no ser un modelo plenamente actualizado pero poseedora de unas buenas dotes de observación y gran capacidad empática, es adquirida por la familia de Josie, una niña afectada por una extraña enfermedad.
Una vez en la casa familiar con Josie y su madre, Klara disfruta de un período de aprendizaje no muy diferente del de un adulto recién llegado a la civilización. Avanza en sus intentos de comprender lo que sucede por estar programada para ello, pero también, porque sospecha que su futuro con la familia depende de su diligente y acrítica capacidad de adaptación. Aunque la relación causal no parece asentada correctamente en su inteligencia, no por ello deja de observar y anotar los sucesos, por más que ignore las causas que los provocan: su comportamiento es plenamente racional, pero intelectualmente deficiente, limitado a su estricta utilidad de Amiga Artificial y, por tanto, incapaz de plantearse preguntas para las que no tiene respuestas programadas ni capacidad de aprendizaje, resultando una eficiente combinación entre inocencia y funcionalidad.
La poca interacción con personas ajenas a su objeto ―de hecho, incluso salir de la casa le parece una aventura arriesgada―le impide apercibirse de los extraños sucesos que acaecen entre Josie y su madre; además, el aislamiento atencional, la preocupación por resultar útil y su plena dedicación a la niña le dificultan la interpretación de los evidentes indicios contenidos en las interrelaciones entre Josie y sus amigos, particularmente con Rick, un niño del vecindario que parece compartir con ella una determinada carencia.
En realidad, la mayor carencia de Klara tiene que ver con la comprensión del contexto: ella entiende todo lo que sucede a su alrededor, es decir, es capaz de discernir la realidad pero, en cambio, no es competente para descodificar los hechos y acceder a su significado intrínseco; por ejemplo, los encuentros, durante la enfermedad de Josie, de esta con su amigo Rick, y el proceso de cambio de estos encuentros a medida que pasa el tiempo, unas variaciones que Klara observa pero no puede interpretar. La superioridad de ser una IA queda en evidencia ante las posibilidades de la espontaneidad de un ser humano de corta edad; el conflicto que se desata en su interior parece provenir, precisamente, de la percepción de ese hecho y de no tener respuesta al compromiso que le plantea.
A pesar de sus limitaciones, Klara cumple con su función de AA con corrección y progresiva implicación, se integra en la familia, y su característica de ser artificial se va diluyendo; sin embargo, más que un fin en sí mismo, esa integración significa un entrenamiento para el papel que le tiene reservado la madre de Josie, una prueba definitiva para sus capacidades y, tal vez, la forma de trascender su naturaleza artificial: la comprensión de que la representación más genuina de la humanidad no es el amor, sino dar la propia vida a cambio de la del otro.
«La esperanza ―dijo―. Esa maldita cosa nunca te deja en paz».
Muchas novelas de Kazuo Ishiguro se basan en el planteamiento de dilemas éticos subyacentes a una trama por lo común de carácter neutro; esta característica estaba ya presente en su anterior novela No me abandones, que se ocultaba también bajo la apariencia de ciencia-ficción ―un caso parecido a la reciente Máquinas como yo, de su paisano y compañero de generación Ian McEwan―. En este caso, la primera dificultad consiste en cómo hacer verosímil el discurso de un narrador que es una IA, y como hacer creíble su punto de vista sin que se confunda o resulte una parodia del discurso de un ser humano; la solución de compromiso que aplica Ishiguro es, sometiendo a su narradora a un control férreo, que Klara hable y describa únicamente acerca de lo que conoce, no juzgue aplicando la lógica humana, y vea como natural hechos que podrían considerarse aberrantes según la ética y la moral humanas; por ejemplo, registra el hecho de que existen ejemplares masculinos y femeninos de AA, destinados, respectivamente, a niños y a niñas, pero no se apercibe del sexismo implícito de tal variedad ni se pregunta acerca del tipo de sociedad que alberga esa característica; asimismo, sabe que existen "niños mejorados", pero no indaga nada acerca de peculiaridad, ni si se trata de mejoras genéticas o simplemente educacionales, acerca de la segregación de los "no mejorados" ni de la relación que parece sostener ese perfeccionamiento con la muerte de la hermana mayor de Josie. Y, finalmente, el significado de la relación entre Klara y el sol, si el hecho de que la androide dependa de su luz tiene que ver directamente con su intervención en la enfermedad de Josie y hasta qué punto su discurso, además de coherente, es fiable.
Y si Klara no sabe, el lector tampoco; esa limitación, esa oposición al narrador omnisciente clásico, es lo que convierte Klara y el Sol en una novela tan inquietante como excelente.
«―Creo que detesto a Capaldi porque en el fondo sospecho que se puede tener razón. Que lo que dice podría ser cierto. Que la ciencia actual ha probado, más allá de toda duda, que no hay nada único en mi hija, nada que los instrumentos de nuestra ciencia moderna no puedan extraer, copiar o transferir. Que los seres humanos llevan viviendo juntos muchísimo tiempo, siglos, amándose y odiándose, y resulta que solo se basaba en una premisa errónea. Una suerte de superstición que hemos ido manteniendo mientras nuestros conocimientos no iban más allá. Así es como lo ve el señor Capaldi, y hay una parte de mí que teme que esté en lo cierto».
Disponible edició en català:
La Klara y el Sol. Kazuo Ishiguro. Editorial Anagrama, 2021 Traducció de Xavier Pàmies |
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