1 de mayo de 2020

La condesa sangrienta

La condesa sangrienta. Valentine Penrose. Wunderkammer, 2020
Prólogo de María Negroni. Traducción de M. Teresa Gallego y M. Isabel Reverte
Valentine Penrose, la escritora y artista francesa relacionada con el movimiento surrealista —y estrechamente relacionada con Cataluña, donde pasó una época estudiando el arte románico—, escribió, ya en la madurez y cuando el surrealismo ya era historia, La condesa sangrienta  (Erzsébeth Bàthory. La Comtesse sanglante, 1962), arrebatada por la fascinación por el personaje legendario de Erzsébeth Bàthory y, tal vez, espoleada por su propia afición al esoterismo, la astrología y el hinduismo.

Penrose, siguiendo el rastro de la condesa, bucea en el origen del mal y lo atribuye a una doble condición: la propia personalidad de la protagonista, psíquicamente inestable pero perteneciente a un linaje que le confería impunidad; y la superstición generada por un paisaje sombrío, un pasado tumultuoso, una ubicación en mitad de la frontera de dos imperios, en una sociedad de estructura fuertemente feudal, y una supuesta predestinación de origen sobrenatural de estirpe pagana, mezcla del animismo basado en la adoración de las oscuras fuerzas de la naturaleza, y de brujería.


Basándose en las semejanzas de ambos casos, Penrose aventura una especie de Vidas paralelas con Gilles de Rais, dado el trasfondo erótico y lujurioso que propone en ambos casos, aunque con distinciones notables: las víctimas de Gilles fueron, casi siempre, niños, y el propósito era convocar al diablo; para Erzsébeth, las víctimas eran mujeres y su aspiración la eterna juventud. Ambos fueron juzgados y castigados —él ejecutado, ella encerrada de por vida— con 170 años de diferencia.

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