18 de enero de 2016

El buen sentido

El buen sentidoPaul-Henri Thiry, barón de Holbach. Laetoli,  2014. 
Traducción de José Javier Rodríguez. Epílogo de Miguel Benítez
"Todas las religiones reveladas [...] están llenas de dogmas misteriosos, principios ininteligibles, maravillas increíbles y relatos maravillosos que parecen imaginados sólo para confundir a la razón. Toda religión anuncia un Dios oculto cuya esencia es un misterio; por consiguiente, la conducta que se le atribuye es tan difícil de comprender como la esencia misma de ese Dios. En las distintas religiones [...] la divinidad sólo ha hablado de un modo enigmático y misterioso, y en todas partes se ha revelado sólo para anunciar misterios, es decir, para advertir a los mortales que quería que creyeran en contradicciones, imposibilidades y cosas a las que eran incapaces de asociar ninguna idea verdadera."
Paul Heinrich Dietrich, Paul-Henry Thiry en su versión francesa, barón de Holbach, fue una de las personalidades más eminentes en la rama parisina de los Enciclopedistas; aparte de su contribución en forma de artículos en la obra, también de procuró apoyo económico, y el "salón" de su esposa fue uno de los lugares de encuentro, incluso para personajes extranjeros, más afectos a la Ilustración. El buen sentido, junto con el reconocido Sistema de la naturaleza, del que se presenta como resumen o compilación, es la contribución más relevante del barón al pensamiento ateo del siglo XVIII.
"Los hombres son enfermos imaginarios que unos charlatanes interesados necesitan mantener en us locura para cobrar sus remedios. Los médicos que recetan muchos remedios son más escuchados que los que recomiendan un buen régimen o dejan actuar a la naturaleza."
Holbach, enemigo declarado de cualquier tipo de religión, incluso de la religión natural por la que habían apostado algunos pre-Ilustrados, antepone a la teología -Holbach personaliza su ataque a la religión en los teólogos- el buen sentido, entendido éste como "aquella parte del juicio que basta para conocer las verdades más simples, desechar los absurdos más llamativos y sorprenderse por las contradicciones más palpables". La reducción al absurdo de los preceptos de la religión le hace desembocar en un ateísmo razonado que sustituye, por ejemplo, al anticristianismo más visceral del abate Meslier, y que consiste, inicialmente, en una crítica sistemática, razonada y progresiva de la religión bajo la única luz de la razón. Positivismo, empirismo y racionalismo son los tres pilares que sostiene esa crítica, y en cuya base se encuentra la inteligencia, entendida como la conformidad de los medios empleados para conseguir el objetivo propuesto. Bajo estos supuestos, por ejemplo, analiza la eterna discusión, tan querida por los religiosos, de si es posible una moral laica, aduciendo que la que no es concebible es, precisamente, una moral religiosa.
No juzgamos a los hombres por sus ideas ni a las ideas por los hombres; juzgamos a los hombres por su conducta y a sus ideas por su conformidad con la experiencia, la razón y la utilidad para el género humano."
Es posible que, a la luz de la antigüedad del texto, las tesis de Holbach nos parezcan algo ingenuas, pero es imprescindible ponerlas en su contexto y no olvidar que esa inclemente crítica a la religión conlleva una censura no menos rigurosa a la institución monárquica.
"La verdadera religión es siempre la religión del soberano, el verdadero Dios es el Dios que el soberano adora, la voluntad de los sacerdotes que gobiernan al soberano resulta siempre la voluntad de Dios."
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