El final de la historia. Lydia Davis, Alpha Decay, 2014 Traducción de Justo Navarro |
Una mujer recuerda una relación amorosa, excluyente y
destructiva, lastrada por los malentendidos y la sospecha, y caracterizada por
una enfermiza dependencia -la "historia"- que sostuvo con un hombre,
más joven que
ella, e indaga acerca de las razones por las que esa relación
fracasó -el "final de la
historia"-, al tiempo que escribe una novela -la "historia"- en
la que detalla los aconteceres que tuvieron lugar mientras duró y para la cual, ya que "la
historia había tenido
tantos finales que en realidad no acababan en nada y sólo continuaban algo, algo que no
cabía en
ninguna historia", necesita averiguar cómo darle término -el "final de la historia"-. Este
intento de ficcionalizar la experiencia y de explorar la relación del pasado con el relato que
podemos hacer de él, esa, en apariencia, doble trama, constituye la primera novela de
Lydia Davis, una de las escritoras norteamericanas contemporáneas más respetadas por su magnífica capacidad para el relato
corto. El paradigma, y a la vez
paradoja, bajo el que ambas tramas se sustentan es que algunos hechos de la
vida de uno sólo pueden
ser contados en forma de novela: Lydia Davis escribe una novela sobre alguien
que ha perdido a alguien, la protagonista de la cual es una narradora anónima en primera persona que nos
relata algunos episodios de esa vida en común y que, simultáneamente, escribe una novela
sobre su relación -encuentro, relación y, sobretodo, conclusión- con alguien a quien ha
perdido. ¿Complejo?
Tal vez, pero no en manos de una escritora que ha mostrado, en la distancia
corta, un dominio de los recursos narrativos verdaderamente excepcional.
Puesta ante ese desafío, es evidente que uno de los pilares en que debe sostenerse la
validez de la novela es la elección del narrador y, consecuentemente, del tono con que
ese narrador desgrana la historia: la novela -la que estamos leyendo, no la que
escribe la narradora- desborda de descripciones tan peculiares -la mayoría
rayan la obsesión clínica, como algunas descripciones
de los exteriores de los edificios, especialmente de los jardines, o el
inventario de sus rutinas- que acaban proporcionando más información acerca de la narradora que del
objeto o de la situación que se describe. Davis ha escogido, para narrar hechos
emocionalmente comprometidos, una sorprendentemente verosímil -cuestión de oficio, por supuesto-
frialdad expositiva, con frases que cortan no como cuchillos sino como hojas de
afeitar: más precisas, más profundas, pero sin mella
aparente; como si la supresión de la emoción y del sentimiento interpusiera la distancia
necesaria para que el recuerdo fuera perdiendo su capacidad generativa de
dolor; y también la ausencia de cronología, en parte, fruto del carácter obsesivo-compulsivo de la
narradora, en parte, como una estratagema para modificar los hechos ya contados, añadir
elementos favorables o ampliar la información.
Paralelamente a la trama de
primer nivel, la historia de la narradora con su pareja, Davis afronta una
serie de cuestiones relativas al propio proceso de escritura, a cómo narrar un pasado que sólo puede ser reproducido a través del recuerdo; en definitiva, acerca de la dificultad de escribir
sobre de lo que nos ocurrió en el pasado, sobre el mismo acto de escribir, qué se cuenta y cómo, y qué licencias son permisibles: una
reformulación que se
materializa, en la novela, sin necesidad de inventar
situaciones que no se dieron en realidad ni de omitir otras: basta con cambiar
algún elemento,
alterar el orden de ciertos hechos, efectuar sutiles cambios en una situación o en un personaje determinados
para que, al final, la novela acabe pareciéndose no a la realidad sino a lo que la narradora
quiere.
Reseña completa en: http://jediscequejensens.blogspot.com.es/2014/11/el-final-de-la-historia.html
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El peatón de París. Léon-Paul Fargue, Errata Naturae, 2014 Traducción de Regina López Muñoz |
En el intervalo temporal que
transcurre entre las dos guerras mundiales, París es el centro del mundo del arte
y de la cultura, un foco atrayente para los propios franceses, un faro cuya luz
llama a artistas de toda Europa y atraviesa el Atlántico para convertirse en la
indiscutible, y tal vez última, capital cultural del mundo. Los ismos, con
distinta fortuna, se suceden a velocidad de vértigo, pisándose los talones -y, a veces, los juanetes- con una
sola excepción, el inédito, localizable y omnipresente "parisismo". Es
este ambiente fértil para la infección sectaria el que facilita la aparición
de no tanto
el "gran libro sobre París”
como del libro que los une a
todos, el compendio de todos los textos que han tenido a Lutecia como entorno,
como excusa o como protagonista, El peatón
de París; formalmente, un ensayo a modo de crónica,
del poeta francés Léon-Paul Fargue, pero en realidad
un inventario detallado y razonado de recuerdos y sentimientos.
El París de los boulevares, de los
muelles y de las plazas, en el que se desenvuelve con agilidad este flâneur, es el marco en el que se desenvuelve la vida real,
la de los paseantes, los ociosos sentados en las terrazas y las familias en
torno a la mesa al otro lado de las ventanas iluminadas del crepúsculo, pero también la nostalgia por el París que fue, la de los fantasmas de
los conciudadanos que también pasearon por esos mismos lugares, todos juntos, en
un alegre pasacalle que junta a todos los vivos y los muertos. En definitiva,
un homenaje a todos los que han hecho de la ciudad aquello que ha
llegado a ser, un agradecimiento por su legado y un reconocimiento por su
aportación; aunque
aquellos que no estén muertos arrastren los restos de su grandeza con trajes descoloridos,
cuellos deshilachados y zapatos sin suela.
Reseña completa en: http://jediscequejensens.blogspot.com.es/2014/11/el-peaton-de-paris.html
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Esto es agua. David Foster Wallace, Penguin Random House, 2014 Traducción de Javier Calvo |
Había una vez dos jóvenes licenciados que iban por el campus y se encontraron por casualidad con un profesor que iba en sentido contrario; el profesor les saludó con la cabeza y les dijo: “Buenos días, chicos. ¿Cómo va la vida?”. Los dos jóvenes licenciados siguieron andando un trecho; por fin, uno de ellos miró al otro y le dijo: “¿Qué demonios es la vida?”.
A partir del día siguiente, los dos jóvenes se levantan temprano, van a su trabajo de licenciados universitarios, trabajan duro diez o doce horas, comen en un santiamén, vuelven a casa, pasando por el supermercado, cenan deprisa y ven la televisión un par de horas antes de irse a la cama temprano porque al día siguiente hay que levantarse y volver a hacerlo todo otra vez. Se van haciendo mayores, se casan, tiene hijos, compran casas cada vez mejores y coches cada vez más potentes, se divorcian y vuelven a empezar. Progresan en su trabajo gracias a su competitividad y alcanzan un nivel de felicidad que les parece aceptable, aunque ciertos asuntos de estrés y de adicciones les acaban causando problemas familiares y profesionales.
Un día a punto de jubilarse, volviendo del trabajo, sufren un accidente y son ingresados en la UVI; entre las visitas, ven al antiguo profesor; le hacen acercarse y le preguntan: “Profesor, ¿qué era la vida?”. El profesor sonríe y, mirándoles fijamente, les responde: “Atención, conciencia, disciplina, esfuerzo y compasión; todo eso en lo que no habéis podido pensar porque había cosas más urgentes, eso es la vida.”
Hasta aquí la fábula; a continuación, el decálogo de DFW sobre cómo vivir con compasión:
Lo que más cuesta de ver y de explicar es, a menudo, lo evidente.
El valor humano siempre debe superar al valor material.
No importa tanto pensar como saber en qué pensar y cómo.
La forma en que interpretamos la experiencia es fruto de una decisión consciente.
La seguridad de una convicción no asegura su certeza.
Siempre existe otra opción.
Siempre puedes decidir qué tiene sentido y qué no lo tiene.
Siempre debes cuestionar las configuraciones por defecto.
La verdad con V mayúscula tiene que ver con la vida antes de la muerte.
Al final, atención, conciencia, disciplina, esfuerzo y compasión; esto es el agua.La verdad con V mayúscula tiene que ver con la vida antes de la muerte.
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L'aigua és això. David Foster Wallace, Edicions del Periscopi, 2014 Traducció de Ferran Ràfols Gesa. Pròleg de Vicenç Pagès Jordà |
A partir de l’endemà, els dos joves es lleven aviat, van a la seva feina
de llicenciats universitaris, treballen durament deu o dotze hores diàries, mengen en una esgarrepada, tornen a casa, passant per súper, sopen a correcuita i miren ta televisió un parell d’horetes abans d’anar-se’n al llit ben aviat perquè a l’endemà cal
llevar-se i tornar a començar. Es van fent grans, es casen,
es divorcien i es tornen a casar, tenen fills, compren cases cada vegada més grans i cotxes més potents; cauen, s’aixequen i tornen a començar. Progressen
a les seves feines gràcies a la seva competitivitat i
assoleixen un nivell de felicitat que els sembla prou aceptable, encara que
certs afers deguts a l’estrés i a les adiccions acaben causant-los problemas familiars i
professionals.
Un dia, a punt de jubilar-se, tornant de la feina,
pateixen un accident i són ingressats a la UVI; entre les
visites, veuen l’antic profesor, fan que s’acosti i li pregunten: “Professor,
què era la vida?”. El profesor els somriu i, mirant-los fixament, els respon: “Atenció, conciencia, disciplina, esforç i compassió, tot allò en que no heu pogut pensar perquè tenieu coses més urgents a fer, això és la vida.”
I fins aquí la faula; tot seguit, el decàleg de DFW referent a com viure amb compassió:
El que costa més de veure i d'explicar és, sovint, el més evident.
El valor humà ha de superar sempre el valor material.
El valor humà ha de superar sempre el valor material.
No importa tant pensar com saber en què pensar i com.
La forma en que interpretem l'experiència es fruit d'una decisió conscient.
La seguretat d'una convicció no assegura la seva certesa.
Sempre hi ha una altra opció.
Sempre pots decidir què posseeix sentit i què no.
Sempre has de qüestionar les configuracions per defecte.
La veritat amb V majúscula té a veure amb la vida abans de la mort.
Al final, atenció, consciència, disciplina, esforç i compassió; això és l'aigua.La veritat amb V majúscula té a veure amb la vida abans de la mort.
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Sinfonía napoleónica. Anthony Burgess, Acantilado, 2014 Traducción de Agustina Luengo |
Anthony Burgess, el
autor de la aclamada Una naranja mecánica, afronta el reto de escribir una
historia de Napoleón bajo la forma
sinfónica prestada por
la III Sinfonía de Beethoven, Heroica,
originariamente dedicada a l’Empereur. La trama la formarán cuatro cuadros sobre la vida del
corso: Allegro: la campaña
europea, la batalla de Marengo y la coronación; Adagio Assai: la retirada de
Rusia y la caída; Scherzo:
Elba y Waterloo; y Finale: Santa Elena y muerte.
Espantado y
superado por la grandeza de La guerra y la paz, Burgess bucea en los
ricos fondos de la tradición
literaria británica del siglo XIX
para alumbrar una novela merecedora del XXI; bajo la advocación de Pickwick, huye del plano general
y fija su mirada en lo particular, centrando su interés en cuestiones históricamente episódicas, y mediante rápidos cambios de registro en función de quién tome la palabra o de la escena que
de que se trate, presenta a un Napoleón a partes iguales cómico -el “polucionador nocturno”-, trágico -el Prometeo torturado por las
potencias nacionalistas europeas- y, a menudo, grotesco; vertiginosos saltos de
escenario sustentados en ingeniosos y ágiles diálogos, un brillante hiperrealismo en
las escenas bélicas, la comicidad
e irracionalidad de la alta política
y el agudo cinismo en las tramas conspirativas. Burgess posee la sabiduría del que ha asimilado a sus
precursores y los recursos del escritor de raza, y haciendo gala de un férreo y absoluto dominio del lenguaje,
rico, evocador y preciso; desplegando un estilo elegante pero sin
pretenciosidad; y ejerciendo un férreo y completo dominio de la trama, homenajea,
desde la agudeza más inteligente a la
parodia más inverosímil, la que conecta al Lazarillo
con Joyce y a Rabelais con Pynchon, a toda la tradición literaria occidental.Reseña completa en: http://jediscequejensens.blogspot.com.es/2014/11/sinfonia-nepoleonica.html
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Al escritorio. Trilogía alpina I. Werner Kofler, Ediciones del Subsuelo, 2014 Traducción y prólogo de Carlos Fortea |
Un incontrolable intercambio de narradores para historias desconectadas que ahondan, ácidamente, en la estupidez de la Humanidad y en los fantasmas de la sociedad austríaca mediante el uso de una serie de claves que permiten, cuando lo hacen, convocar a escritores -con sus correspondientes referencias literarias, y con Thomas Bernhard, que no sólo inspira confesadamente sino que aparece incluso como "personaje"- y a elementos relevantes de la cultura y de la política austríacas, con especial atención a su inconfesado pasado nazi, en una desternillante e inclemente parodia.
Kofler alterna fragmentos crípticos, casi indescifrables, con otros de impertinente e impía verborrea, razonamientos circulares, llamadas a un hipotético interlocutor -¿el lector? No siempre, no necesariamente-, por fuerza silencioso -e indefenso-.
¿Resumen? Ufff... A ver: la vida a través de la escritura es la vida real, la única que merece la pena ser vivida. La otra no es más que un remedo, un torpe sustituto no sometido a ninguna regla que ni siquiera puede ser narrado satisfactoriamente. Aunque puede que nada de todo eso que acabo de decir sea cierto.
Brillante, divertida, desconcertante, desafiante; una maravilla.
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Al límite. Thomas Pynchon, Tusquets Editores, 2014 Traducción de Vicente Campos |
Aún conservando ese característico toque de innovación, Pynchon ha escrito una novela formalmente más clásica que algunas de sus obras más voluminosas, reservando el ingenio para urdir una trama polifónica que, excelente por sí misma, se ajusta perfectamente al sentido conspiranoico del tema. Se puede cuestionar la trama y, en función de los gustos personales, el libro puede resultar más o menos interesante, pero en lo que respecta a la técnica narrativa, Al límite es uno de los raros ejemplos de novela perfecta.
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P.S.: Fuera de cuadro, me voy a permitir un pataleo, que concreto en este libro pero que, cada vez con más frecuencia, podría referirse a otras traducciones al castellano.
En la primera página de la edición mencionada, me encuentro con este fragmento:
“Es el primer día de la primavera de 2001 y Maxine Tarnow, a la que algunos todavía guardan en la memoria con su apellido de soltera, Loeffler...".
Unas páginas más adelante, el narrador amplía la información sobre la protagonista:
"En la estela de la separación, todavía inconclusa a día de hoy, de su por entonces marido, Horst Loeffler...".
Ah, entonces Loeffler ¿es “apellido de soltera” o el apellido que tomó de su marido? Ante la confusión me voy al original:
"In the wake for her separations, back in what still isn't quite The Day, from her then husband, Horst Loeffler...".
Pues si esto es así, ¿de dónde sale la primera cita? ¿Es que Pynchon nos pone, ya en la primera página, una trampa para despistarnos? Me voy al original de la primera frase:
"It's the first day of spring 2001, and Maxine Tarnow, though some still have her in their system as Loeffler...".
Supongo que Thomas Pynchon no es un autor fácil de traducir y que el traductor -un trabajo que, por lo que sé, es uno de los peores remunerados de toda la cadena del libro- es tan susceptible de cometer errores como cualquier ser humano, pero uno suponía que de según qué editoriales no salía ningún texto sin revisar ni corregir... En todo caso, errores tan evidentes como éste no hacen ningún favor al texto original pero, y de eso es de lo que me quejo, son también una imperdonable falta de respeto al lector.