4 de septiembre de 2014

Anatomía de la melancolía

Portada de la edición de The Anatomy of Melancholy de 1638, comentado por el propio Burton al inicio del texto, en "El argumento de la portada"
Anatomía de la melancolía. Robert Burton.
Asociación  Española de  Neuropsiquiatría,  1997, 1998, 2002
Traducción de Ana Sáez Hidalgo
"Aquí no encontrarás ni centauros, ni gorgonas ni harpías, nuestra página sabe a hombre. Mi tema es el hombre y la humanidad [...]. Lo que hacen los hombres, sus deseos, sus temores, itas, placeres, alegrías, idas y venidas, es el asunto de mi libro."
Excede las pretensiones de este blog la reseña, el comentario o la exégesis de obras de la envergadura de Anatomía de la melancolía (The Anatomy of Melancholy, 1621, con diversas reediciones corregidas por el autor), igual que sobrepasa la capacidad analítica, e incluso intelectual, de este pobre lector pretender llegar ni siquiera a intuir el fondo de un texto de tal calibre. Sin embargo, su lectura deja tal poso, en forma de intuiciones, reformulaciones, preguntas o dudas, que no me resisto a consignar aquí algunas de esas notas tomadas a vuelapluma durante su lectura, como si esos inanimados márgenes que he mancillado con mi escritura personificasen un improbable interlocutor; no pretenden ser exhaustivas ni sistemáticas, al contrario, son parciales e inconexas, pero son el fruto de un ejercicio que ha durado más de tres semanas, y aunque me gustaría que constituyesen para el que se las encuentre el espolonazo definitivo para decidir embarcarse en la lectura del texto de Burton, me temo que sólo sirvan para provocar la vuelta al libro del que las ha confeccionado. 

Notas de lectura. 

Anatomía de la melancolía, volumen I

Los excesos: se escriben demasiados libros, se publican libros sin ningún sentido, por el puro placer de ver el nombre de uno en la portada. Debe restringirse la libertad de publicar porque nadie podrá leer tanto exceso.

La cita como método válido: la asimilación de lo ingerido; existen razones para no ser original y no ser menospreciado por ello.


Es imposible contentar a todo el mundo; por tanto, lo mejor, después de pedir disculpas por anticipado, es ser fiel a uno mismo y quedar satisfecho de lo que se ha hecho.


Montaigne, citado a lo largo de la obra, a menudo como modelo de estilo.


La melancolía, además de una disfunción particular, es un estado general del mundo: escribir sobre la melancolía es, pues, hacer un retrato general del mundo.


Las guerras son una peste del mundo contemporáneo; sin embargo, después de arremeter contra los conflictos armados, ensalza el oficio de soldado y está dispuesto a defender el concepto de "guerra justa".


La opinión del ser humano sobre sí mismo es irrelevante.


Las definiciones a medida de lo definido: se incluye la totalidad de casos concernidos para mostrar la imposibilidad de que algún caso se escape de la definición.


La importancia del carácter de quien detenta el poder; subyace la idea de que el poder emana de un orden superior,  y por esa razón puede conseguir el bien y el provecho de sus súbditos.


Apunte local: La fama de los españoles nos precede: la "marca España" en el siglo XVII: "vivimos como haraganes españoles, entre tabernas y cervecerías", aunque también, citando a Cipriano Echovius, recomienda entre todas las ciudades de España a Barcelona, "en la que no hay mendigo, ni pobres, etc., sino que todos son ricos y están en buena posición" y da como razón "que todos eran más religiosos que sus vecinos." En cambio, Madrid, "la sede del rey: un aire excelente, un lugar agradable, pero los habitantes son personas desaseadas, y las calles están sin limpiar".


La mejor prevención contra el delito es la dureza de las leyes.


La crítica a los medios regidos por los popes sectoriales: la inutilidad del conocimiento vano y la idiotez de la exégesis infinita.


El sincretismo del renacimiento, aún del tardío: la combinación de las enseñanzas del cristianismo, devenido ya religión oficial, con el supuesto renacimiento de los autores clásicos. Es evidente que supone un renacimiento de las artes, pero el pensamiento oficial sigue la senda marcada por la sofística medieval cristiana. Por ejemplo, se sigue pensando que el pecado original es la fuente de todo dolor, y se incluye una curiosa visión de la transformación de los fenómenos físicos, atmosféricos y microscópicos, de inocuos, antes del pecado original, a peligrosos para el hombre caído.


Las enfermedades tienen su origen en aquellos excesos que van contra la ley de Dios. No son un castigo directo de éste sino que despiertan su ira, y éste nos castiga, instrumentalmente, con las enfermedades, con lo que adoptan la función de anticipo terrenal de la condenación eterna, pero tienen la ventaja, a diferencia de ésta, de que están sujetas a enmienda.


La enfermedad es definida como desequilibrio, como un eco físico de una perturbación del alma.


"La voluntad humana nos aleja de Dios"; qué extraño, teniendo en cuenta que la voluntad es una potencia del alma racional. Probablemente esta aparente contradicción  se fundamente en el hecho de que la voluntad depende del entendimiento.


La sofística medieval cristiana campea el campo de la metafísica, y el progreso del "pensamiento cristiano" se reduce, en definitiva, en vier quién dice la mayor barbaridad.


La melancolía tiene una causa física directa consistente en alteraciones en los humores; pero el desencadenante de esa alteración es la intervención de un demonio.


Ya que el factor hereditario es preponderante, existen, en el hijo, unas afectaciones sobre la salud por causa del padre y otras por causa de la madre; para dominar estas influencias, sólo hay un remedio: la eugenesia.


La melancolía debida a la ociosidad es una enfermedad de clase que afecta principalmente a la nobleza.


Elogio de la soledad proactiva de los filósofos como condición especialmente indicada para pensar y discurrir con provecho; aunque pueda llegar a atentar, incluso, contra la ley de Dios.


La transubstanciación y los estigmas católicos son el fruto de la imaginación en su vertiente fantástica.


Todo lo que puede curarse mediante encantamientos no es sino una enfermedad imaginada. La sugestión no funciona porque no puede eliminar las causas orgánicas.


La melancolía debida a la vergüenza es inevitable ya que ésta es necesaria para una conducta correcta.


El ascetismo de los estoicos -omnipresentes en la obra- parece ser un buen remedio contra la melancolía, y más teniendo en cuenta que es Marco Aurelio quien lo prescribe.


Las principales críticas se centran en un determinado nivel social; en todo caso, desde que Burton centra su atención en la ambición, la obra contiene más crítica social que análisis de la melancolía.


La prodigalidad, sea del signo que sea, como error, independientemente del destino que se dé al dinero.


El gremio de los escritores como ejemplo de vanagloria, con lo poco que dura la posteridad y lo pequeño del mundo en el que es conocido el héroe, y qué inconsistencia la de la fama, que depende de quien la da, pues ni existe ni se puede ganar por sí sola.


Burton se debate entre la autenticidad, dar vía libre al talento de cada cual, o vender este talento al mejor postor, inclinándose definitivamente por esta segunda opción.


La teología y los hombres de la iglesia como ejemplo supremo de hipocresía.


La divinización de la pobreza es un lugar común en todas las religiones antiguas, que se contrapone a la real felicidad de la riqueza.


A pesar de no existir consenso en materia de destemplanzas (enfiramientos o recalentamientos) ni en el origen orgánico (cerebro, corazón... ), la teoría de los humores posee una extraña consistencia.


El colmo de la honestidad, el autor que recomienda no leer su libro: "aconsejaría al que ahora esté melancólico que no lea este tratado sobre los síntomas para que no se inquiete o empeore durante una temporada y se vuelva más melancólico de lo que estaba antes."


La melancolía es una disfunción específicamente humana, de manera que la humanidad puede definirse en función de sus disfunciones.


Los astros intervienen en los asuntos humanos pero no causarían la disfunción sino que condicionarían el tipo de melancolía en una vaeriedad no especificada, mientras que la sintomatología sería una especie de condicionante de segundo orden.


La sintomatología de la melancolía es variable en función de los condicionantes sociales del sujeto; aunque la multiplicidad y variedad de síntomas hacen que la melancolía sea difícilmente distinguible de otra multitud de disfunciones, físicas o mentales.


Burton refiere toda la sintomatología y la casuística, por defecto, a seres humanos varones; después se refiere al caso femenino, pero en un capítulo aparte, y otorgando el poder de curación, en este caso, primero a la práctica del sexo, y después a trabajar, a no estar ociosas.


¿Qué es más insufrible, el dolor físico o el dolor del alma? "Es un cobarde el que se mata sin motivo, y un necio el que vive con dolor". La enfermedad grave es una razón para no castigar el suicidio: la postura de Burton en este asunto es, definitivamente, conciliadora.


Anatomía de la melancolía, volumen II


Burton no excluye la astrología como integrante del paquete de estrategias médicas para curar la melancolía, aunque llama la atención sobre la necesidad de una incipiente deontología médica.

Las digresiones: el aire, el cielo, el magnetismo terrestre, el paso del noroeste, geografía y exploración; la correcta distribución interior de los habitáculos; el cambio de aires y la variedad de lugares, los beneficios de viajar.

A veces, el espíritu eminentemente escéptico de Burton se retira momentáneamente, como cuando da cuenta de unos cuantos inventos y descubrimientos alquímicos; su pertenencia a la iglesia anglicana le disculpa de esos despistes que "los papistas" no le permitirían bajo ninguna excusa.

Séneca y los estoicos son los autores más citados; alguna vez, sorprendentemente, junto a Epicuro, lo que desvela el lugar de donde procede la posición filosófica de Burton y su empeño, a lo largo de toda la Anatomía, en conjugar ambas corrientes filosóficas; ahí es, precisamente,el lugar donde se encuentra con otros de sus referentes y también repetidamente citado, Michel de Montaigne.

La jactancia de la nobleza -que suele provenir de antepasados que ejecutaron alguna acción impropia y reprobable- parece ser exclusiva de alemanes, franceses y venecianos; los británicos, por lo que parece, están excluidos de esa variedad de clasismo.

La valía personal es un criterio más válido que el del nacimiento porque ha sido adquirido por el sujeto y no "regalado" por el hecho de haber nacido en el seno de una familia determinada.

Las relaciones con los antepasados son unidireccionales: los descendientes sí pertenecen a sus ancestros, ya que la descendencia corre paralela al transcurrir del tiempo; pero éstos no pertenecen a sus descendientes ya que la línea de la descendencia no corre hacia atrás; en definitiva, los ascendientes pueden mostrar orgullo por sus descendientes, pero no al revés.

"La mente lo es todo": ¿cuántas escuelas, tendencias y sectas para y propsicológicas firmarían esta aseveración, recordemos, del siglo XVII?

Burton delega en la fe cualquier posibilidad de consuelo, sobretodo cuando la calidad y la cantidad del mal son insufribles y cualquier otra clase de consuelo "racional" no es suficiente.

En medio de una disertación religiosa y canónica, siempre se le escapa a Burton el recurso al estoicismo, como cuando lo hace para rebatir, con la boca pequeña, la conducta de Job, que no es estoica porque él espera un remedio a su desgracia en forma de recuperación del favor de Dios. De nuevo, Burton, después del discurso sobre la resignación cristiana, vuelve la vista a los estoicos.

Las muertes de los amigos y de las personas próximas son un buen método de preparación para la propia muerte. La muerte como el fin de las desgracias: no es piadoso desear que nuestros allegados vivan eternamente.

Si los honores se conceden arbitrariamente, ¿por qué quejarnos de no haber sido beneficiados con ellos, nosotros, que sólo concurrimos con nuestros méritos?

El desdén es la mejor venganza contra el oprobio, que es inevitable y puede llegar a ser un síntoma de tu valía.

Aparte de las recomendaciones religiosas, que Burton acostumbra a citar de modo formulario, existen las recomendaciones de "voces humanas", que constituyen un verdadero manual de conducta para la vida.

La paradoja de la opinión: aplicable no sólo a la medicina sino también a muchas situaciones cotidianas en las que mantener una opinión contra viento y marea puede suponer incurrir en las más ridículas incongruencias.

Llamar "remedios quirúrgicos" al arsenal de torturas que describe Burton roza humor negro.

Anatomía de la melancolía, volumen III

Burton defiende la utilidad de su tratado, a pesar de no ser médico, por encima de cuestiones morales, epistemológicas o hermenéuticas.


"Las civa es mi obra; mi vida, honesta": Burton insiste en separar la obra del autor, y lo hace con la claridad de una sola sentencia, para pasmo de críticos que siguen discutiendo si el protagonista es el autor o no.


Ataque a Platón y a sus definiciones incomprensibles fuera del marco de referencia de su filosofía: el paradigma del razonamiento circular: el silogismo retórico: la sofística.


A menudo traslucen en la Anatomía discursos ateos adaptados a las nuevas circunstancias religiosas; da la sensación de que se trata de fragmentos de "relleno" que Burton incluye forzadamente -¿autocensura?- para no despertar sospechas de impiedad.


El concepto original de "amor platónico" no es el que se ha entendido con posterioridad: no es el amor idealizado sino el amor que prende por la belleza del alma del otro.


Los dioses castigaron a Prometeo por su robo porque comprometía su poder sobre los hombres.


El amor "lícito", a pesar de todo, es también fuente de melancolía. Burton no deja claro si la capacidad de provocarla es más acentuada en éste o en los que considera ilícitos. Teniendo en cuenta que éstos conllevan el pecado, parece que la relación es: amor ilícito-pecado, amor lícito-melancolía.


La dote es uno de los generadores de la lascivia. Los ornamentos femeninos, otro y, encima, comprados con los ingresos de los esposos.


Manual de seducción: como siempre, con ese clásico matiz machista, fruto de la época: la que seduce -y no queda claro si esa actividad es plenamente lícita- es la mujer, y el hombre el seducido.


En los países cálidos somos más retraídos que en los países fríos. O Burton yerra intencionadamente o le hacía falta dejar su scriptorium y hacer una excursión al sur. Y los Padres de la Iglesia, siempre tan tolerantes con la efusividad, y Burton siempre haciéndoles caso.


El uso frecuente del condicional al citar a las autoridades protoreligiosas y el tono poco convencido delatan un fuerte desacuerdo no expresado.


La práctica de la medicina, la confesión y el exorcismo en el mismo paquete; de ser católico, Burton hubiera ido derecho a la excomunión y Anatomía de la melancolía al Índice, si es que no fue.


La pobre Cleopatra es citada en todos los modos de seducción, y Eusebio, todo él inocencia e imparcialidad, aprovecha para cargar contra Lucrecio: la influencia de De rerum natura era máxima en pleno siglo XVII, y Eusebio de aplica a aquello de "calumnia, que algo queda".


La obsesión es uno de los desencadenantes principales de la melancolía.


¿Cuáles fueron las consecuencias de la adaptación del empirismo? Pues que cuando validaban hechos contrarios a la religión no se tenían en cuenta.


En general, la mirada de Burton al fenómeno del amor contiene grandes dosis de ironía, aunque confiesa su ignorancia con respecto a esos asuntos.


Los planteamientos hiperbólicos de Burton no tienen igual.


Los "pueblos pobres" no sufren melancolía amorosa. Por extensión, se entiende que aquellos individuos que deben mantenerse ocupados para asegurar su supervivencia no están en riesgo a padecerla. ¿Puede aplicarse este principio a los afectados por la enfermedad estrella de las sociedades opulentas en la actualidad, la depresión?


A pesar de la completa enumeración de métodos y de las citas de autoridades, se adivina en el tono un cierto escepticismo de Burton con respecto a los filtros y las curas mágicas y poéticas para la melancolía amorosa.


El exotismo semi-primitivo da lecciones de conducta a las sociedades desarrolladas, lo cual podría llevar a la conclusión de que los celos son, también, una enfermedad de la civilización.


La razón de la melancolía religiosa es la incapacidad humana para concebir la belleza de Dios.


Las dos fuentes principales de la melancolía religiosa son la impiedad (el ateísmo) y la superstición (la idolatría, que incluye a los que llama semicristianos: los cristianos de  Oriente y los papistas).


Una (otra) curiosidad: que las tentaciones del demonio tengan lugar principalmente en Oriente, donde no son cristianos y, al vivir ya en pecado, las tentaciones diabólicas son inútiles.


Por exceso: las pasiones devocionales inmoderadas no son una tentación del demonio sino el campo abonado en el que el demonio actúa.


La leyenda dorada comparte nivel de superstición con el Talmud y el Corán.


¿Qué es la religión? Mi sistema de creencias. ¿Y la superstición? Las religiones de los otros.


Para combatir la desesperación, espontaneidad, no aprensividad y conciencia elástica.


Una buena cuestión para los escolásticos: ¿Fue tan grave el pecado de Caín que toda la misericordia de Dios no fue suficiente para perdonarle?


Conclusión peligrosa: el que está más vigilante, el más celoso por servir a Dios y obedecer la doctrina, es el que asume más riesgo de contraer melancolía religiosa y, por tanto, de desesperar y ser objeto de las tentaciones del demonio.

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