La capacidad humana de autoengaño es infinita; a menudo actúa incluso a nivel lingüístico, confundiendo términos para adecuarlos a los significados que estamos dispuestos a asumir para cada concepto. "Felicidad" sería un ejemplo paradigmático de polisemia dirigida, e "ilusión" de polisemia intencional; el hecho que "estupidez" y "alienación", respectivamente, puedan llegar a confundirse con los ejemplos mencionados no preocupa al automentiroso ni al personaje instalado en el mundo autorreferencial de las apariencias.
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