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es.wikipedia.org |
"No hay ilusión más grande que el convencimiento que el lenguaje es un medio de comunicación entre los hombres."
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Johann Sebastian Bach. Una herencia obligatoria. Paul Hindemith. Fundación Caja Madrid, 2006 Traducción y prólogo Luis Gago |
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La música en el castillo del cielo. Un retrato de Johann Sebastian Bach. John Eliot Gardiner. Acantilado, 2015. Traducción de Luis Gago |
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Trabajo sucio. Larry Brown. Dirty Works, 2015 Traducción de Javier Lucini |
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El color de la magia. Terry Pratchett. DeBolsillo, 2012 Traducción de Cristina Macia |
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La festa de Gerald. Robert Coover. Quaderns Crema, 1990 Traducció de Jordi Larios |
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Teología de bolsillo. Paul-Henri Thiry, barón de Holbach. Editorial Laetoli, 2015 Traducción de Iago Gómez Bellas. Epílogo de Marc Curran |
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Ensayos literarios. Shakespeare, vidas de poetas y The Rambler. Samuel Johnson. Galaxia Gutemberg, 2015. Traducción de Gonzalo Torné de la Guardia, Antonio José Rodríguez Soria, Ernesto Castro Córdoba. |
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À la recherche du temps perdu. Un amour de Swann. Volume II. Marcel Proust. Guy Delcourt Productions, 2008 Adaptation et dessins de Stéphane Heuet |
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À la recherche du temps perdu. Du côté de chez Swann. Noms de pays: le nom. Marcel Proust. Guy Delcourt Productions, 2013 Adaptation et dessins de Stéphane Heuet |
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Cuadernos. Volumen I. Georg Christoph Lichtenberg. Hermida Editores, 2015 Traducción de Carlos Fortea. Introducción de Jaime Fernández |
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Juez de Jean-Jacques. Diálogos. Jean-Jacques Rousseau. Pre-Textos, 2015 Traducción de Manuel Arranz Lázaro. Prólogo de Javier Gomá Lanzón |
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El demonio de la teoría. Antoine Compagnon. Editorial Acantilado, 2015 Traducción de Miguel Arranz |
"Cuando entré en sexto en el pequeño liceo Condorcet, nuestro viejo profesor de latín-francés, que era también alcalde de su pueblo en Bretaña, nos preguntaba cada vez que leíamos un texto de nuestra antología: "¿Cómo entiende usted ese pasaje? ¿Qué ha querido decirnos el autor? ¿Qué excelencias tiene el verso o la prosa? ¿Dónde reside la originalidad de la visión del autor? ¿Qué lección podemos sacar de todo eso?". Durante un tiempo se pensó que la teoría literaria había barrido de una vez por todas estas obsesivas preguntas. Pero las respuestas pasan mientras las preguntas permanecen. Y las preguntas siguen siendo aproximadamente las mismas."La institucionalización de la teoría literaria y su transformación en método la han conducido a su desnaturalización convirtiéndola en un cristal deformante que, en su afán analítico e ínfulas multidisciplinares, ha acabado cayendo en la autorreferencia y perdiendo de vista, o incluso obviando directamente, su objeto de estudio: una teoría literaria sin literatura. Puede que en su visión ombliguista de la literatura y en su preocupación por autojustificarse, la teoría haya ocupado sus esfuerzos planteando preguntas que logren, supuestamente, desmontar motivaciones y desenmascarar intenciones, pero para lo que parece no haber servido es para responder a las preguntas planteadas antes de que ella misma existiera como disciplina autónoma, antes de la aparición de los estudios literarios, en pleno Romanticismo, invadiendo el campo del que se ocupaban, de forma bastante eficiente, la crítica literaria y la historia literaria. En todo caso, cuando la teoría va de la mano de la ideología, con esos apellidos que la acompañan desde principios del siglo XX -marxista, feminista...-, pasa de ser juicio a ser prejuicio; y, en el fondo, pierde cualquier utilidad. Un notable acercamiento a los excesos del academicismo y un loable intento de reivindicar, también en cuestiones literarias, el sentido común.
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La música en el castillo del cielo. Un retrato de Johann Sebastian Bach. John Eliot Gardiner. Acantilado, 2015. Traducción de Luis Gago |
"Una característica común que distingue a todas sus composiciones sacras importantes es que lograban obligarle a poner en juego la totalidad de los recursos de su arte, algo que él valoraba como un deber sagrado. Fue la habilidad de Bach para identificar medios musicales que reflejaran imágenes matemáticas de Dios o la Naturaleza lo que confería a su música la extraordinaria fuerza y, de resultas de ello, estos modelos e imágenes se encuentran registrados en nuestros hábitos inconscientes de escucha de múltiples maneras [...]. La capacidad del oyente para "registrar" [las excursiones modulatorias] según van produciéndose -como Bach habría supuesto- puede enriquecer la experiencia, pero no es esencial. Del mismo modo, al tiempo que reconocemos que es esto lo que está sucediendo en la música, podemos "disfrutarla" sin vernos envueltos en toda la parafernalia de la teología luterana contemporánea y el modo en que se interconecta con los esquemas formales y los gestos de la música de Bach, o con la que, en ocasiones, entra en conflicto [...]. [Su música] se encuentra tan repleta de su sensación única de orden, coherencia y persuasión lírica que ha demostrado que puede sobrevivir al paso del tiempo y traspasar todas las fronteras, confesiones o ausencia de creencias. Pero, al mismo tiempo se halla la convicción de que, a fin de descubrir más sobre el hombre [...], necesitamos explorar por debajo de la superficie de su música e intentar desenterrar las raíces de su inspiración."El acercamiento a una figura consagrada en el campo artístico -ese tipo de personalidades incontestables aunque cuestionadas, la admiración incondicional hacia las cuales parece ser fruto de la mitomanía por el personaje, y el cuestionamiento, de la megalomanía del crítico-, independientemente de su valor intrínseco, es invariablemente función de la percepción del receptor, percepción que se produce a un triple nivel en función del tipo de acercamiento: en el caso de un músico como Johann Sebastian Bach, para el profano, provocará un sentimiento de maravilla o de indiferencia por una música desconocida que conmueve o irrita; la percepción del oyente se basará en la búsqueda de las razones musicales por las que una pieza determinada contiene una perfección formal concreta; para el intérprete, significará la posibilidad del conocimiento íntimo que se desprende de las decisiones que debe tomar para llevar a cabo su interpretación. El mérito, aunque no el único, de este impresionante trabajo de John Eliot Gardiner sobre Bach es que aúna las tres percepciones -sumando la de musicólogo- para completar uno de los ensayos más íntegros sobre el músico de Eisenach. En sus propias palabras, esta es su aspiración:
"El propósito de este libro es rencontrer l'homme en sa création. Su objetivo es, por tanto, muy diferente del de una biografía tradicional: permitir que el lector experimente realmente lo que debió de ser para Bach el acto de hacer música, habitando las mismas experiencias, las mismas sensaciones. Con esto no estoy proponiendo una correlación directa entre obras y personalidad, sino más bien que el lado musical puede refractar una amplia variedad de experiencias vitales (muchas de las cuales podrían, en esencia, no ser tan diferentes de las nuestras), algo que queda fuera de la conexión habitual entre vida y obras. La personalidad de Bach se desarrolló y fue afinándose como una consecuencia directa de su pensamiento musical. Los modelos de su conducta real tuvieron una importancia secundaria en relación con esto y en algunos casos pueden interpretarse como el resultado de un desequilibrio entre su vida como músico y su vida doméstica cotidiana. Al examinar el doble proceso de componer e interpretar la música de Bach, podemos poner en relieve el retrato humano del propio compositor, una impresión que sólo puede reforzarse mediante la experiencia de recrearla e interpretarla ahora."Defiende Gardiner, como no podría ser de otro modo, la importancia del cambio de la interpretación romántica a la interpretación con criterios históricos: la búsqueda de instrumentos, la mentalización de los intérpretes, el reciclaje, la adquisición de la técnica, e incluso la modificación del gusto del público; situación que, una vez establecida, da lugar a lo que podría denominarse "paradoja de la modernidad", que es la que se manifiesta cuando la autenticidad de lo antiguo prevalece sobre las sucesivas actualizaciones. Con la firme sospecha de que la música de Bach contiene tesoros escondidos que sus partituras no muestran, e imposibilitado, por formación, para explorar sus obras de teclado, Gardiner decide que su campo de batalla y la pauta que seguirá será la música coral; es posible que este libro se derive del proyecto que llevó a cabo a principios de siglo consistente en organizar una serie de conciertos por toda Europa siguiendo el calendario litúrgico luterano, con la intención de interpretar los ciclos anuales de Cantatas en el orden y las fechas previstas por el compositor. La música religiosa es, probablemente, la cumbre de la producción bachiana, pero incluso en sus obras no religiosas su sentimiento piadoso era una guía de composición:
"Él vio la esencia y la práctica de la música como algo religioso, y comprendió que cuanto mayor era la perfección con que se plasmaba una composición, tanto conceptualmente como por medio de la interpretación, más se encuentra Dios inmanente en la música."Del mismo modo en que las prósperas sociedades occidentales solemos considerar a las sociedades más primitivas o menos evolucionadas tecnológicamente con la condescendencia del que se siente superior, intervinviendo en su organización y, en aras de la uniformidad -ahora substituida por ls santificada globalización-, sobreescribir nuestro discurso sobre el suyo, la sonoridad de la orquesta sinfónica, la fiel afinación de los instrumentos, la potencia de los coros multitudinarios, el amplio rango de los instrumentos actuales -y una tradición de ciento cincuenta años que engloba a los compositores más mediáticos y a las obras más populares-, en definitiva, la concepción contemporánea de la música, se había impuesto sobre la frágil estructura de la música antigua. El caso de los directores es especialmente flagrante ya que son ellos los que poseen la capacidad -y la legitimación- de operar los cambios. La renovación -y aquí es de aplicación la paradoja de la modernidad expuesta anteriormente- consistió en promover un nuevo acercamiento a la música antigua bajo tres condiciones: la curiosidad -es posible que no lo sepamos todo-, el respeto -es posible que no seamos superiores, moralmente-, y la ausencia de prejuicios -es posible que no podamos juzgar sin conocer antes-.
"La religión fue esencial, no sólo en su formación y educación, sino también en los lugares en que ejerció su profesión y en su actitud general ante la vida".Esclavo de su contexto, Juan Sebastian Bach es inseparable de su luteranismo, y su música religiosa, para la comunidad de fieles, la traslación a la música del sermón del pastor. El disfrute y la valoración de ese tipo de música -por no hablar de la comprensión- requiere una actitud que Gardiner se ocupa de detallar:
"Se requiere algo del desvelamiento inicial del misterio para ayudar al oyente a resistir la tentación de renunciar (o rechazar) al contenido religioso en su conjunto debido a lo absurdo de las imágenes y para disipar nuestras dudas en el sentido de confiar en que el inmenso despliegue artístico y la complejidad pueden ser aprehendidos. A fin de poder llegar al núcleo humano de la música religiosa de Bach, mi opinión no es que estemos obligados a devolver la música a su contexto litúrgico original (optando por un frío banco de iglesia en vez de una cómoda butaca de teatro), aunque eso es lo que los luteranos evangélicos estuvieron pidiendo con insistencia durante el siglo XX. Sí necesitamos, sin embargo, ser conscientes de su lugar en la liturgia, del propósito original de su compositor y de las autoridades eclesiásticas que la encargaron (no necesariamente la misma cosa), así como de la peculiar relación dialéctica que Bach parece forjar entre su música y la palabra. Una vez que han sido apartadas estas capas de cebolla, las recompenasas sobrepasan con mucho nuestra respuesta superficial inicial a la música."Gardiner sigue ofreciendo datos biográficos, haciendo especial hincapié en la conflictiva vida laboral del Cantor, contratado con engaños y con información tendenciosa. Se trata de un caso de "genio contra burocracia": la enemistad con sus estudiantes por su incompetencia y continuos conflictos con sus patrones por no proporcionarle los medios imprescindibles para llevar a cabo su trabajo; su ideal de perfección musical no encuentra el apoyo adecuado, lo que se traduce en una insobornable rebeldía y en su marcha a otro lugar donde su talento pueda ser valorado con justicia.
"la riqueza imaginativa de la música de Bach -una de las cualidades que ahora admiramos y saboreamos quizá como consecuencia de lo que hemos aprendido de la composición posterior- chocaba estentóreamente con los valores culturales de su tiempo y socavaba ideas de decoro generalmente aceptadas."Aunque a sueldo de la Iglesia y con un cometido muy concreto con respecto a la música ceremonial, Bach no puede sustraerse a los vientos que la incipiente Aufklärung empieza a generar. Por tanto, como músico comprometido con su tiempo y con la sola salvedad del traslado de los temas -es sabido que consideraba lícito autoparodiar un tema profano en una obra religiosa, pero jamás al revés-, compone algunas piezas mundanas, como la Cantata del café, aplicando los mismos criterios de excelencia que en sus obras vocales religiosas. Son precisamente los conciertos en ese tipo de locales, tan en boga en esa época, la forma en que los compositores podían dar a conocer su obra no religiosa, generalmente sólo instrumental, los verdaderos precursores de los conciertos públicos posteriores.
"Al cumplir con una obligación que debe de haber resultado a menudo tediosa, y en ocasiones intolerable, Bach no sólo satisfizo las demandas de su propia época: también enriqueció las nuestras."El análisis musical, sucinto y accesible, pero no por ello menos erudito, que realiza Gardiner lo hace tomando las Cantatas de los diversos ciclos en el orden en que fueron compuestas e interpretadas, buscando de ese modo los motivos subyacentes, las justificaciones y las fuentes, tanto musicales como escritas, rastreando incluso en las partituras autógrafas en busca de las sucesivas modificaciones para intentar averiguar las motivaciones últimas del compositor.
"Las luces de la sala se han atenuado, el director entra en el foso, la orquesta está preparada para empezar. Ésta es la atmósfera única de expectación que se encuentra sólo en un teatro oscurecido al comienzo de una ópera antes de que la música empiece a tejer su magia especial y el drama comience a desplegarse. Ninguna obertura de época de la primera mitad del siglo XVIII que yo conozca se acerca más a anticipar las atmósferas creadas por las de Idomeneo o Don Giovanni que el comienzo de la Pasión de según San Juan; ni existe tampoco un mejor antepasado directo de los tres preludios de Leonore de Beethoven."Como en el caso de la Pasión según San Juan, la Pasión según San Mateo debe también encuadrarse, para su mejor comprensión, dentro del segundo ciclo de Cantatas de Leipzig, aunque no existe evidencia de que acabara interpretándose exactamente ese año; el hecho, no obstante, de que se conserve el original autógrafo, la certeza de que Bach siguió modificándola, y la práctica seguridad de que se interpretó de forma aislada,
"transmite la impresión de que la obra obedecía a la intención de dejar la música en un estado que pudiera superar y sobrevivir a su función litúrgica original. Parece una entidad estética sui generis confiada a la posteridad."Ante el poder dramático de la Pasión según San Juan, la Pasión según San Mateo tiene la función de "Pasión comentada": en lugar de la sucesión ininterrumpida de escenas, ésta contiene momentos de respiro, de reflexión, con lo que su duración, cercana a las tres horas, constituye un problema, no solamente en el campo litúrgico si no también las modernas y laicas salas de concierto. Salas de concierto que, por más que diseñadas -con desigual fortuna- para una perfecta audición, jamás podrán reproducir ni la atmósfera ni el efecto de la interpretación en la Thomaskirche de la época de Bach, perdiendo en el cambio, entre otras cosas, el efecto dramático -y no digamos nada de la escucha en el salón de casa, claro...-. En todo caso, el hecho de que las Pasión según San Mateo se incluyera en la liturgia, que se interpretara con dos orquestas y hasta tres coros, y que los cantantes no fueran visibles más que para una pequeña parte de los asistentes da una idea del efecto que el compositor quería provocar en los oyentes.
"Metalenguaje es el término que a veces se utiliza para referir el lenguaje que se describe a sí mismo. Entre la zona que yo denomino "colusión", en la que la música de Bach se amolda, en efecto, al texto, y la "colisión", allí donde choca directamente con él, hay un estado intermedio semejante a lo que Walter Benjamin, en un contexto paralelo, llama una "dicotomía de sonido y guión": en ese espacio es posible comentar, expandir, especular, mostrarse de acuerdo o en desacuerdo con el texto desde una posición de igualdad. Esto es lo que a veces hace Bach..."Gardiner trae a colación un ejemplo de significado musical que esclarece de manera adecuada el modo en que Bach dota de narratividad a la música; para ilustrar la imperfección humana, en lugar de, por ejemplo, llevar a los intérpretes hacia un fragmento rápido, caótico y atonal, obliga a la trompeta -que en su época era "natural", es decir, carecía de pistones- a tocar notas que figuran fuera de su rango, y reflejar esa imperfección mediante la desafinación.
"Probablemente ningún compositor anterior o posterior ha escrito una profusión semejante de música celestial para que la canten y la toquen los mortales."¿Música celestial? Sí, no frunzan el ceño los lectores no religiosos porque, más allá de las consignas religiosas,
"Bach, de hecho, consigue que nos resulte muchísimo más fácil centrarnos en el mandamiento de amar al prójimo que en toda la miseria y el horror del mundo. Tras interpretar o escuchar un motete de Bach salimos escarmentados, quizá, pero con más frecuencia eufóricos, tal es el poder purificador de la música. Aquí no hay ningún tufillo de esos "gases hediondos" que Richard Eyre ve actualmente "propagando superioridad moral e intolerancia por todo el mundo, mientras que esas virtudes que están muy lejos de ser exclusivamente cristianas -amor, compasión, clemencia, paz- se ven estranguladas"."Liquidada la idea de Bach como músico anacrónico para su tiempo -la ignorancia es extremadamente audaz-, si hay una obra que pueda considerarse un resumen de toda su producción, tanto de música coral como instrumental, y la aplicación práctica de su obra teórica, esa es, sin duda, la Misa en Si menor, su gran obra de madurez cuya composición, por diferentes vicisitudes, se llevó a cabo a lo largo de veinte años. Es una obra descomunal que reúne todos sus conocimientos del stile antico -con especial mención a Palestrina, Pergolesi y Bassani-, su propia obra, sagrada y profana, que parodia con esmero -no se permitía errores- y respeto -una Misa católica es un asunto muy serio; es probable que para un compositor luterano, todavía más- y, en el momento de su finalización, las aportaciones de algunos de los más afamados contemporáneos -Hasse, Zelenka, incluso Telemann...-, y que es la obra más monumental y majestuosa de su catálogo.
"Podría haber sido su manera de decir: "Ahora me voy de este mundo, mi trabajo está hecho. Os dejo aquí con una idea pura y hermosa, y la expresión de esa idea es mi regalo al mundo, y mis ancestros también forman parte de ella": una especie de Nunca dimittis, en otras palabras."Gardiner dispone de toda la información que se ha acumulado sobre el músico, y su contribución se halla más en el campo musicológico que en el biográfico, pero el mayor logro en lo que atañe al conocimiento de Bach y la mayor diferencia entre La música en el castillo del cielo y otros estudios sobre el músico es que Gardiner retrata a "su" Bach desde la doble vertiente del músico que lo ha interpretado y del musicólogo que lo ha estudiado. De todos los libros disponibles ahora mismo sobre Juan Sebastian Bach, este es, sin duda, el más interesante, principalmente por su aspecto crítico y no tanto por su carácter biográfico.
"Cuando, en 1977, se lanzó en transbordador Voyager, se recabaron opiniones sobre qué objetos sería más apropiado dejar en el espacio exterior como una señal de los logros culturales del hombre en la Tierra. El astrónomo estadounidense Carl Sagan propuso que "si hemos de transmitir algo que muestre en qué consisten los humanos, entonces la música debe formar parte de lo que dejemos". A la petición de Sagan para plantear sugerencias, el eminente biólogo y escritor Lewis Thomas respondió: "Yo mandaría las obras completas de Johann Sebastian Bach". Tras una pausa, añadió: "Pero eso sería alardear"."
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Trabajo sucio. Larry Brown. Dirty Works, 2015 Traducción de Javier Lucini |
"Matar a otra persona te hace algo por dentro [...]. Aprietas el gatillo contra alguien y lo estarás apretando el resto de tu vida [...]. Miras a alguien a los ojos, luego le matas y recuerdas esos ojos. Recuerdas que tú eres la última cosa que vieron."Dos individuos coinciden en una institución para veteranos de la Guerra del Vietnam situada en el Sur de los EE. UU. Uno de ellos, de raza negra y nivel intelectual mínimo, era un pequeño cultivador y recogedor de algodón, que vivía con su madre hasta que fue reclutado y posteriormente licenciado después de que explotara una granada a su lado y quedara reducido a un tronco sin extremidades; sus sueños se desarrollan en un glorioso pasado africano inexistente, donde caza leones y es el mandamás de su tribu.
"Cuando duermes todo el día, cuando duermes más de la cuenta, te pasa algo raro. Luego ya no quieres volver a dormir. Y no te puedes largar más que a algún recóndito lugar de tu cabeza."El otro, de raza blanca, es hijo de un presidiario que padeció una infancia conflictiva es una zona deprimida donde imperaba la ley del más fuerte; debido a un desgraciado accidente bélico, sufre un destrozo irremediable en su rostro y la metralla alojada en su cráneo amenaza con afectar gravemente a su cerebro.
"Un hombre puede cargar con más de lo que puede aguantar."Tumbados en camas adyacentes, asistimos a sus desquiciados diálogos, pero también, sobre todo, y con sus propias palabras respectivas, tenemos acceso al interior de sus mentes donde pasan revista a sus recuerdos, nos hacen partícipes de sus alucinaciones e intentan engañarse, cuando la situación anímica se ha visto mejorada por el consumo de ciertas sustancias -cuentan, gracias a la colaboración de una enfermera, con una buena provisión de cerveza fresca y marihuana para alegrar la estancia-, generando esperanzas imposibles; adicciones que no son para estar alegres ni, lo saben, para dejar de sufrir, sino para no ser conscientes de su sufrimiento... aunque el engaño no pueda durar siempre. Cuando no, siempre les queda esa religiosidad primaria de quien cree que habla con Jesús, y que Jesús le responde; de quien, en el fondo del pozo, es capaz de disculpar a Dios de su caída, autoinculpándose por cualquier nimiedad; es la relación con Dios que promueven esos telepredicadores que parecen caricaturas de sacerdotes, es esa religiosidad elemental que, a pesar de todo, les ofrece consuelo en su aflicción.
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Johann Sebastian Bach. Una herencia obligatoria. Paul Hindemith. Fundación Caja Madrid, 2006 Traducción y prólogo Luis Gago |
"Esto es lo más valioso que hemos heredado con la musica de Bach: la visión hasta sus últimas consecuencias de la perfección al alcance del hombre; y el descubrimiento del camino que conduce hasta allí."Para el músico, la obligación para con la herencia recibida es componer únicamente, en el sentidos del ethos musical de Bach, música justa. Para los no músicos, que la grandeza musical que representa Bach, nos sirva de faro y de símbolo respecto de nuestras aspiraciones, y el modelo para hacernos mejores.
"Si una música consiguiera encaminarnos con todo nuestro ser hacia la nobleza, habría llevado a cabo lo más grande. Si un compositor dominara su música hasta el punto de hacer posible tal grandeza, habría conseguido lo más alto. Bach lo ha conseguido."
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Pierre-Sylvain Maréchal. en.wikipedia.org |
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Los viernes en Enrico's. Don Carpenter y Jonathan Lethem. Sexto Piso, 2015 Traducción de Javier Guerrero |
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Una danza para la música del tiempo: Primavera. Anthony Powell. Anagrama, 2000 Traducción de Javier Calzada |
"Los hombres que trabajaban en la esquina se habían montado en plena calle una especie de campamento, cuyo perímetro parecía marcado por las luces rojas de unas lámparas de seguridad montadas sobre trípodes, al borde de una sima en la carretera que conducía a la red de desagües subterráneos. Y allí, reunidos en torno a un cubo lleno de ascuas de carbón colocado frente a la entrada de su refugio, se distinguían varias figuras humanas dedicadas a frotarse el cuerpo con los brazos y a restregarse las manos, como si fueran comediantes que, con sus exagerados gestos, estuvieran representando una pantomima para dar expresión formal a la idea del frío extremo. Uno de ellos, un tipo enteco enfundado en un mono azul, más alto que los demás, con la actitud jocosa y una nariz larga y puntiaguda como la de un bufón shakesperiano, se adelantó de pronto y, como si ejecutara algún ritual, arrojó a las brillantes ascuas de carbón cierta sustancia..., aparentemente los restos de un par de arenques medio envueltos en papel de periódico. Su acción provocó la erupción de una viva llamarada y después la de una columna que el viento del noreste arremolinó en su ascenso. Y mientras la oscura humareda flotaba por encima de los tejados, la nieve comenzó a caer suavemente del cielo grisáceo, con copos que se deshacían con un leve siseo al alcanzar el cubo. Las llamas remitieron de nuevo y los trabajadores se apartaron del fuego como si todas aquellas ceremonias hubieran concluido de momento; unos para descender dificultosamente al interior de la zanja y otros para retirarse a las sombras de su refugio de lona alquitranada. Los copos agrisados seguían cayendo indecisos, mansamente, mientras el aire se impregnaba de un olor áspero y amargo a gas. Despuntaba el día."Hors catégorie
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Una danza para la música del tiempo: Verano. Anthony Powell. Anagrama, 2001 Traducción de Javier Calzada |
"Al igual que uno de los "fantasmas" de Stonehurst, la guerra se cernía a los pies de tu cama cuando despertabas por la mañana, y, a diferencia de otros espectros más pasajeros y acomodaticios, si gigantesca forma, lejos de disiparse de inmediato, permanecía como una sombra borrosa, amenazadora, cada vez mayor y de creciente densidad. Las grises y parpadeantes secuencias proyectadas en la pantalla mostraban con tenaz persistencia primeros planos de demagogos fornidos, coléricos, gesticulantes, que reforzaban sus frases con patadones en el suelo; océanos de brazos alzados; soldados con casco de acero desfilando en columna; carros blindados atronando el espacio al avanzar por el adoquinado de amplios bulevares. La crisis no remitía. El cataclismo ya no podía demorarse más."Hors catégorie
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Una danza para la música del tiempo: Otoño. Anthony Powell. Anagrama, 2002 Traducción de Javier Calzada |
"Se agotaba el tiempo. Ahora que se había levantado una vez más el telón de aquella vieja y aclamada representación -La guerra- en la que, por lo visto, me habían asignado en esta ocasión un papel de comparsa, los días que faltaban para que tuviera que incorporarme a mi unidad serían necesarios para los ensayos con vestuario. Tendría que aprenderme bien mis entradas. Cuanto más pensaba en ello, más adecuada me parecía la metáfora. Por otra parte, las ropas, si no todo el hombre, constituyen por lo menos una parte muy importante de él, especialmente cuando se trata de uniformes."Hors catégorie
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Una danza para la música del tiempo: Invierno. Anthony Powell. Anagrama, 2003 Traducción de Javier Calzada |
"Cada década recriminatoria plantea nuevos enigmas: cómo vivir mejor, cómo escribir mejor. La de los cincuenta, en principio menos aceptable para uno que la de los cuarenta, tiene, como mínimo, la ventaja de confirmarle sus peores sospechas acerca de la vida, liberándolo así de un considerable trecho de expectativas vanas y de típicas fantasías que son tan obstructivas para la creación literaria como para la vida. Puede que el quincuagenario ya no sea dueño de sí, pero, con todo, lo es de una pasable experiencia miscelánea de la que echar mano a la hora de formar opiniones, distorsionadas o no, que por lo menos hasta cierto punto puede llamar "propias". Pasado el medio siglo, una conclusión inevitable es la de que muchas cosas que al principio nos parecían increíbles no deben situarse ni mucho menos en una zona más allá de toda credibilidad."Hors catégorie