30 de julio de 2018

Decir vivo a quién

decir [yo] vivo a quién. Danielle Collobert. Kriller 71 Ediciones, 2017
Traducción y nota preliminar de Antonio F. Rodríguez Esteban
La poesía es el único género literario capaz de activar todos mis prejuicios; muy raramente leo poesía, como no sea la de algunos grandes clásicos universales, principalmente anteriores al siglo XIX, porque el engolamiento, la transcendencia y el sentimentalismo no son platos de mi gusto. Realmente, y como todo prejuicio proviene de una limitación, ni tan solo me veo capacitado para valorar ninguna obra de ese tipo; digamos que mi sensibilidad, mucha, poca o ninguna, jamás se ha visto afectada por un poema. Más raro es, todavía, que aparezca aunque sea una triste y lacónica Fe de Lectura de un libro de poesía en este blog.

Hoy voy a hacer una excepción. La razón es que uno de los libros que he leído recientemente, y que me dejó una huella que todavía persiste, me pareció no tanto una obra maestra excepcional como una de las novelas -¿novela?- más viscerales con las que me he enfrentado jamás, y mira que a lo largo de mi vida lectora he leído libros de todas clases. La autora de ese libro era una tal -para mí, completamente desconocida- Danielle Collobert, y el texto se llamaba Asesinato; redacté unas Notas de Lectura, a las que remito para más detalle, pero que no fueron capaces ni de acercarse a la estupefacción que me provocó su lectura. La posterior búsqueda de más obra traducida de esta autora me llevó a esta antología de Kriller 71, que contiene fragmentos de Asesinato; de Dire I y II, dos obras de género híbrido entre la narración, el diario y la poesía; y de las obras de completan su legado literario principal, Il donc y Survie, estas sí -¿sí?-, poesía.

Constreñida -aunque relativamente; la libertad que reivindicaba admitía limitaciones, pero las concernientes a la forma no se hallaban incluidas- por el modo narrativo, Collobert se libera de la estructura cerrada a la que se sometía en Asesinato para abrirla en los dos volúmenes de Dire, y acabar  subvertiendo toda clasificación en las dos obras restantes.

Quitamos la red de las convenciones y, sin distinguir las fuentes, nos dejamos caer al abismo. Allá vamos.
"je parole s'ouvrir bouche ouverte dire je vis à qui"
Ante la extrañeza por unas ciudades y un mundo que nose  reconoce como propios, y ante la inutilidad manifiesta de todo intento de resistencia -y no digamos ya de rebelión-, sólo cabe rendirse y, si acaso, intentar imponer una condición: hacerlo en los propios términos.
"Dejarse ir. Al fin. Fin de toda resistencia. Estar bien. Estar en el fondo. Los ruidos se hinchan en la oreja, se extienden hasta los pliegues profundos de la locura, del aislamiento."
Que el último esfuerzo sea para alcanzar ese punto elevado que se atisba a lo lejos, arrogante y solitario, para dejarse caer, inerte, por la pendiente que se adivina al otro lado. Soltar todo el lastre antes de lanzarse, ignorar la pérdida, saldar el balance, romper amarras, acallar los gritos, enmudecer las justificaciones, dejar audible solo el último jadeo; y después, solo silencio.
"simple articulación, fin de las palabras, del esfuerzo, un sonido grávido de su propio eco - la resonancia de una ola sobre otra - la ondulación hasta el infinito."
El lenguaje es el gran traidor, el código que exige sometimiento para que nada se llame por su nombre; la frase, la manipulación del tiempo, la imposibilidad del presente, la unidad de lo in-decible, el espejismo, la mentira, el engaño de la estructura; las palabras, el instrumento de represión, polivalentes y rigurosas; la voz, el último hálito, grito o susurro, el intento de imponer la confusión y el desorden, el desajuste por la amenaza del silencio, que es la muerte.
"ese momento - nunca apresado - intentar por ahí - para ver - todas esas palabras escritas hasta ahora - repetir de una palabra a otra - para ver cómo - lo negro de ese lado - dónde ir - por ahí - negro ya disuelto - negro disuelto - escrito por dolor-calambre - dolor zarcillo - en la cabeza - o diferente - apenas escrito - el dolor desaparecido - una especie de esfuerzo para resistir - un asidero - un lugar de palabras - trazar una línea - recta si es posible - seguramente eso tan solo bastaría - una línea recta - si es posible"
El cuerpo es el contenedor del dolor; nada distingue un cuerpo de otro más que la tolerancia al dolor. La amputación no es la negación del cuerpo sino la manifestación del dolor, más allá del cual todo es metáfora o anécdota. El dolor -que no se repite, persiste; que no se pierde, cesa; que no nombra, define; que no se anuncia, hiere; que no desea, toma- son las palabras mediante las cuales el cuerpo comunica y hace saber de su existencia, palabras puras, verdaderas, la única expresión que respeta al silencio, que es incomunicable, que se experimenta en soledad. Y que detiene el tiempo.
"cuerpo golpeando - mutilando sus miembros por el dolor punzante - qué cuerpo de repente vaciado - qué violencia contra - más o menos vacío - dolor fijado al fin - queriendo alcanzarlo para fijarlo de una vez por todas - conservarlo ahí inmóvil - o colocarlo ante sí - él mismo - hacerlo surgir bien a la vista - en sus imágenes múltiples infinitamente - sin cesar"
No se puede explorar el abismo sin sumergirse en él. Muerte debería ser una palabra prohibida a los vivos. El silencio no es la ausencia de ruido sino de palabras. La hoja en blanco no debería ser el punto de partida sino el final; fundido a blanco en lugar de fundido a negro. La muerte no es un renacer, es el verdadero nacimiento.
"entrar nacido en escombros apenas reconocido el terreno / emergido del cieno hinchado el feto surgido de la alcantarilla / plexo solar corroído angustia exhalando pulmones aliento jadeante"
Calificación: ****/***** 

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