22 de febrero de 2017

Levantar la mano contra uno mismo VII. Biathanatos


Biathanatos. John Donne. Asociación Española de Neuropsiquiatría, 2007
Traducción de Pablo Sáiz Gómez 
Verdadera anatomía del suicidio, por ponerlo en comparación con la obra de su coetáneo Robert Burton, Biathanatos (Biathanatos, expresión resultante de la contracción de biaios thanatos, "morir de forma violenta", texto concluido en 1608 y publicado póstumamente en 1647) es también un formidable testimonio de carácter autobiográfico escrito por Donne en sus años más difíciles en el que traza, a la vez, un extenso tratado sobre la muerte voluntaria y también una especie de confesión, a modo de nota de suicidio, de su relación con éste. Su particularidad fundamental, y más teniendo en cuenta que se trata de un futuro clérigo, es su defensa del suicidio como un acto autónomo que no atenta ni contra la naturaleza, ni contra la Razón ni contra la ley de Dios. Así, antes de emitir ningún razonamiento, Donne considera el suicidio como una escapatoria que siempre está a su disposición para evitar situaciones extremas; incluso ante el convencimiento de que jamás hará uso de ella, su existencia, su latencia, es un auxilio para sus tiempos de aflicción.

Donne divide analíticamente su ensayo en tres grandes capítulos temáticos: "Del Derecho y de la Naturaleza", "De la Ley de la Razón" y "De la Ley de Dios", después de buscar una definición consensuada de cada uno de estos conceptos, para incluir en cada uno diversos apartados -"Distinciones"- que tratan de cuestiones puntuales pertenecientes al tema en cuestión.

"Del Derecho y de la Naturaleza"

Para empezar, Donne cuestiona la pecaminosidad del suicidio, poniendo en entredicho las razones que aducen los que sostienen esa consideración: los que afirman que proviene siempre de la desesperación, los que sostienen que en esta vida es imposible el arrepentimiento, y los que aducen que la muerte del suicida hace imposible la contrición; Donne aboga por una nueva definición de pecado más relacionada con la violación de un mandamiento y, después de identificar a la Razón como máxima ley natural -un término cuyo alcance es imprescindible precisar y ajustar a la conciencia y a la libertad del hombre-, concluye que el suicida no la viola más que cualquier otro pecador: ciertas muertes provocadas, como el martirio, no deberían ser sobrevaloradas ya que no son enteramente ajustadas a la Razón.

"De la Ley de la Razón"

Donne amplía el concepto de "Razón" a "las conclusiones extraídas y deducidas de la Razón Primera -la Ley de la Naturaleza"- a través de nuestro discurso y nuestro raciocinio" para, posteriormente, denunciar el carácter utilitarista de muchas leyes civiles contrarias al suicidio. En lo que se refiere a la ley canónica, ocupada en descubrir y combatir la herejía, el suicidio no figura como tal en ninguna disposición. En cuanto a las leyes locales, que acostumbran a ser las más alejadas de la Ley Natural, su dispersión y su limitación a las particularidades las hacen difícilmente objetivables -Donne considera las leyes procedentes de la costumbre de rango inferior a las basadas en la Ley Natural, y pone como ejemplo la pena de muerte, contraria al precepto divino de "no matarás"-: un acto no es necesariamente malo sólo porque esté prohibido, y menos cuando esta prohibición se dicta y se deroga en función de condicionantes temporales. Finalmente, Donne pone en evidencia la disparidad de criterios a la hora de juzgar la licitud del suicidio que se puede encontrar en los textos clásicos, y deduce que la falta de unanimidad debería ser indicativa de que, en ocasiones concretas, es legítimo procurarse la propia muerte.

"De la ley de Dios"

La prohibición del suicidio no figura explícitamente en ningún precepto de la ley mosaica; por tanto, cualquier doctrina sobre el tema debe ser producto de la especulación o la interpretación sesgada de los textos sagrados; y es en razón de la pertenencia a diferentes sectas que esas opiniones difieren diametralmente y es imposible hallar ningún asomo de acuerdo. Esta debilidad de los argumentos y la falta de unanimidad es aprovechada por Donne para rebatir, razonadamente, las manifestaciones tendenciosas, para intentar apoyar su tesis: que el suicidio no atenta contra la Ley de Dios. 

Teniendo en cuenta que ni siquiera existe acuerdo para delimitar el mal, Donne se pregunta si es lícito hacer un mal para provocar un bien; si es así, tal vez esa opción podría incluir al suicidio, al evitar mediante éste la comisión de males futuros. El precepto de que "el buen pastor da su vida por las ovejas" es un aclaro exponente de disculpa para el suicida que se encuentre en esta situación, tanto si el bien que se busca es el propio, como en el caso de los mártires, o el ajeno, como en el sacrificio personal que beneficia a la comunidad.

Por otra parte, es sospechoso que en ningún lugar de las Escrituras se censure gravemente a quienes levantaron la mano sobre sí mismos (Sansón, Saúl, Judas...) y, en cambio, la mayor parte de la patrística lo condene como el peor de los pecados; Donne afirma que se trata más de un exceso de celode los Padres, por su afán exageradamente didáctico, o, simplemente, para ofrecer una versión que se pueda distinguir sobre las demás.

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