22 de abril de 2016

VOLT

VOLT. Alan Heathcock. Dirty Works, 2016
Traducción de Javier Lucini
"¿Acaso queda en el mundo alguien normal?"
Krafton, una ciudad imaginaria de la América profunda, es el escenario en el que Alan Heathcock localiza los nueve relatos que componen este VOLT (VOLT, 2011). Conflictos vecinales, habitantes inadaptados, veteranos de Irak, la naturaleza desatada, muerte y violencia que, a pesar de todo, no consiguen socavar la convivencia de los pobladores de ese infierno en la tierra.
"Se le pasó el hambre y se quedó sentada escuchando a la gente de la calle, Harriet Meyers se había puesto a cantar himnos de la iglesia como si fueran canciones de amor. Se acercó a la ventana y contempló la escena. Adolescentes recostados en la parte de atrás de las camionetas. Niños corriendo con bengalas. Hombres lanzando herraduras en el solar vacío donde antiguamente había estado la gasolinera. Otros conversaban en la carretera y aunque Helen había formado parte de aquel grupo ya no estaba muy segura de qué cosas se contaba aquella gente condenada a verse todos los días, semana tras semana, durante años, hasta el momento en que exhalaban el último suspiro."
Tal vez sea cierto lo que dicen los científicos y, efectivamente, esta esfera en la que estamos instalados gire a trescientas sesenta y cinco revoluciones por año, pero no parece menos incuestionable que algunos individuos, o acaso poblaciones enteras, se hallen apeados de ese viaje por el universo, que su perspectiva no alcance ni semanas ni meses ni años sino que se abra cada mañana, justo antes de salir el sol, camino de un trabajo alienante, y se cierre después de cenar, para repetirse invariablemente jornada tras jornada. Krafton y sus habitantes son un ejemplo de estas comunidades más allá del tiempo, un no-lugar en el que los vivos y los muertos, igualmente condenados, conviven en perfecta armonía.
"Las cosas desaparecían. La gente desaparecía. Las nubes dieron paso al sol y el sol dio paso a la noche. Sólo los sentimientos, como los espíritus, perduraban, herrados detrás de los ojos, enlazados a nuestra médula ósea."
Krafton es un lugar sin respuestas a las preguntas más acuciantes. ¿Hacia qué lugar hay que correr para dejar atrás al pasado? ¿Cuánto tiempo es necesario seguir escapando?
"-¿Alguna vez habéis estado al lado de alguien a quien no podéis perdonar? De nada sirve decir "Te perdono".  Decir cosas es inútil. Es así. -Se posó el vaso en la mejilla-. Lo que pasa es que por más que quiera no puedo huir de mí mismo."
¿Hasta dónde alcanza el dolor de que tu hijo haya muerto por tu culpa? ¿Cómo pretender que alguien nos perdone si no nos perdonamos antes a nosotros mismos?
"Vernon cruzó la estancia y salió a rastras de la luminosa caverna. Quizá las cosas horribles son el modo que tiene Dios de dirigirse a nosotros, pensó Vernon mientras subía a tientas por el túnel oscuro. Lo mismo la gente ya no cree en las cosas buenas. Lo mismo las cosas horribles son lo único que le queda a Dios para recordarnos que sigue vivo. Quizá la guerra sea la forma que tiene Dios de cobrar vida en el hombre. Vernon siguió avanzando hacia la luz del día. Emergió a la cornisa y al calor y fue como salir del cine después de haber visto una película triste n una sesión matinal, el resplandor del sol tras la oscuridad demasiado real para tolerarlo."
Cortantes como el filo de una navaja e inesperados como una bala perdida, Heathcock revela a través de sus relatos a una sociedad abandonada por ese Dios al que insisten en convocar y por los mismos hombres, condenada a la oscuridad eterna y sin posibilidad de redención.

Calificación: ***/*****

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