18 de febrero de 2025

Pierre Michon en «La Grande Librairie»

El programa sobre libros La Grande Librairie de France TV entrevistó en su emisión del dia 12 de febrero de 2025 a Pierre Michon con motivo de la publicación de su último título, J'écris l'Iliade.

A continuación, traducción de la conversación del autor con Augustin Trapenard, el presentador del espacio. 

«[…] ardo al contacto de la llama escrita. Soy. Ardo y tiemblo y lloro.
Alcides entra en la sala.
Escribo la Ilíada».

Pierre Michon, el título de este libro es J’écris l’Iliade. ¿Por qué la Ilíada?


Porque es el primer texto escrito de la literatura europea y, en ese sentido, representa toda la literatura europea. Además, es el escenario de toda la literatura y, de hecho, de toda la humanidad: los dos ingredientes esenciales, que son la guerra y el amor.


Admirar la Ilíada, Pierre Michon, es una cosa, pero escribirla o incluso reescribirla, convendrá en que es algo osado.


No es tan difícil. Michel Serres decía que toda la literatura nació de una falda levantada, entre los muros de Troya, la de Helena. Nosotros seguimos viviendo como en tiempos de Homero. A pesar de todas nuestras denegaciones, vivimos para la guerra. Mire las cosas como son: todos los avances tecnológicos se hacen con el fin de ser los más poderosos, de ser el Estado más poderoso en la guerra.


Este texto está impregnado de erotismo. Se podría incluso decir que es erótico de principio a fin. Se suele decir que escribir una escena erótica es lo más difícil. Es lo más arriesgado para un escritor.


Arriesgado, es cierto. 


¿Está de acuerdo?


Arriesgado., sí. Porque lograr que sea erótico sin caer del todo en la pornografía —que creo haber conseguido más o menos— es muy difícil.


¿Por qué?


Una, palabra, una sola palabra, mal elegida, basta para volcarlo todo hacia la pornografía absoluta o, por el contrario, apagar el deseo del lector. Y hay que mantener el deseo del lector, hay que hacer como una chica que, en un striptease o en esos bailes con barra que se ven ahora, siempre debe mantener el deseo, sin que se desborde ni hacia abajo ni hacia arriba.


Porque su libro no trata más que de eso: de deseo y de escritura, de goce hasta el orgasmo.


Sí. ¿Qué es el lenguaje humano? ¿Qué es lo que lo hace superior a los demás? Ser consciente de dos cosas: la muerte y el deseo. Y el hombre, por sus facultades intelectuales, ha desarrollado hasta el delirio su actividad sexual. Ningún animal está obsesionado con el placer como nosotros lo estamos. Y sucede que algunos escritores logran un cuasi orgasmo en la última frase. Tome, por ejemplo, el final de Ulises, de Joyce: «Y dije sí, sí, quiero sí». Ese final es la penetración de Molly en el Ulises de Joyce.


¿Cuántos orgasmos hay en J’écris l’Iliade?


Hay muchos. 


Sabe, lo que más me sorprende en su libro y en su obra en general —de lo que nunca se habla— es su sentido del humor, cuyo primer blanco es usted mismo. ¿Se hace reír a sí mismo?


Sí, me encanta lanzarme tomates podridos a la cara. O hacer como si lo hiciera. Porque, al desvalorizarme, atraigo los elogios de los demás. Cuanto más se desvaloriza uno, más dice la gente: «Oh, qué tipo tan modesto» y demás. 


¿Diría que es ustec más estratega o táctico?


¿Yo? Estratega. Y táctico, a veces.


El libro comienza con un viaje que hizo hace mucho tiempo con la intención de librarse del servicio militar. Y escribe algo muy interesante: «Tenía que convertirme en Pierre Michon y no tenía tiempo que perder». ¿Con qué soñaba?


Con ser escritor. Siempre he soñado con ser escritor. Siempre.


¿Qué significaba eso de ser escritor?


Significaba… Viene de lejos. Viene de la escuela primaria. Hacer cosas tan bellas, tan declamatorias, como los poemas que aprendía en la escuela. Lo que más me fascinó siempre… A los quince años las mujeres empezaban a fascinarme también, pero lo que más me fascinaba eran las resonancias de la lengua. La lengua.


Escribe: «Me las daba de Orfeo».


Sí, me las daba de Orfeo. 


¿Qué quiere decir con eso?


Ya sabe, Orfeo no tiene más que tocar la lira para que todas las bestias, todos los árboles,  se pongan a andar tras su canto, de lo hermoso que es. Cada frase debe pesar con su peso exacto. Ya lo he dicho: cada frase debe ser todo el libro. Cada frase debe contener todo el libro.


¿Qué es, en el fondo, un gran escritor para usted? ¿Qué representa?


Representa la cumbre de la humanidad. Porque ¿cuál es la cumbre del hombre? Es el lenguaje, el lenguaje. Rimbaud, Racine, Hugo, o los jóvenes, Joyce o Proust.


Los jóvenes. Los jovencitos. ¿En qué estado lo deja la escritura?


En una ebriedad extrema. Es la vieja frase de Baudelaire: «Hay que estar siempre ebrio». De vino, de literatura, de mujeres, da igual. «Siempre ebrio».


Y entonces, Pierre Michon, su obra maestra, ¿cuál es?


Es J’écris l’Iliade.


Es la última. Es esta.


Antes fueron Les Onze y Vies minuscules… y Les Beunes.


En realidad, casi todas.


Sí, pero ¿por qué la gente se da cuenta tan tarde?


Sabe, algo que también me divierte mucho en su texto es la manera en que reinterpreta la Ilíada, incluso en su escritura. Pienso, por ejemplo, en los epítetos homéricos: «Aquiles, el de los pies ligeros», «Circe, la de los bellos rizos». En su caso, encontramos: «Helena, la de los brazos dorados, la de los muslos de leche». Si tuviera que adjudicarse un epíteto homérico, usted, Pierre Michon, que después de todo es un personaje de este libro, ¿cuál sería?


«Michon, el de la mente traviesa».


Me lo quedo, «Michon, el de la mente traviesa».

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