Los huevos fatídicos. Mijaíl Bulgákov. Mármara Ediciones, 2021 Traducción de Marta Sánchez Nieves |
A un escritor capaz de escribir una maravilla como El Maestro y Margarita se le debe tal respeto que es casi una obligación leer todo lo que llegue a nuestras manos.
La ciencia-ficción soviética, de la que se ha hablado aquí varias veces, merecería, por sí sola, la titulación de un género específico; desde Madeleine de Scudéry, el roman à clef no ha vivido otra época de esplendor que supere la de la ciencia-ficción publicada ―y no publicada― bajo el régimen soviético.
Pérsikov, director del Instituto de Zoología de Moscú, descubre, estupefacto, que un extraño rayo de luz de color rojo que incide sobre una preparación en el portaobjetos de su microscopio hace revivir y multiplicarse descontroladamente a unas inertes amebas. Cuando traslada el rayo rojo a unos huevos de rana, el efecto es el mismo: multiplicación desbocada y crecimiento hasta la forma adulta en un plazo de tiempo irrazonablemente corto.
La filtración del descubrimiento alerta a la prensa amarilla ―en este caso, roja― y se desata un escándalo; los representantes de las más variopintas asociaciones, falsos filántropos y organismos más o menos gubernamentales ―el organigrama político soviético es indescifrable― se interesan, en función de los más disparatados provechos, por el rayo de la vida de Pérsikov.
La aparición de una plaga que afecta a las gallinas y sus huevos sacude los cimientos de la República, pero la acción combinada de la flor y nata de los científicos soviéticos consigue controlarla, pero cuando prácticamente se ha extinguidom la especie aviar. El gobierno, mediante una de sus innumerables comités y la creación de un sovjós bautizado como El Rayo Rojo, obliga al profesor a emplear su invento con miras a la repoblación; el experimento queda a cargo de un incompetente, aunque bien relacionado con las altas esferas del Kremlin, sujeto, una medida que asegura el completo fracaso del proyecto, en el que acabarán pagando justos por pecadores.
Pocas veces, en esa época histórica y en sus circunstancias, la censura del poder ha sido tan certera y tan cachonda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario