6 de diciembre de 2021

El hombre de la bata roja

 

El hombre de la bata roja. Julian Barnes. Editorial Anagrama, 2021
Traducción de Jaime Zulaika

«Parte de la labor del novelista es convertir un pequeño rumor, incluso falso, en una resplandeciente realidad cierta; y a menudo sucede que cuanto menos tienes más fácil es sacarle partido».

El príncipe Edmond de Polignac, el conde Robert de Montesquieu-Fézensac y un plebeyo italiano,  el doctor Samuel Jean Pozzi ―el hombre de la bata roja inmortalizado por John Singer Sargent en el cuadro del mismo nombre―emprenden un viaje a Londres para "hacer adquisiciones intelectuales y decorativas". El decadentismo se bate de igual a igual con el modernismo, dando lugar a un híbrido que amplía el espectro de la estética en particular y de la vida en general.

El esteta, el artista y el diletante viajan a Londres con una mezcla de superioridad y fascinación, como el conquistador se traslada a la selva en la que, pese a su superioridad, es capaz de admirar los progresos de los salvajes. Pero Barnes centra su texto en este último para focalizar su mirada en toda una época, francesa en origen pero europea en su vocación; por la extracción social de la mayoría de sus pacientes, por su profesionalidad, por los integrantes de su círculo de amistades, pero también por su carisma personal, Pozzi fue una celebridad de su tiempo.

El dandismo y la homosexualidad ilustrada alcanzan una consideración estéticamente superior a la heterosexualidad, más elevadas y libres de condicionamientos sociales que esta: es el fin de siècle, una época de recopilación en la que los modelos parecen agotados y en la que se adivina una cambio de ciclo que relegará al olvido y a la intrascendencia todo lo que había considerado brillante y original.

«¿Qué induce al presente a tener ese afán de juzgar el pasado? Siempre hay neurosis en el presente, que se cree superior al pasado, pero no logra deshacerse de la persistente inquietud de que pudiera no serlo. Y por detrás de esto asoma otra pregunta: ¿con qué autoridad lo juzgamos? Somos el presente, existe el pasado : a la mayoría esto suele bastarnos. Y cuanto más retrocede el pasado, tanto más atractivo se vuelve simplificarlo. Por grave que sea nuestra acusación, nunca contesta, permanece en silencio».

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