11 de diciembre de 2020

Circe y el pavo real

 

Circe y el pavo real. Jean Rousset. Editorial Acantilado, 2009
Traducción de Jordi Marfà

El crítico literario suizo y especialista en literatura barroca Jean Rousset publicó en un ya lejano 1953 el ensayo Circe y el pavo real. La literatura del barroco en Francia (La littérature de l'âge baroque en France. Circé et le paon, 1953) con la intención de establecer una nómina de temas comunes para las obras literarias escritas entre finales del siglo XVI y mediados del XVII; como punto de partida, Rousset toma dos símbolos que caracterizan la época: Circe, que representa la transformación, y el pavo real, la ostentación, y especula cómo la arquitectura de Bernini o de Borromini, como definición pura del barroco, se transfiere al campo de la literatura francesa de la época.

Ese trasvase, según el autor, se produjo mediante una serie de pasos intermedios no necesariamente sucesivos: 

I. Circe es personaje ubicuo en los ballets de corte, de temática eminentemente clásica y desarrollo fantasioso en un mundo metamórfico e ilusorio.

II. El beatus ille, la vida en un campo idílico, ficticio, artificial, cuya irrealidad se combate con más artificio mediante la apariencia de la pastoral.

III. La tragicomedia, que instaura las posibilidades del disfraz y la apariencia, del juego de las transformaciones en el que la máscara representa la verdad.

IV. La farsa, que tiene su contrapunto en el drama; la muerte como espectáculo, la tortura y la sangre, la venganza y el dolor, herederos de los misterios medievales reformulados por la creciente influencia de la Iglesia de la Contrarreforma.

El movimiento, que es fuga y consunción, transcurso y mutación, debe detenerse para alcanzar la permanencia, la única circunstancia en que es posible el desapego. Sin embargo, el universo es fuego, y su manifestación, la llama, encierra a todo lo que está vivo, todo está sujeto al cambio, la circunstancia generadora por excelencia. Montaigne inaugura la imagen del hombre como ser fluyente, líquido, capaz de transformarse en el medio que lo contiene y de reflejar, con su transparencia, la multiplicidad del mundo sin afectar a su esencia, una especie de energía cinética que confiere categoría y singularidad.

Rousset resume el carácter barroco en cuatro puntos: inestabilidad, movilidad, metamorfosis y preponderancia del decorado. La transición a la obra literaria de estos principios se realiza mediante un proceso que contiene los elementos siguientes: la metáfora como forma de enigma; la inestabilidad como nuevo statu quo, la disgregación como nuevo orden; la neutralización de la imagen en forma de alegoría, que representaría Malherbe; y la multiplicidad de perspectivas, que obliga al lector o al espectador a superar la visión estática a través de una visión multicentralizada, como exige la obra de Corneille.

El resumen, el paradigma del barroco lo representaría el debate entre el ser y el parecer; el disimulo se convierte en ostentación y el engaño por defecto se trueca en la hipérbole, en el exceso.

«Circe y el pavo real, la metamorfosis y la ostentación: he aquí el principio y el fin del recorrido realizado a través del siglo barroco. Estos términos extremos están unidos; entre ambos hay una relación íntima y necesaria: el hombre en mutación, el hombre multiforme es impulsado fatalmente a concebirse como hombre del parecer. Circe, apoyada en Proteo, indica el camino en cuyo extremo se erige la figura móvil, ilusoria y decorativa del pavo real».

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