31 de enero de 2020

El fin del fin de la Tierra

El fin del fin de la Tierra. Jonathan Franzen. Editorial Salamandra, 2019
Traducción de Enrique de Hériz y Patricia Antón de Vez
Tres han sido las razones que me llevaron a la lectura de El fin del fin de la Tierra (The End of the End of the Earth, 2018), el último libro de artículos de Jonathan Franzen: que fue una de las últimas traducciones publicadas del novelista y traductor barcelonés, mi amigo Enrique de Hériz; que es uno de los últimos libros publicados por la también barcelonesa y ejemplar Editorial Salamandra antes de ser vendida al leviatán PRH; y porque, a pesar de que mi interés por el ecologismo y el conservacionismo escritos es relativo, su autor es uno de los mejores narradores norteamericanos de su generación, al que sigo desde la cuestionable Ciudad 27, y autor del estupendo conjunto de artículos que publicó bajo el título de Más afuera.

La primera reivindicación de Franzen, sin embargo, no tiene nada que ver con los pájaros: en pleno auge de la literatura egotista, el autor se lamenta por la práctica desaparicion del ensayo —y evidencia, una vez más, la paradoja Montaigne, ese "yo mismo soy la materia de mi libro", enfrentado a un libro absoluto e imperecedero en el que el perigordino, tomándose a sí mismo como referencia, escribe un libro universal—. Mientras que la esencia del autor y la del lector pueden carecer perfectamente de puntos en común, sus respectivas sustancias coinciden y se materializan en un lugar exterior a ambos pero que jamás pueden compartir: la página que ha escrito el autor y que lee el lector. La democratización de la información no consiste en que cada uno pueda emitir su opinión y pedir respeto para la misma sino en que puedan publicarse, sin ningún tipo de censura, opiniones de distinto signo.

Franzen posee una extrema habilidad para capturar la realidad y una estudiada facilidad para tratarla con las herramientas de la narración canónica, tanto en el campo de la ficción como en el documental, tanto si escribe sobre sus vacaciones universitarias en Manhattan como si lo hace sobre la deuda que tenemos pendiente, como especie, con los pájaros, una preocupación, la de la vida salvaje, obsesiva en su caso, que ha sido objeto de cruel caricatura por sus críticos, principalmente desde el campo literario.

La sospecha de que la obra de un escritor de ficción es el reflejo fiel de su personalidad le lleva a indagar acerca de esta, en sus trazos más evidentes, al menos, en referencia a su amigo William Vollmann y a Edith Wharton, y en averiguar si en su atipicidad literaria, casos insólitos en la literatura norteamericana, se trasluce una personalidad también poco común.

En cuanto a sus artículos relacionados con la protección de las aves, Franzen, de forma parecida a lo que sucede en sus novelas, exhibe un ecologismo amable  recatado que, aunque  afectado por una fuerte convicción, queda lejos del activismo mediático y de la radicalidad de la última ola del conservacionismo mundial. 

Notas de Lectura de Pureza
Fe de Lectura de Más afuera

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