6 de agosto de 2018

La ciencia no respeta nada

La ciencia no respeta nada. Alphonse Allais. La Fuga Ediciones, 2018
Prólogo de Francisco Ferrer Lerín. Selección y traducción de Laura Fólica
Asunto complejo encasillar a Monsieur Alphonse Allais en una profesión concreta; aunque en esta ocasión nos interesa en su faceta de escritor, de entre las varias ocupaciones estuvieron también la de  periodista, con colaboraciones en varias publicaciones periódicas, en una de las cuales llegó a ser redactor jefe; farmacéutico, por imposición familiar, y con no demasiado éxito profesional; humorista, con multitud de pequeñas piezas tanto escritas como monólogos dramáticos; pintor, fue uno de los precursores de las telas monocromas; compositor, con varias operetas y piezas musicales; e inventor, a él se deben las primeras investigaciones sobre el café liofilizado, por ejemplo.

La ciencia no respeta nada es una antología que recoge algunos ejemplos de sus artículos humorísticos en los que la ironía (tercera acepción del DRAE: "expresión que da a entender algo contrario o diferente a lo que se dice, generalmente como burla disimulada") sirve de herramienta para poner en cuestión algunos temas candentes en su época, y con el empleo, en numerosas ocasiones, de la reducción al absurdo que, años después, recogerían los surrealistas y autores de la talla de Boris Vian.

Por una cuestión de coherencia intelectual, la ironía solo es válida si se concibe desde dentro de su objeto; de lo contrario, se convierte en simple burla. Así, la ironía de tema religioso adquiere sentido cuando quien la formula pertenece a la comunidad de adeptos, por ejemplo; y la científica, si es un científico el encargado de desvelarla.

Aunque farmacéutico -la profesión del padre- fracasado, la relación de Allais con la ciencia y la técnica le permiten poseer una mirada ácida no sobre la ciencia en sí sino sobre el cientifismo, que disfrutaba a finales del siglo XIX de su primera edad de oro. Humorista mordaz, Allais no dejó escapar esa circunstancia para escribir, desde diversas tribunas, una serie de textos breves que intentaban poner en cuestión la omnipresencia de la ciencia y hacerlo, en lugar de mediante artículos eruditos, a través de la ironía y el humor; esta elección, tan válida como cualquier otra, consiguió brindarle el favor del público y, a posteriori, la consideración de precursor de más de una de las corrientes artísticas de vanguardia en la primera mitad del siglo XX.

Allais arremete, con la excusa de la ciencia, contra la mayor parte de los ámbitos en que se desenvuelve la especie humana, y lo hace desde una época que, la mayoría de las veces, tiene fiel correspondencia con la nuestra: la propia ciencia, pero también la religión, puesta ya en cuestión por  primera vez de forma racional por la Ilustración un siglo antes pero con un reflujo contemporáneo representado por el extremismo islámico o el cristiano; el higienismo, una corriente pseudosanitaria en boga en su época que podría considerarse precursor de las omnipresentes e hipermodernas  intolerancias alimenticias de nuestros días; la medicina, que vivía un renacimiento con los progresos de la anestesia y la cirugía; la farmacopea creativa, cuya correspondencia actual serían las medicinas alternativas y las elucubraciones homeopáticas, de la que Allais podía hablar por experiencia; la Exposición Universal, perfecto reflejo del gabinete de curiosidades a cuál más absurda; la taxonomía botánica recreativa, emulando a Linneo, y no tan lejana conceptualmente de los distintos DSMs; el automovilismo, recién inventado en 1896, y que en esa época, como en la actual, era motivo de fuertes controversias; la cirugía estética, parodiada por el autor pero con respecto a la cual ni su afilado ingenio pudo vislumbrar el auge en nuestros días; los animalistas, los vegetarianos, las ligas antialcohólicas, en otra demostración de clarividencia, que la realidad del futuro especulado ha convertido en profecía lo que no era más que una hipérbole humorística; la supresión del papel, otra estupidez con su correspondiente versión contemporánea; la criogenización de embriones humanos con vistas a revivirlos cuando sea necesario con fines políticos; y el incipiente psicoanálisis, en uno de los textos más inspirados de la antología, en el que se mofa sin piedad de la teoría del inconsciente.

Un soplo de aire fresco, punzante y mordaz, con una lectura, más de cien años después, absolutamente actual.

Calificación: ****/*****

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