15 de septiembre de 2017

Idéntico al ser humano

Idéntico al ser humano. Kobo Abe. Candaya, 2010
Prólogo de Gregorio Zambrano. Traduccuón de Ryukichi Terao
"Puesto que el espejo torcido sólo refleja imágenes distorsionadas, toda la lógica se derrumba cuando proyecta una imagen correcta."
Idéntico al ser humano (Ningen sokkun, 1967) se ubica en el período más fructífero de la producción de Abe, instalado en plena producción literaria de obras de anticipación, y comparte con algunos de sus títulos más conocidos -La mujer de arena, pero también la inquietante El rostro ajeno- el discurso acerca de la identidad, como si traspasara al plano personal de sus protagonistas la inquietud y las dudas de un país cuya solemne derrota en el campo de baralla de la II Guerra Mundial habría hecho mella en los más asentados cimientos de su propia identidad.

El guionista y productor del programa radiofónico "Hola, Marciano", una fábula cómica en la que se juega con la ficción de interactuar con un supuesto habitante del planeta, ve alterado su trabajo tras el lanzamiento de una nave con destino a Marte; incapaces de distinguir la realidad de la ficción, los oyentes y los rectores de la emisora le reconvienen por su nula adaptación a la realidad.
"¿Sería acaso que estaba presentando un teatro de monos ante los mismos monos como espectadores?"
La llegada del cohete a Marte y la emisión de imágenes a la Tierra acaba hundiendo su programa. Desolado por la incomprensión de sus semejantes y con su trabajo pendiente de un hilo, recibe la visita de un acérrimo oyente con evidentes problemas mentales que le asegura que es un marciano "idéntico al ser humano".

Entre asustado e intrigado por la visita, el protagonista intenta desenmascarar a su visitante dialécticamente, pero el discurso de éste se revela de una congruencia imbatible, y parece que tampoco funciona la descalificación y el insulto.
"Lo ordinario llevado al extremo se convierte en extraordinario."
A pesar del evidente desequilibrio mental del visitante, éste le plantea al narrador serias dudas acerca de algunos de los axiomas de la existencia; por ejemplo, ante su requerimiento de que le demuestre que es un marciano, el visitante le propone que demuestre él que es un humano.
"No llegará a ninguna conclusión mientras siga en el terreno de lo evidente."
El discurso subyacente pone en cuestión no tanto qué características hacen de un ser un humano como de qué manera pueden auto-atribuirse esas características desde la propia humanidad, acción que estaría sometida a un sesgo tan invasor que sería imposible de argumentar y contra-argumentar; sería como, en palabras de Abe, intentar demostrar un axioma o deducir una fórmula matemática evitando el lenguaje matemático. Cuando se excluye la lógica del terreno de juego, las reglas son tan confusas que es imposible determinar los resultados; y si la partida se prolonga en el tiempo y cambian los jugadores, ¿quién será capaz de mantener el juego con vida? Y aunque se mantuvieran las personas en juego, ¿quién asegura que las identidades se mantendrían incólumes?
"Una vez puesta en marcha, la mente imaginativa fomenta la proliferación de preocupaciones y conjeturas como si fuera un criadero de bacterias."
La atracción de lo insólito recorre el planteamiento de la novela y se erige como uno de sus principales discursos: el grado de imposibilidad de un hecho y su capacidad para ser creído no mantienen necesariamente una relación de proporcionalidad; es más, obviando las puntuaciones intermedias, llega un momento en que cuanto más extraño es un hecho determinado más tiende a ser creído, como si su irrazonabilidad actuara como acicate; y, en todo caso, ese efecto no parece tener nada que ver con la personalidad del receptor ni con su inocencia o ignorancia sino con cierta necesidad, común al ser humano, de aferrarse, llegado el momento, a cualquier maravilla por increíble que sea. La religión, por ejemplo, funciona, en parte, a través de ese mecanismo.

Una vez aceptada nuestra insignificancia como especie y como individuos cuando el marco de referencia es la inmensidad del universo y la inabarcabilidad de todo lo existente, ¿qué sentido tiene reivindicar una identidad? ¿De veras podemos permitirnos caer en la tentación de que existen diferencias entre individuos tan importantes como para poder definirnos en función de ellas? En este sentido, es en ser iguales, es decir, indistinguibles, donde se sitúa la amenaza.

Ante la presencia de un "tú" idéntico, ¿cómo puedo estar seguro de que "yo" soy "yo", o una simple réplica de ese "tú", o tal vez una proyección, con una existencia vicaria? ¿Qué nos hace distinguibles, si exteriormente somos idénticos y es imposible acceder a las conciencias respectivas?
"La mejor manera de ocultar una gran mentira es rodearla de numerosas mentiras pequeñas."
Occidentalizados completamente, cuando no directamente americanizados, los lectores españoles nos extrañamos ante algunas manifestaciones literarias del Extremo Oriente -y no sólo literarias: el teatro, la música tradicional e incluso la mayor parte del fondo cinematográfico nos resultan tan ajenos como aquéllas-. En este sentido, cuando menos para este lector, supuso una sorpresa y una prueba de lectura La mujer de la arena, la primera obra de Kobo Abe que leí, hace ya algunos años: una atmósfera desconocida envolviendo a unos personajes inasimilables en una maraña que se sostenía entre la elisión y la disolución, que se escapaba de entre los dedos cuando creía haberla asido, o que desaparecía de pronto dejándome con las expectativas en suspenso. Posteriormente, esta estupefacción se extendió a la mayor partte de obras del japonés, un maestro de la ambigüedad y la indefinición, cuyos textos, la mayoría difícilmente clasificables por géneros, provocan una desazón en el lector, una intranquilidad, reservadas a la mejor literatura de misterio o fantástica. Es posible que esta extrañeza provenga de una tradición literaria que nos es prácticamente desconocida, pero Kobo Abe, a diferencia de Tanizaki, no se sumerge sin más en sus ancestros sino que recoge aquellos elementos, fundamentalmente de estilo pero no únicamente, que marcan y configuran su identidad, y los combina con aportaciones claramente universales hasta irrumpir en una modalidad de postmodernismo claramente explícita.

Calificación: ****/***** 

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