8 de mayo de 2017

Diario 1863

Diario (1863). Edmond y Jules de Goncourt. Libros Magenta,  2016
Traducción de Armando Pinto. Edición y prólogo de Gabriel Bernal Granados
En una lengua en la que la tradición de la literatura memorialística forma parte del Canon y que recoge verdaderas obras maestras del género, el Diario (Journal. Mémoires de la vie littéraire, publicado a lo largo de las vidas de los autores y también póstumamente) de los hermanos Goncourt es, probablemente, la crónica más exhaustiva y más fiel de las bambalinas de la vida social y literaria parisina -particularmente de la parte más oscura: los enfrentamientos, las disensiones, las enemistades-, y, por extensión, francesa, de la segunda mitad del siglo XIX. El elevado sitial que ocupan habilita a los hermanos para censurar sin conmiseración, mediante mordaces críticas, a los advenedizos en cuestiones literarias, pero también consiguen, con sus instantáneas, un retrato fiel de la sociedad parisina -que es la que cuenta- de su tiempo con un detalle que recogerá, en forma de literatura de ficción pero fuertemente enraizada en la realidad, Marcel Proust en su monumental obra.
"Lo que nosotros amamos en todas las cosas es el exceso: el exceso en las opiniones políticas, el exceso de bienestar o de malestar, del lujo y de la rusticidad, el exceso de los ejercicios físicos. En todo somos enemigos innatos del justo medio."
Los Goncourt, inspiradores de la Academia Goncourt (Société littéraire des Goncourt o Académie Goncourt), son probablemente los primeros en percibir la importancia de un lobby literario para el futuro de las letras y de la vida en general. Conscientes de "el poder de lo impreso y del golpe de pluma",  deciden explotar la influencia que, originada en el mundo literario, puede actuar de disparador en el mundo social; un panfleto puede causar más daño que un enfrentamiento y encumbrar la notoriedad más débiél o arruinar las reputaciones más asentadas. Los hermanos lo saben y hacen uso de ello a discreción, extendiendo sus críticas a todos aquellos campos desde los que esa influencia puede hacerse efectiva, aunque para ello tengan que cargar con algunas de las vacas sagradas de la época; la vida social capitalina, cuyo brillo ha deslumbrado a los arribistas de provincias:
"He dicho que los imbéciles, soportables en el campo, son insoportables en París. No están en su medio. Es necesaria la provincia a los parientes: es su ambiente";
el periodismo, que va camino de convertirse en el cuarto poder:
"En el periodismo, el hombre honesto es al que le pagan por la opinión que tiene; el deshonesto es al que le pagan por la opinión que no tiene";
o la poesía contemporánea, inmersa en un imparable proceso de institucionalización:
"El poeta, antes de nuestros tiempos modernos, era un perezoso, un vagabundo meditativo y adormilado. [Ahora] se ha convertido en un trabajador, siempre trabajando, siempre tomando notas, como [Victor] Hugo. ¡El genio tiene ahora un cuaderno de apuntes".
La edición completa del Diario abarca el período comprendido entre 1848 y 1896, aunque a partir de 1870, tras la muerte de Jules, será Edmond el que se encargará en solitario de su redacción, y comprende alrededor de cuatro mil páginas. La edición de Libros Magenta se limita a lo publicado en 1863; es una reducida parte de la obra completa pero una cata de valor suficiente para hacerse una idea de la profundidad y erudición de esta cumbre de la literatura francesa.

Sin embargo, una descuidada edición puede dar al traste con el texto más interesante. De nuevo, una obra malograda por una traducción que oscila entre lo rutinario, en el mejor de los casos, y lo claramente incorrecto; y una carencia de corrección gramatical que sonroja al lector menos exigente, déficits que sorprenden más todavia teniendo en cuenta que, por lo que parece, la Secretaría de Cultura del Gobierno de México es co-editora del volumen.

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