31 de agosto de 2015

Lecturas de agosto


La guerra que mató a Aquiles
Caroline Alexander
Acantilado, 2015
Traducción de
José Manuel Álvarez Flórez
Ilíada
Homero
Ediciones Cátedra, 2009
Edición y traducción de
Antonio López Eire



























Sin que deje de ser cierta la definición de Italo Calvino, también lo es para este lector que una de las características que tienen los clásicos es que son libros de los que se aprende más en las sucesivas relecturas que cuando se leen por primera vez; algo de culpa debe tener el respeto hacia el que se acerca uno a ese tipo de obras literarias -como esperando estar a su altura, al contrario de la mayoría de otros libros, a los que a menudo acusamos de que no están a la nuestra como lectores-, o tal vez unas expectativas para los que no estamos preparados -¿cuándo leyó usted la Ilíada por primera vez, a los dieciséis, a los dieciocho, a los veinte? Malo, me temo que no tenía usted la edad adecuada para ello-... Sí, los clásicos, entre otras cosas, son capaces de renovar su mensaje porque quien los relee es un individuo distinto de quien lo leyó por primera vez y en las ocasiones sucesivas, y todas sus experiencias del mundo y todos los libros que ya se han leído se ponen a su disposición para hacer su interpretación de la lectura, de lo que deriva una lectura no solamente más rica, habiendo aprendido a valorar contenidos, por ejemplo, si no también más consciente, porque aquellos ámbitos que pudieron viciarla -la sorpresa, la intriga, pasajes no bien comprendidos- han dejado de influir en el acto de la lectura: ya no se ve solamente el edificio, ya hemos aprendido a introducirnos en su interior y a valorar todos los detalles de la construcción. Deberíamos reservar un alto porcentaje -¿una cuarta parte, por ejemplo?- del tiempo que dedicamos a la lectura a leer y releer a los clásicos. Para saber de dónde venimos, para valorar con más fundamento el resto de nuestras lecturas, pero también, last but not least, por puro goce intelectual. 
Reseña completa en: http://jediscequejensens.blogspot.com.es/2015/08/en-torno-aquiles.html
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La guerra de Aquiles: ****/*****
Pensamientos diversos sobre el cometa. Pierre Bayle. Ediciones Antígona, 2015
Introducción y traducción de Julián Arroyo Pomeda
A finales del siglo XVII, La Era de la Razón, una corriente intelectual empezaba a imponerse en los círculos filosóficos -cuyos indicios, en Francia, podrían remontarse a 1580, año de la primera edición de los Ensayos (Essais, 1533-1592) de Michel de Montaigne; a pesar de alcanzar a gran parte del mundo civilizado, excluida España, la Ilustración es un fenómeno eminentemente francés- con tal empuje que ya puede empezar a hablarse propiamente de Ilustración; faltan todavía cien años para que vea la luz Respuesta a la pregunta: ¿Qué es la Ilustración? (Beantwortung der Frage: Was ist Aufklärung, 1784), el texto de Immanuel Kant, y más de cien para que se materialice la consecuencia política más importante, La Revolución Francesa. Han empezado a aparecer algunos pensadores cuyos temas y, sobre todo, preocupaciones intelectuales, ponen de manifiesto la existencia de una corriente subterránea que comenzaba a fraguar el decisivo Siglo de las Luces; entre ellos, Pierre Bayle, un francés -¿de dónde, si no?- crítico con la religión, con el poder terrenal y con la multitud de supersticiones, religiosas y laicas, que condicionaban, con aquiescencia de la totalidad de poderes celestiales y terrenales, la vida intelectual, pública y privada, de sus contemporáneos. Pensamientos diversos sobre el cometa (Pensées diverses écrites à un docteur de Sorbonne à l'occasion de la Comète qui parut au mois de décembre 1680, Rotterdam, 1682) fue su primera obra publicada.
Reseña completa en: http://jediscequejensens.blogspot.com.es/2015/08/pensamientos-diversos-sobre-el-cometa.html
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Dogma. Lars Iyer. Pálido Fuego, 2015
Traducción de José Luis Amores
Después de la sorpresa que supuso para este lector descubrir las peripecias de estos dos personajes tan particulares en Magma, Lars -el personaje y narrador- sigue relatando su instrucción a cargo de W., divagando sobre multitud de temas, sugeridos por el paisaje, por los encuentros o por los acontecimientos -Lars y W. son incansables caminantes e insistentes clientes de pub-, por el recuerdo, fruto de la dispersión mental, sentenciando con gravedad y burlándose sin piedad de su pupilo, que resiste las acometidas con la filosofía de un estoico. Quien quiera una similitud, más allá de parejas uniprotagonistas como Bouvard y Pécuchet o, más recientemente, de Jack Toledano y Damien Anderson en Moo Pak, me vienen a la cabeza Reger y el narrador de Maestros antiguos.  
"A un espíritu se le puede exorcizar. Sin embargo, ¿cómo te libras de un idiota?"
En esta peregrinación, se trasladan a EE. UU. -"nosotros somos dos idiotas en América"- para dictar un ciclo de conferencias -"deambulando por América con un imbécil"- acerca de "capitalismo y religión", a la vez que intentan encontrar la América oculta, esa que la América oficial esconde como quien encubre sus vergüenzas; de regreso a Inglaterra, se dan cuenta de que no han aprendido nada del viaje excepto que ni W. fue arrestado ni Lars se pegó un tiro; y que en el apocalipsis de la inteligencia, en esa inevitable catástrofe hacia la que nos encaminaos con paso firme, W es el único que es consciente de la realidad y, a la vez, la última esperanza de que el mundo intelectual sobreviva.
"Quizá deberíamos guardar silencio sobre asuntos fundamentales, dice W. Quizá no haya nada que podamos decir que no acabe destruyendo de inmediato lo que más importa."
Toda conversación es una huida de la soledad y del silencio hacia un remedo de pensamiento -que paradójicamente, siempre se ha tenido como fruto de la soledad y del silencio- mediante una espiral diabólica de final incierto; o sin final, si consideramos a éste como un cierre conclusivo. W., uno de los interlocutores literarios más interesantes en el  repelente vertedero de ideas del siglo XXI, se presta a acompañarnos; no será ni fácil ni fraternal, pero por lo menos no andaremos sobre la mierda absolutamente solos.
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Los desafortunados. B. S. Johnson. Rayo Verde Editorial, 2015
Introducción de Jonathan Coe. Traducción de Marcelo Cohen
"¿Puede tener sentido una muerte? ¿O ser absurda? ¿Es posible hablar de la muerte en estos términos? No lo sé, sólo siento el dolor, el dolor."
Un  periodista deportivo itinerante se desplaza a una ciudad para asistir a un encuentro de fútbol y, en vez de encontrarse en el no-lugar donde cada sábado escribe la crónica del partido correspondiente, se da cuenta de que conoce esa ciudad y que es en ella donde Tony, un amigo entrañable, murió de cáncer unos años antes. 
"Quizá no todo lo que sabemos de una persona es lo mismo para cada uno, quizá incluso sea muy diferente, lo que cada uno ve o comprende de ella, de él."
A pesar de ese inicio, Los desafortunados no es una novela de fútbol sino una novela sobre el recuerdo, y su tesis principal es que por más que la conciencia agrupe todas nuestras experiencias y las adjudique a un mismo sujeto, otorgándoles un ficticio tratamiento de linealidad, la vida es fragmentaria -y el recuerdo también-, el peso de cada fragmento es distinto del de los demás, y esa diferencia condiciona nuestro recuerdo, es decir, el qué
"No consigo recordar. La mente tiene fusibles",
por qué 
"Mi mente pasa opaca por encima del familiar terreno de los prejuicios, cuánto del pensamiento es repetición, opacidad, siempre lo mismo"
y cómo 
"Cómo funciona la mente, recordar estas cosas, no otras"
lo recordamos; a la vez que su carácter temporal que plantea una pregunta fundamental: ¿de qué modo queda modificado un recuerdo en función de las experiencias posteriores? Es decir, ¿cómo sería el recuerdo que el protagonista tiene de Tony si éste no hubiera fallecido? 
"¿Cómo influye su muerte en cada recuerdo mío que tenga relación con él?"
Pues haciendo trampa, instrumentalizando el recuerdo para que dote de sentido a lo que ha sucedido después; para que se vea el conjunto de la experiencia como un continuum causa-efecto; y para que justifique conductas posteriores que tomadas aisladamente serían difícilmente justificables.
"Otra vez esta sensiblería, el pasado siempre propicia la sensiblería, es inevitable, todo lo que es suyo lo veo a la luz de lo que ocurrió después, su lenta desintegración, su muerte. Las olas del pasado remueven las defensas de mi arenosa cordura, la pintura tiene que resguardarlo, aquietarlo, volverlo romántico, bonito."
¿Que por qué el libro se vende en una caja, cuando el número de hojas no lo haría necesario ni se trata de una carísima y exclusiva edición de coleccionista? Ah, sí, buena pregunta, pero me temo que tendrán ustedes que leerlo para poder responderla. Sin embargo, no se dejen cegar por el supuesto experimentalismo del artefacto, sigan las instrucciones, si les apetece; no sólo no es, a juicio de este lector, ningún mérito extraordinario, sino que tampoco tiene nada que ver con la gimnasia post-modernista, es una anécdota, insustancial e irrelevante, que puede poseer cierto sentido como reflejo de la mente del narrador y de lo que he intentado decir más arriba, pero nada más. Los desafortunados es una magnífica novela, potente, triste, sobre la muerte y sobre el recuerdo, es decir, sobre la vida, que remueve la conciencia del lector porque su verosimilitud duele, vaya que si duele.
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Pájaro de celda. Kurt Vonnegut. La Bestia Equilátera, 2015
Traducción de Carlos Gardini
El día de Navidad de 1894, con motivo de una huelga en la Cuyahoga Bridge & Iron Company de Cleveland, los disparos de unos francotiradores contratados por la empresa acabaron con catorce personas e hirieron gravemente a otras veintiséis. Walter F. Starbuck, el hijo de los sirvientes emigrados de la familia empresaria, licenciado en Harvard gracias a la caridad de sus patronos y encarcelado por no querer desvelar la procedencia de un millón de dólares de financiación ilegal dentro del caso Watergate, nos acerca a los hechos más importantes ocurridos en su vida, que han coincidido con efemérides más o menos señaladas de la historia de los EE. UU. Como siempre en los protagonistas de Vonnegut, Walter es un obstinado optimista incapaz de concebir el mal, a pesar de su evidente existencia, un inadaptado en una sociedad que le ha pasado por encima, y que sigue creyendo -Vonnegut, no Walter- que la ingenuidad es la mejor arma para derrotar la injusticia.
"Creo que los mayores fingen saber lo que pasa, que todo es serio y maravilloso [...]. La gente mayor no ha averiguado nada que yo no sepa. Quizá si la gente no se pusiera tan seria cuando es más grande, ahora no tendríamos una depresión."
Pájaro de celda es Vonnegut cien por cien; hay quien la encontrará mejor que Matadero Cinco y quien dirá que no se puede comparar con Madre Noche; es posible que ambos tengan razón, pero este que escribe es un lector rendido, desde hace años, a los pies de Vonnegut que piensa que todas sus novelas valen la pena, y más con la que está cayendo.
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La felicidad de los pececillos. Simon Leys. Acantilado, 2011
Traducción de José Ramón Monreal
"La potencia sin control no sirve de nada", establecía un ya antiguo eslogan publicitario; y tenía razón, al menos conceptualmente. "La erudición si capacidad pedagógica no sirve de nada", podría afirmar una versión menos mercantil del eslogan; pero cuando ambas se dan juntamente, el resultado es tan maravilloso como edificante. Leys reúne en este volumen algunas crónicas aparecidas en varias revistas culturales -francesas, es decir, culturales- cuyo nexo de unión es la cultura y el hecho cultural, y bajo un marco circunstancial concreto:  el sentido común. 
"Las más altas inteligencias no dicen menos tonterías que el común de los mortales; simplemente, lo hacen con más autoridad."
Fragmentos concentrados como un aforismo, certeros como un disparo al blanco; cuadros situacionales, detallados y pormenorizados como un campo de estrategia; planteamientos insólitos -y aún así pertinentes- eficaces como fuego graneado. Y siempre, y esa es otra virtud, tal vez derivada de la relación de Leys con la cultura china, demasiado breves a ojos del lector. La felicidad de los pececillos es uno de los libros que es posible que no recuerden en su totalidad, pero les garantizo que les sucederán cosas en la vida, ahora o dentro de cincuenta años, que se lo harán presente.
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Off the record: por tratarse de un fragmento que me concierne, que nos concierne a muchos, como personas relacionadas de un modo u otro con la literatura, me permito reproducir a continuación la cita que efectúa Leys de The Crise of the "Nona", un texto de Hilaire Belloc de 1925:
"Para quienes se dedican a la literatura como si fuera su oficio (lo que fue mi cruel maleficio desde los veinticinco años), es ciertamente el más duro, el más caprichoso y, efectivamente, el más abominable de todos los oficios, por la simple razón de que no habría tenido que constituir jamás un oficio. Se supone que un hombre no debe vivir de su pluma, como no debe vivir de su conversación, o de la manera en que se viste, se pasea o viaja. No hay ninguna relación entre la función de las letras y su resultado económico. No hay ninguna relación entre la calidad, o la mediocridad, o la importancia de una obra literaria, y las sumas que se pagan por ella. Tal relación no sería natural y de hecho no existe. Cuando la gente dice que la buena literatura no se vende, están orillando la cuestión. A veces la buena literatura se vende bien, y a veces la pésima literatura se vende igual de bien. Ocurre que libros importantes se venden bien, y sucede que libros absurdos, ridículos y falsos se venden también muy bien. Lo cierto es simplemente que las ventas de un libro no tienen nada que ver con la calidad de dicho libro. La relación entre la excelencia o la pertinencia de una obra literaria y el número de sus lectores en un momento dado no es una relación causal: es un capricho imprevisible."
El passeig sota els arbres. Philippe Jaccottet. Días Contados, 2015
Traducció d'Antoni Clapés. Prefaci de Jean Starobinski.
"Delimitar una experiència poètica, amb la intenció de relatar-la i comentar-la."
"Recorda fer servir el flaix", em van apercebre benintencionadament quan vaig fer el meu primer viatge a l'Àfrica, "quan retratis persones de raça negra; pensa que el color de la pell impedeix que es vegin ombres i, per tant, perds el contrast". Així ho vaig fer i, tot i tenint en compte les meves limitacions tècniques com a fotògraf, van sortir algunes fotos "perfectes": exposició correcta, enquadrament impecable, color adequat, contrast magnífic... Eren tan "perfectes" que havien deixat de ser reals, ni mostraven la realitat ni s'hi podien comparar, només es podia contrastar la seva qualitat amb altres fotografies, perquè el que jo veia a través del visor de la càmera en el moment de disparar, és a dir, la realitat, no era el que s'havia imprès al carret fotogràfic. Jaccottet, poeta ell mateix, sap delimitar l'emoció -o el que sigui- que "dispara" un poema, i és capaç de donar-li forma, el propi poema, però es pregunta, i aquest és l'objecte del llibre, pel procés que té lloc entre ambdues realitats, i intenta analitzar-lo a fi d'escapar del perill de perdre pel camí alguna cosa important, fins i tot quan el resultat ha estat un poema "perfecte"; en la "traducció" s'hi poden perdre coses però també se n'hi poden afegir, i ambdues incidències són fatals, cal evitar-les perquè poden afectar, per igual, a la fidelitat del procés; en paraules de Jaccottet, "el grau de realitat".
"Ah! Potser un dia adoptaré un llenguatge més viu i més melodiós per elevar-m'hi com l'alosa i conquerir-lo amb el goig de la poesia! No cal resistir-se a aquestes obertures! Però avui restaré assegut davant la finestra i m'acontentaré mirant, somiant, reflexionant."
El cicle de la llum transforma el paisatge i ofereix perspectives diverses que marquen les relaciones entre tots els elements que el configuren, inclòs l'observador. La lleugeresa de la primera llum descobreix el cim lluent navegant per sobre del mar de foscor; el migdia il·lumina fins el fons de la vall, descobrint tota la gama de verds i ocres, satura els colors i desvela l'aire, el buit, la matèria fosca del paisatge; l'ocàs llença el seu darrer alè de llum,. taronja i desgastada, descobrint perspectives insòlites, com aquella lucidesa momentània que diuen que experimenten aquells que estan a punt de morir; però és a la nit, amb l'absència de la claror, quan l'obertura de la retina mostra la veritable essència del paisatge, sense el color que el taqui ni l'aire que l'enrareixi. La plenitut de la llum enganya l'ull emmascarant el paisatge; a la nit, en canvi, no hi ha miratges.
"¿Caldria doncs, simplement, desitjar el retorn dels déus? Però ens desviem de la nostàlgia dels antics rituals i de la poesia sagrada; d'altra banda, és impossible no veure també la grolleria dels ídols que, sota el pretext d'alliberar-nos d'antics tirans, regnen, coberts de sang i d'or, damunt el sòcols del nostre segle."
Cap paraula no diu res, si no és en relació amb d'altres; amb les imatges, en canvi, passa el contrari: es contaminen.

La poesia baixa del seu pedestal i passa a ser un procés "natural" sotmès a unes lleis que no són alienes a qualsevol altra manifestació artística:
"Insisteixo, no es tracta, per tant, d'una volada o d'una fugida aco a les "regions pures" lloades per A. E. No convé lloar les coses com si formessin part d'un paradís benaurat on només les nostres debilitats impedirien que es desvelessin del tot, perquè de seguida una orella sensible a la precisió percebrà en el mots l'alteració de la veritat: i, tanmateix, la major part de la poesia és d'aquesta mena, una pintura ensucrada de nuvolades ben feta per desqualificar-la als ulls dels fatigats servidors del quotidià. No. Si el que crec haver comprès de les fonts de la bellesa no és il·lusori, caldia, no pas que acceptéssim la contradicció que impera en les nostres vides, sinó que hi penetréssim, adreçar-nos al seu punt extrem, és a dir, que visquéssim adorant la bellesa tant més ardentment perquè hi és més fràgil, en aquell indret on més joia hi ha perquè és on hi ha més amenaces."
Queda dit; que en pregui nota qui vulgui.
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Giles, el niño-cabra. John Barth. Sexto Piso, 2015
Traducción de Mariano Peyrou
Un colega lector definió, informalmente, Giles, el niño-cabra (Giles Goat Boy, or, Rhe Revised New Syllabus, 1966), como "la novela en la que cabe todo y donde todo vale"; "bon courage", me animó otra; "Barth es una ballena blanca", me advirtió un lector y editor. Tras esas amistosas advertencias, y con la experiencia de haber atravesado ya el Rubicón que representó El plantador de tabaco -aparte de las lecturas acumuladas de las otras patas de ese trípode inclasificable, Gaddis y Barthelme-, este lector se sintió preparado, después de leer algunas reseñas, notas de prensa y otra varia información acerca de la novela, para echarse al coleto las 1.117 páginas de este volumen, calificado como la primera novela post-modernista americana; una semana, de domingo a sábado, de prolongadas sesiones de lectura, para constatar que mi preparación lectora -son ya algunos años leyendo una buena media de novelas, y si bien mi calificación académica no incluyó la literatura, algo de criterio  sí que pienso que se me habrá pegado- hace aguas: Giles, el niño-cabra está muy por encima de mi capacidad para llevar a cabo un intento de las Notas de Lectura acostumbradas, pero es que, además, creo que también sobrepasa mi competencia como lector. No me queda más que aconsejar encarecidamente su lectura, a tumba abierta, y solicitar del Rectorado un Aprobado General.
Reseña completa en: http://jediscequejensens.blogspot.com.es/2015/08/giles-el-nino-cabra.html
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