16 de enero de 2015

Los reconocimientos V

¡Despidan a esos desgraciados! jack green. Alpha Decay, 2012
Traducción de Rubén Martín Giráldez. Prólogo de José Luis Amores
"La única preocupación del crítico es la inmortalidad: si él fuese inmortal, también podría escribir una gran novela algún día. Si un millón de críticos estuvieran tecleando sobre un millón de máquinas de escribir..."
No hay mejor forma que cerrar esta serie de Notas de Lectura de Los reconocimientos que haciendo mención a este ¡Despidan a esos desgraciados! (Fire the Bastards, 1962), un panfleto que fue publicado por primera vez en el magazine newspaper en el que su autor, Christopher Carlisle Reid, bajo el seudónimo de jack green, cargó inclemente contra los primeros críticos -a partir de esta mención, y a lo largo de todo este post, considérese esta palabra entrecomillada- que reseñaron la obra de Gaddis. Al poder considerarse "crítica de la crítica", green no reivindica la calidad y pertinencia de Los reconocimientos sino que pone en la picota ciertas tendencias de la crítica de la época -y, es de temer, de todas las épocas, la actual incluida- en basar sus juicios en un conjunto de clichés intercambiables para cuyo uso no es necesaria ninguna preparación intelectual previa ni tan sólo, en el peor de los casos, haber leído el libro que se reseña: tan grave es, para green, hacer una crítica con insidia  como hacerla con desidia; he ahí el método:
"Leed por encima la novela, sin prestar mayor atención, pero cuidando de tomar nota de cada punto disperso que se le ocurra a vuestra dispersa mente. Después de "terminar" el libro, siempre se puede establecer alguna relación entre las notas (no importa lo incoherentes que sean). Lee de nuevo el blurb, consulta en tu lista numerada de clichés y decido cuál es el más adecuado. Ahora reescríbelo bien en jerga especializada y recuerda: tus lectores tampoco han leído aún el libro."
"Crítica sobre la crítica" podría significar el colmo del solipsismo, pero green resuelve con habilidad la salida de ese callejón porque en lugar de complacerse  con los clichés usuales, deconstruye razonamiento tras razonamiento, párrafo tras párrafo y arrasa y nivela unas críticas impresentables, zafias, ignorantes y pretenciosas, aplicando un criterio razonable y comedido: se puede instruir un proceso contra una obra de arte, lo que no se puede es dictar una sentencia."
"Es un error trasladar ideales democráticos al juicio del arte."
Por otra parte, parece que Gaddis tomó buena nota de las críticas a Los reconocimientos, de los defectos que le achacaban y de las carencias que le descubrían, y haberlas tenido muy en cuenta a la hora de redactar su siguiente novela, Jota Erre; porque si un buen puñado de críticos incapaces intentaron menospreciar su primer libro con una serie de argumentos inconsistentes, ¿qué dirían cuando el autor, bajo el criterio de "¿no quieres caldo?", escribió una novela elevando a la enésima potencia esas carencias y defectos.

En el fondo, el dilema principal que parece caso de discusión es si el autor debe ponerse o no al nivel del lector, el argumento en el que coinciden la mayoría de críticos denostados por green, un argumento falaz que tal vez oculta la verdadera aseveración que el crítico no se atreve a formular, que el autor debe ponerse al nivel del crítico.

Un libro curioso y especialmente conveniente no sólo para los lectores -partidarios o contrarios- de Gaddis sino para todos aquellos que, acríticamente, devoramos las reseñas de los periódicos, de los suplementos culturales y de los miles de blogs, incluido éste, y caemos en la tentación de dejarnos guiar por sus directrices.

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